Economía

Europa desde el optimismo

  • El ideólogo de la tercera vía Anthony Giddens cree que la UE tiene condiciones para liderar el mundo, pero sólo lo hará con reformas reales y un gobierno económico común.

Lord Anthony Giddens es, aparte de Premio Príncipe de Asturias de 2002, sociólogo, uno de los mentores de la tercera vía de la socialdemocracia británica, antiguo director de la Londol School of Economics y europeísta convencido.

Ayer participó en la sede de la CEA en el ciclo de conferencias Economía y sociedad, que organiza la Escuela Andaluza de Economía. En un momento en el que Europa como idea se tambalea, en el que se abre aún más la brecha entre el norte y el sur, en el que el euro es puesto en duda por los mercados, y en el que se fortalecen los movimientos de extrema derecha, el británico Giddens lanzó un mensaje de optimismo. Dijo que, ante el nuevo mundo que viene, en el que se replanteará el modelo de crecimiento a favor de las energías limpias y la reducción de emisiones, Europa se encuentra en mejor posición que cualquier otro centro económico. El cambio climático y la menor dependencia del petróleo cambiarán el transporte, la construcción, el modo de vida, y, según Giddens, "debemos ver las oportunidades de crecimiento". Cita, como ejemplos, el desarrollo del coche eléctrico o la revitalización de los centros históricos. "El capitalismo de Estados Unidos, basado en el crédito barato, no es el futuro; y China, donde un tercio de su territorio es desierto, tampoco", dijo, y concluyó: "No voy a renunciar a que el sueño europeo pueda ser realidad; tenemos la posibilidad de transformar la economía de Europa para los próximos 25 años".

Ésta es la cara buena: Europa, por ser estandarte de una economía más humana, es un "proyecto maravilloso" que puede liderar "una civilización más cosmopolita, global". Pero hay riesgos, incluso, confiesa Giddens, de "colapso real". La UE vive una crisis profunda, que va mucho más allá del financiero. "No debemos echar la culpa exclusivamente a los bancos o a la recesión; hemos creado los fallos en nuestros propios países", dice. Por ejemplo, la Estrategia de Lisboa, nacida en 2000, preveía una Europa más competitiva basada en la economía del conocimiento. "Su impacto ha sido mucho menor del esperado, muchos países no estaban preparados, arrastraron los problemas y no adoptaron reformas estructurales". Otro pacto, el Tratado de Lisboa, "iba a solucionar la incapacidad de la UE para hablar unida, con una voz única". Pero no. "El Tratado empeoró la situación porque introdujo tres líderes y los dos nuevos puestos tenían un perfil bastante bajo. Creamos un liderazgo más complicado".

Otro lastre: lo que Giddens llama la Europa del papeleo. Es decir, la producción ingente de "documentos, proyectos, pilas de papel, que no se traducen en "trabajo práctico sobre el terreno". "Si esa Europa del papeleo está muy lejos de la realidad, eso afecta al progreso, al papel de la UE en el mundo", afirma Giddens. Mientras mantenga esa actitud, asegura, los mercados seguirán desconfiando del euro, por lo que llama a acometer las reformas estructurales en la práctica y a fortalecer la gobernanza económica. Un ejemplo de las decisiones sólo teóricas de Europa es, dice el Príncipe de Asturias de 2002, la aplicación del fondo permanente de rescate a partir de 2013, que es lo mismo que "pedir a los mercados que esperen dos años". "Yo abogo por medidas más radicales y rápidas".

Los mercados, añade, deben confiar más en los planes de recuperación europea y hay dudas, sobre todo, sobre la recuperación del empleo. Como solución, Giddens propone un mercado laboral flexible. Un modelo "congelado o con obstáculos sitúa a los que ya trabajan dentro del sistema y fuera al resto; los escandinavos han demostrado que los mercados laborales flexibles son compatibles con la justicia social. Y no sólo eso: son una condición previa". También reclama el regreso a los sectores productivos, algo que Giddens reconoce que es "complicado" por la competencia de China o la India. Su apuesta, sin embargo, es que a partir de 2015, desaparecerá la brecha salarial entre los emergentes y las economías desarrolladas, y si Europa se plantea ya retomar el proceso productivo puede tener una ventaja competitiva.

Plantea, por último, un replanteamiento de la naturaleza del crecimiento en el que el PIB esté mucho más vinculado a "la satisfacción de la gente", la ecología y las actividades que generen beneficio social.

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