Tribuna Económica

Gumersindo Ruiz

La DGT necesita mejor gobernanza

No se sostiene aquí una liberalización de las normas de tráfico, pues es un asunto donde están en riesgo personas, pero sí que el funcionamiento de la Dirección General de Tráfico (DGT) necesita mayor control del poder legislativo. El paso de la legislación básica de tráfico a las resoluciones de la DGT está lleno de arbitrariedad, y se interpreta, quita y pone e inventa. Tenemos, por ejemplo, una maraña confusa de innecesarias señales de tráfico, y otra de altibajos en la velocidad permitida, donde a veces no se sabe a qué velocidad ir, y en la que caen conductores desventurados. Se dice que entre el 14% y 18% de los accidentes son por velocidad inadecuada y que una reducción del 5% en la velocidad baja un 20% los accidentes fatales, pero no sabemos si habría que pasar de 50 km/h a 47,5 km/h, de 120km/h a 114 km/h, o de forma caprichosa poner 30 km/h porque en Oslo y Helsinki, cuyo tráfico nada tiene que ver con el nuestro, se ha hecho así. En fin, sancionar por algo que cualquier buen conductor sabe que es útil (permitido en el Artículo 21.4 de la Ley y no respetado por la DGT), como disponer de 20km/h más cuando se adelanta, no tiene ningún sentido, pues a veces una velocidad excesivamente baja y no alta es lo que causa accidentes.

Una lista de objetivos incluiría entre otros los siguientes. Primero, la información de la DGT es muy endeble cuando trata de justificar una relación causal entre sanciones y accidentes concretos; los legisladores necesitan dictámenes estadísticos independientes que no estén sesgados por el discurso secular de las autoridades de tráfico. Segundo, habría que saber si se sanciona más frecuentemente velocidades bajas, por ejemplo, de 88 km/h con límite de 80 km/h porque es más fácil y no se suele recurrir, que otras más elevadas, que llevan a más accidentes. Tercero, la DGT debe siempre demostrar y no suponer, que su finalidad no es recaudatoria. Cuarto, todos los controles fijos y móviles de velocidad han de estar bien indicados y con propósito disuasivo; poner como marca de un radar: "Multanova" ya delata el propósito, y es una falta de respeto para el conductor. Quinto, hay que reducir las señales existentes, quitando volatilidad a las limitaciones de velocidad y simplificándolas. Sexto, la fluidez del tráfico debe compaginarse con el riesgo, y a veces son velocidades excesivamente bajas y no ligeramente altas las que causan accidentes.

Las medidas legales contra el Covid-19, que lleva 1.800 muertos por millón de habitantes, han sido recurridas por algunos, y contradictoriamente interpretadas por los jueces, en nombre de una supuesta libertad individual. Los accidentes de tráfico causan anualmente unos 30 fallecidos por millón de habitantes (40 de media en la UE), y aunque todos los esfuerzos para reducirlos son pocos, y hay que penalizar con dureza las conductas irresponsables, es raro que esos mismos políticos ignoren al legislar este ámbito donde tan frecuentemente se vulnera el equilibrio entre el riesgo del tráfico, y el riesgo de la libertad de la persona que conduce. Aunque quizás no sea éste su mejor contexto, me viene a la cabeza una copla que dice: "Qué grande es la libertad/y muchas veces cavilo/ que siendo cosa tan grande/ esté pendiente de un hilo".

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