Análisis
  • El futuro de la multinacional es muy incierto en medio de una lucha sin cuartel por su control porque el rescate propuesto deja a los accionistas sin nada y sólo salva a las filiales

Abengoa, en su laberinto

Planta termosolar de Abengoa en Sanlúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla. Planta termosolar de Abengoa en Sanlúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla.

Planta termosolar de Abengoa en Sanlúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Escrito por

· Alberto Grimaldi

Subdirector de Diario de Sevilla

A poco más de un mes de que Abengoa cumpla 80 años de historia –fue fundada el 4 de enero de 1941 en Sevilla por los ingenieros Javier Benjumea Puigcerver y José Manuel Abaurre Fernández-Pasalagua, junto con tres amigos y otros familiares–, la multinacional andaluza vive sus momentos de mayor zozobra. Y eso que lleva más de un lustro completo al borde del abismo, sorteando la que sería la mayor quiebra de la historia empresarial de España.

El grupo industrial vive desde entonces inmerso en un enorme laberinto en el que es fácil perderse. Y para salir de él hace falta mucho más que una madeja que marque el camino, porque ni siquiera hay certeza de que exista una salida a su tortuoso derrotero desde finales de 2014 que garantice la viabilidad del grupo al completo.

El mayúsculo pasivo acumulado por el grupo –27.356 millones en el cierre del tercer trimestre de 2015– provocó que ese año fuera muy convulso, hasta el punto de que la banca acreedora, con el Santander al frente, como sentenció la propia Audiencia Nacional, forzó la destitución de Felipe Benjumea, hijo del fundador, como presidente ejecutivo del grupo el 24 de septiembre de ese año.

La imposibilidad de encontrar un grupo que hiciese de socio industrial –probablemente la solución que aún necesita hoy–, tras descartar Gonvarri –perteneciente a la familia Riberas, también dueños de Gestamp– formar parte del capital inyectando 350 millones de euros, precipitó que sólo dos meses después de la salida de Benjumea, el 25 de noviembre, presentara preconcurso por primera vez en cinco años.

Tampoco 2016 estuvo exento de sobresaltos. Mientras se fraguaba una refinanciación que permitiera evitar el concurso, la banca volvió a forzar la salida del presidente ejecutivo que sucedió a Benjumea, José Domínguez Abascal, y nombró a otro consejero, Antonio Fornieles, nuevo presidente hasta que pudiese ejecutarse el plan de refinanciación, se levantase el preconcurso y se pusiera al mando a Gonzalo Urquijo, que ha presidido la matriz hasta el martes.

Esa reestructuración, aprobada en noviembre de 2016 evita la quiebra y provocó que las familias fundadoras de Abengoa perdieran el control de la compañía por mor de una dilución en favor de los acreedores.

Pero no fue suficiente. En menos de dos años, en 2019, hubo de ejecutarse otra segunda reestructuración para solucionar los problemas de liquidez de nuevo tenía el grupo. En ella se incluía un plan de viabilidad a diez años.

Conforme avanzaban los trimestres de ese ejercicio de 2019, las cifras de negocio no crecían a un ritmo que hiciera sostenible la situación a largo plazo. La estrategia de Urquijo de centrarse en el negocio original de ingeniería y construcción parecía no estar funcionando. Hasta el punto que el ejercicio de 2019 no está cerrado. Sus cuentas no han sido formuladas. Esto es, no se conoce el informe de auditoría de Pwc España. La empresa aún hoy se niega a presentarlas ante la CNMV y tampoco la entrega a los accionistas, que se la han reclamado.

El pretexto Covid-19

En esta situación anómala y totalmente anterior a la pandemia, la dirección de la empresa usó las consecuencias económicas del Covid-19 para justificar que estuviesen sin presentar.

El 2 de marzo de 2020, el grupo comunicó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que las cuentas no se presentaban en plazo, porque el consejo de administración requería de un informe de un experto independiente para conocer la valoración de la participación de la matriz en Abenewco 2, S. A., que es la filial que está inmediatamente después en la estructura societaria, dueña a su vez del 100% de Abenewco 2 bis y, esta última, propietaria del 100% de Abenewco 1 (aunque esta filial tiene pendiente una dilución que  de ejecutarse daría un 22,5% a los propietarios del Bono Convertible A3T).

El 23 de marzo, sólo nueve días después de que decretara el estado de alarma por el Covid-19 por primera vez y cuando no se sabía cuánto duraría la situación, Abengoa comunicó de nuevo a la CNMV que iba a revisar su Plan de Viabilidad a diez años para medir el impacto de la pandemia en su negocio. Así como que presentaría sus cuentas de 2019, cuando tuviese hecha esa revisión y conociese el contenido del informe del experto independiente, que esta semana desveló que era la consultora KPMG. Pero se sigue negando a desvelar su contenido, vital para saber por qué puede quebrar Abengoa S. A.

