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El pacto de Peñarol y Santos en la Copa Libertadores

  • Un conservador 0-0 en Montevideo deja la fina en el aire

Peñarol de Uruguay y Santos de Brasil empataron ayer 0-0 en la ida de la final de la Copa Libertadores en Montevideo, en un duelo marcado por el polémico gol anulado a Diego Alonso, del Peñarol, a falta de sólo cinco minutos para el desenlace.

Unas 65.000 personas brindaron espectáculo en las tribunas, pero en el campo de juego no hubo grandes emociones ya que los dos equipos cometieron muchas imprecisiones y ni siquiera la estrella brasileña Neymar pudo desplegar su reconocido talento.

El futbolista, codiciado por varios clubes europeos, pudo hacer poco. Estuvo bien marcado y no fue golpeado como se especuló antes del partido por la prensa local. Tal vez sabiendo que eso podría ocurrir, a los 18 minutos se tiró al suelo aparatosamente cuando perdió un balón y se ganó una tarjeta amarilla.

Fue el primer amonestado del partido que hasta ese momento, y lo que transcurrió del primer tiempo, no tuvo muchos roces ni jugadas violentas que requirieran una sanción por parte del árbitro paraguayo Carlos Amarilla.

En la última media hora del partido, Peñarol, que estaba siendo dominado por el Santos, recobró cierta dinámica con el ingreso de Antonio Pacheco y del delantero Fabián Estoyanoff, pero no alcanzó para vulnerar la sólida defensa rival.

Jugó mejor el Santos en el balance general, pero el empate fue merecido para ambos por lo que hicieron en los 90 minutos.

Además del gol anulado, sobre los 23 minutos el uruguayo Matías Corujo fue protagonista de una jugada por la que todo el estadio reclamó penalti. Cayó dentro del área pero el árbitro desestimó la posibilidad de pitar la pena máxima en ese instante.

Una de las ocasiones más favorables para Santos fue desviada a córner por el portero uruguayo Sebastián Sosa, a los 20 minutos, y en la siguiente jugada un remate de cabeza pasó rozando el travesaño. A los 72 minutos otra vez Sosa salvó su meta en una oportuna intervención ante un rival que ingresó al área sin marca.

Hubo pocas jugadas de peligro sobre las porterías en el primer tiempo. Peñarol intentó dominar el juego, presionando en el medio del campo y jugando en profundidad para explotar la velocidad de Alejandro Martinuccio y la potencia goleadora de Juan Manuel Olivera.

Pero el nerviosismo, el campo resbaladizo y los propios errores impidieron a Peñarol ser más efectivo y retirarse en ventaja. Santos hizo su juego. Se defendió, a veces hasta con cinco futbolistas, y cuando tuvo que alejar el peligro, no le importó ser efectivo y despejar el balón hacia cualquier lado. La vuelta, el miércoles próximo, será otra historia. El Santos, con Neymar a la cabeza, se verá obligado a tomar riesgos si no quiere que Peñarol reine en su propia casa.

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