El diario de Próspero

Pensamiento y acción igual a emoción

  • Recién estrenado el segundo espectáculo del Teatro Urgente de Ernesto Caballero, ‘Hannah Arendt en tiempos de oscuridad’, de Karina Garantivá, cabe volver a la idea de una escena necesaria

El reparto de ‘Hannah Arendt en tiempos de oscuridad’, con Karina Garantivá en primer término, al completo.

El reparto de ‘Hannah Arendt en tiempos de oscuridad’, con Karina Garantivá en primer término, al completo. / MarcosGpunto

EL estreno el pasado otoño en el Teatro Galileo de Madrid de El lugar del otro, la obra de Javier Gomá con la que el director Ernesto Caballero ponía en marcha su Teatro Urgente como reacción ante la pandemia del coronavirus y sus muchas incógnitas sociales, fue saludado como, justamente, una reivindicación de la escena como herramienta esencial: en un contexto inédito para las generaciones corrientes en el que las pocas certezas que habían sobrevivido a la postmodernidad se vienen abajo, el teatro ofrece el espejo preciso desde el que volver a tejer redes reales, efectivas, no especulativas, a tenor de su condición de punto de encuentro veraz e inequívoco. Después de unos meses en los que el teatro había encontrado en los medios virtuales una oportunidad para conservar su intención y su alcance mientras las salas permanecían cerradas, la reapertura, con el público regresado a las butacas, y por lo tanto reconocible de nuevo como tal público, obligaba a repensar el hecho teatral justo en la misma medida que el hecho social. Si el coronavirus había dejado heridas bien identificables y reconocibles en el tejido social, el teatro no podía obviar su responsabilidad ni dejar a un lado su capacidad, precisamente, de aglutinador: no hay, tal vez, mejor noción que la de público para señalar un punto de partida en relación a la reconstrucción de lo colectivo. Si El lugar del otro fue un éxito de crítica y público y demostró, por tanto, que la calidad necesaria de la escena no era un tópico más, sino una virtud constatada, no ha tardado Ernesto Caballero en darle continuidad al envite: el Teatro Galileo acogió recientemente el segundo espectáculo nacido bajo la consigna del Teatro Urgente, Hannah Arendt en tiempos de oscuridad, una obra de Karina Garantivá con la dirección del mismo Caballero y que con un reparto formado por Lucía Juárez, Rodrigo Martínez Frau, Estíbaliz Racionero, Germán Torres y la propia Karina Garantivá podrá verse en el mismo escenario capitalino hasta el 4 de abril (tras lo que, de nuevo, sería deseable una distribución de largo alcance con citas en otros teatros españoles).

Ernesto Caballero Ernesto Caballero

Ernesto Caballero / MarcosGpunto

La clave del Teatro Urgente vuelve a estar en el pensamiento. Si en El lugar del otro era el propio Javier Gomá quien acudía al texto teatral para desarrollar su particular quehacer filosófico (tal y como ha hecho con otros títulos), ahora Karina Garantivá hace suya la proverbial advertencia de Hannah Arendt respecto a su siglo para extraer una síntesis con la que alumbrar determinadas zonas oscuras de la actualidad. Aquí, tal y como revela el título de la obra, se asienta la confluencia esencial y la razón misma del espectáculo: además de trazar un perfil biográfico de la pensadora, el montaje se basa todo en Eichmann en Jerusalén, la obra en la que Arendt recogía, en forma de crónica publicada originalmente en The New Yorker, el juicio contra el nazi Adolf Eichmann en los años sesenta. Si Arendt servía un testimonio fundamental de la época más oscura del último siglo, a la vez que advertía contra los cauces que amenazaban con perpetuarla, no pocas de sus conclusiones pueden resultar altamente ilustrativas en esta otra época oscura del siglo XXI, especialmente en lo que tiene que ver con la idea de la banalidad del mal: precisamente, frente a la utópica consideración de que la epidemia nos haría mejores, hemos asistido a un reforzamiento sin paliativos de las posturas ideológicas más radicales y contrarias a los derechos fundamentales, hasta el punto de que se vean puestos en peligro acuerdos sociales de reconciliación que parecían fuera de toda duda.

Apunta Ernesto Caballero sobre este proyecto: “El encuentro con el pensamiento de Hannah Arendt es una experiencia que recomiendo a todo ciudadano que aún aliente el deseo de escapar a esa inexorable categoría de hombre masa que la autora alemana señalaba como el caldo propicio para el surgimiento de cualquier totalitarismo; nadie como ella ha sabido analizar fenómenos sociales de inusitada vigencia”. Y es que será imposible crear una sociedad justa sin personas justas. Además del público, el reconocimiento de la necesidad del teatro tiene que ver con el espectador y con su consideración civil y cultural. Porque es ahí, en el espectador, en cada uno, donde la suma de pensamiento y acción que hace posible el teatro se traduce en una emoción concreta, enriquecedora y, a ser posible, inolvidable. Si al presente le corresponde una reconstrucción, habrá que emprenderla desde la emoción. Y ahí está el teatro para garantizarla.

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