Hasta el 19 de mayo Abengoa no  comunicó sus resultados del ejercicio de 2019, con pérdidas de 517 millones, pese a que su Ebitda se habría disparado un 60% hasta alcanzar los 300 millones de euros. Las fuertes pérdidas las justificó “debido fundamentalmente al resultado financiero neto del ejercicio, incluyendo tanto el efecto de los fees reconocidos a los participantes en la operación de reestructuración de 2019, como las emisiones de deuda Reinstated Debt y el Mandatory Convertible de Abenewco 1” (el A3T).

Pero ese mismo día soltó una bomba: la matriz del grupo, Abengoa S. A., estaba en causa de disolución, “debido principalmente al efecto de registrar la deuda NM2 (New Money 2), Reinstated Debt y Old Money a valor de reembolso como consecuencia del Evento de Incumplimiento (Event of Default) de Abengoa S. A. al registrar patrimonio neto negativo”, que cifró en 388 millones de euros.

Ese mismo día presentó un Plan de Negocio Actualizado para salvar esa situación de causa de disolución, en la que volvió a usar el Covid-19 como pretexto para solicitar financiación de hasta 250 millones de euros avaladas por el ICO en el contexto de la pandemia, una nueva línea de avales de hasta 300 millones y buscar un acuerdo con proveedores y otros acreedores para sacar deuda del perímetro de Abenewco 1, a cambio de un derecho preferente al cobro contra la venta de determinados activos, y la modificación de determinadas condiciones de la deuda con los acreedores financieros del NM2, Reinstated Debt, el Bono Convertible A3T y Old Money (SOM y JOM), que pueden implicar quitas y capitalizaciones de deuda. Nada se dijo en ese momento de que participaría la_Junta andaluza.

Rebelión de los accionistas minoritarios

Anunciaba así la tercera reestructuración, la que está pendiente de ejecutar y ha provocado la rebelión de los accionistas minoritarios a partir del 6 de agosto, fecha en la que se firma el contrato con un grupo de acreedores y que suponía la ruptura societaria. Esto es, la matriz histórica dejaría de ser la cabecera del grupo y sólo tendría el 3,5% (o el 2,7% si se convierte el Bono A3T) de Abenewco 1, siempre y cuando reequilibrase su patrimonio, para lo que se le exige, además, que el 96% de los 153 millones que debe Abengoa S. A. se conviertan en préstamos participativos.

El contrato incluye una condición suspensiva, que la Junta forme parte de la nueva liquidez aportando 20 de los 250 millones previstos. La Junta ya había expresado entonces serias dudas y no se había comprometido a nada, pese a lo que se incluyó en el contrato.

El 18 de agosto, la matriz pide preconcurso de acreedores.

Los minoritarios se organizaron en tiempo récord al crear Abengoshares y demandaron a la dirección en la jurisdicción Mercantil para impedir un rescate que les deja más que probablemente sin nada. Incluso pidieron medidas cautelares que fueron denegadas en primera instancia.

La fecha para implementar el rescate, el 30 de septiembre, llegó sin que el Gobierno andaluz aceptase participar, aduciendo que no puede dar arbitrariamente una ayuda de 20 millones. La dirección se empeña en sacarlo adelante y presiona a la Junta gracias a que obtiene varias prórrogas de los acreedores.

Sin abandonar la judicialización, los minoritarios forzaron la convocatoria de una junta general extraordinaria, en la que el pasado martes se hicieron con la mayoría del muy atomizado capital de la compañía y destituyeron al consejo de administración. Pero no lograron tomar el control, porque Urquijo impidió elegir al consejo alternativo que presentaron y habría presidido Marcos de Quinto. Urquijo les niega además la auditoría de 2019 y el informe del experto que motiva la causa de disolución, y admite ante los accionistas la matriz se encamina a la liquidación. 

Un día antes, consciente de su destitución, el consejo había convocado otra junta para el 22 de diciembre, en la que sólo se nombrarían tres consejeros, todos con experiencia concursal. Y mientras siguen al mando del grupo como consejo de Abenewco 1. Los minoritarios planean presentar una alternativa y tomar el control de la filial, poniendo a De Quinto al frente de la misma, que aboga por un acuerdo de todas las partes. Ya hay contactos con los acreedores.

Antes, el 6 de diciembre, el contrato de refinanciación caducará, aunque puede prorrogarse, y su futuro es incierto.

La demanda judicial sigue su curso y mañana está prevista una vista para presentar pruebas. La última semana de este mes también será la vista de un arbitraje en el que Abengoa reclama 1.505 millones de euros al Estado y tiene visos de ganar.

El futuro de Abengoa sigue siendo muy incierto, pendientes de si logra salir del laberinto y evita otra vez la quiebra, mientras se lucha sin cuartel por su control y por lograr un rescate total del grupo y no sólo de las filiales.

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