El peor partido de la temporada del Granada Club de Fútbol. No hace falta decir nada más cuando el 3-0 se queda corto para los méritos del Villarreal. Hubo un equipo que jugó y otro que estuvo sobre el campo para que hubiera rival.

Muy pocos jugadores del Granada se salvaron ayer de la quema en El Madrigal. Casi ni el entrenador. En la apuesta por Yebda o Fran Rico para sustituir al lesionado Recio, el entrenador optó por el músculo del argelino en vez de por el tacto y el juego del gallego. La deducción, pues, es que el conjunto rojiblanco fue a lo que hace siempre fuera de casa: contener y salir a la contra. Pues, en consecuencia, si el rival te marca tres y, encima, quizás mereció alguno más, es que algo falló.

La defensa tan sólo evitó el sonrojo de un marcador más elevado, el medio del campo, a excepción de Iturra, no dio el equilibrio necesario entre defensa y ataque. Con un equipo inédito en la fase ofensiva, sus miembros apenas pueden ser calificados porque no aparecieron.

El caos ocasionado por el 3-0 mostró al final a un Granada descosido, con líneas muy separadas, tendencia vista en el partido varias veces e incrementada con el cansancio. Y por último, una falta desquiciante, no sólo de gol, si no de falta de peligro. Eso, en Primera, se paga.