Final · Holanda-España

El sargento que odia equivocarse

  • El británico Howard Webb afirma que sus errores le dejan "devastado" varios días

Con los ojos atentos y el espíritu alerta entrenado en sus tiempos de sargento de la Policía, el inglés Howard Webb asumirá hoy la más grande responsabilidad de su vida: arbitrar el partido entre España y Holanda que definirá al gran campeón del Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010.

"Si cometo un error me siento realmente devastado, y por varios días, en especial si es un error que cambia el curso del partido", se sinceró Webb días antes de que se confirmara su designación como juez de la final de un Mundial sacudido por algunos errores arbitrales graves.

Evitar que una interpretación equivocada cambie el curso de un partido es un reto aún más grande para hoy, cuando España u Holanda se confirmarán como el octavo miembro del exclusivo club de campeones mundiales.

Para no sentirse "devastado" y poder festejar con la conciencia tranquila su 39 cumpleaños, el 14 de julio, Webb apuesta a la ayuda de sus asistentes, con quienes asegura mantener una comunicación "casi telepática" y por lo tanto inmune al ruido ensordecedor de las vuvuzelas.

"Para mí, la gran innovación fue el uso de los intercomunicadores. Arbitrar en un estadio con 70.000 personas puede ser algo muy solitario para el árbitro. Pero ahora tengo a mis dos compañeros (los asistentes Darren Cann y Mike Mullarkey) que me hablan al oído y me ayudan a tomar decisiones y me advierten de lo que pasa a mi espalda".

"Por haber trabajado juntos todo el tiempo en la Premier League y en la Liga de Campeones hemos logrado un entendimiento y hoy hay casi una telepatía en la forma como trabajamos", agregó el árbitro, quien dirigió la final de la última Liga de Campeones, entre el Inter y el Bayern de Munich.

Tras ser confirmado como el árbitro de la final en Sudáfrica, Webb prometió ayer hacer lo mejor para asegurar que ninguna duda sobre el arbitraje oscurezca el resultado del choque que definirá al nuevo campeón mundial. "Nuestra ambición es por tanto tener el control total del partido".

"Esperamos que la atención de quienes estén en el estadio y los que miren por televisión en todo el mundo esté en los jugadores, porque ellos son los actores principales, y no los árbitros", añadió.

Webb es el primer inglés en dirigir una final mundialista desde que lo hizo su compatriota Jack Taylor en la decisión del título del Mundial de Alemania 1974 entre los anfitriones y Holanda.

La victoria germana pudo haber decepcionado a los admiradores del carrusel holandés de Cruyff, pero al menos no generó largos debates sobre errores arbitrales.

Webb, para quien la designación para dirigir la final representó "el máximo honor", desea lograr lo mismo que Taylor en el decisivo choque, pero advierte: "No es fácil ser perfecto".

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