El entrenador del Granada, José Ramón Sandoval, declaró a la conclusión del partido disputado en Cornellá que había llorado de rabia tras ver como volaban dos puntos literalmente en la última jugada del partido. No era para menos. Se repitió la dolorosa imagen que se produjo en Gijón no hace muchos días. Da la impresión de que este equipo no sabe ganar y que no saca conclusiones de sus errores. En estos partidos mencionados se han dejado de sumar cuatro puntos que, si recordamos los sucedido ante el Betis, suman seis en los últimos tres partidos. Lo que debieron ser tres victorias (nueve puntos) se han quedado en tres empates.

mal ¿endémico?

Viene de largo. Sobre todo de la pasada temporada, en la que el conjunto granadinista se dejó muchos puntos en los tramos finales de no pocos partidos. ¿Quién no se acuerda de la derrota en Valencia ante el Levante? Han cambiado entrenadores y jugadores, pero al Granada le persigue este mal de no saber poner el sello a las victorias. Ya no se puede hablar de la mala suerte, que la hay en alguna dosis si se quiere verlo así, pero así como a la fortuna hay que buscarla, hay que hacer lo imposible para alejar el mal fario. Sobre todo, hay que saber analizar lo ocurrido para que no vuelva a repetirse. Entre otras cosas, no se puede ver a un equipo que está en superioridad numérica echarse atrás y ser la viva imagen del miedo. Y sobre todo, hay que tirar de experiencia para saber lo que hay que hacer en esos momentos de máxima tensión en los que la concentración se pierde de un plumazo.

otra salida

Ahora toca de nuevo mirar al frente. No queda más remedio en un país donde se ha dejado claro que el agua pasada no mueve molinos. El sábado se visita al Rayo en un nuevo partido en el que hay que pensar en salir a ganar. Y, sobre todo, que no se vuelva a repetir la historia porque las lágrimas de cocodrilo ya no valen.