Alemania

El valor sólo llegará con el título

  • Sin un campeonato en su poder, esta generación sería olvidada.

El 1-7 a Brasil sacudió los cimientos del fútbol, pero será una victoria que no valdrá de nada si Alemania no termina el trabajo el domingo en la final del Mundial en el estadio de Maracaná

Los gestos de Joachim Löw en la rueda de prensa posterior al partido en Belo Horizonte no dejaron entrever ni un ápice de euforia pese al deslumbrante triunfo de su equipo. El técnico apenas se permitió ni media sonrisa.

"Nadie debería sentirse invencible", advirtió el seleccionador germano, que lanzó un mensaje incuestionable a su vestuario. "A partir de mañana debemos poner el foco en el domingo. Los jugadores están preparados. Van a seguir con los pies en el suelo". "Tenemos que prepararnos con calma para la final", agregó. "Esto sigue. Un poco de humildad también viene bien", concluyó.

Es difícil permanecer humilde cuando uno acaba de triturar al pentacampeón mundial en su propia casa, propinándole la peor derrota que jamás recibió en un partido que será recordado para siempre en la historia.

Pero Alemania necesitará hacerlo, al menos durante cinco días más, si quiere cumplir con el objetivo que se trazó cuando tomó el avión rumbo a Brasil: ganar su cuarto título mundial.

En la historia del fútbol sobran precedentes de equipos imponentes que cayeron en el partido decisivo. Muchos alemanes recuerdan el estilo de la Holanda de Johan Cruyff, que tras forjarse fama de imbatible en el Mundial de 1974 perdió la final ante la propia selección germana.

"Nos queda un partido por ganar", advirtió Toni Kroos, autor de dos goles ante Brasil. "Ya lo dije, estamos aquí para ser campeones. Y hasta ahora nadie ha sido campeón en semifinales".

El reto de Löw en los próximos días en Porto Seguro, hogar de los alemanes durante el Mundial, será lograr que sus jugadores se aíslen de la euforia generada en Alemania y de la admiración despertada en todo el mundo.

"El Maracanazo fue una broma", "Cátedra de fútbol", "Una humillación sin precedentes". Los titulares de prensa alrededor del planeta no dejaron lugar a duda: Alemania provocó un terremoto futbolístico en el estadio Mineirao de Belo Horizonte.

Sin embargo, después de una exhibición de este calibre, perder en el partido decisivo el domingo sería una decepción enorme. Para un país como Alemania y un equipo como el de Löw, llegar a la final ya no resultará suficiente.

"Estuvo bien, pero ahora hay que mirar hacia adelante. Tenemos que intentar mantener la forma y ser campeones", dijo Philipp Lahm, capitán de una selección que lleva diez años persiguiendo esta oportunidad.

Löw llegó al equipo en 2004 como segundo de Jürgen Klinsmann, al que sucedió en el puesto en 2006, después del Mundial de Alemania. Juntos emprendieron una revolución que cambió la cara al fútbol germano y lo transformó en los pilares que hoy lo sustentan: técnica, combinación, velocidad, verticalidad y gol.

"Para ser una generación de la que la gente hable en los próximos años, necesitamos títulos con el equipo nacional", admitió Lahm antes de la Eurocopa de 2012, donde Alemania cayó en semifinales, como lo había hecho en los dos últimos Mundiales de 2006 y 2010.

La vez que estuvo más cerca del éxito fue en la Eurocopa de 2008, donde cayó derrotada en la final por una España que taponó su camino durante los últimos años.

Después de 24 años sin lograr un título, ahora en Brasil es el momento de alcanzar la gloria.

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