Economía

El Himalaya de 2011

España cerrará 2010 con un crecimiento raquítico del PIB, tasas de paro que aún vislumbran su tope como un alpinista ante el banderín del Himalaya, ingresos medios un 3% inferiores a los de 2009, ahorro familiar a la baja y precios alcistas. El conjunto convierte en ineludible una afirmación que hasta hace poco algunos considerarían malintencionadamente agorera: el país abandona su túnica púrpura de economía aventajada para abrigarse con una simple capa de estopa. España es hoy más pobre que ayer pero quizás menos que mañana.

El nuevo curso también impondrá fuertes deberes al Estado, que hará frente a vencimientos de deuda pública con intereses en máximos históricos, y obligará con toda probabilidad al Gobierno a reforzar los recursos del FROB con hasta 30.000 millones extra, puesto que el capital inicial está prácticamente agotado y aún quedan cajas -las catalanas se perfilan en el horizonte- sedientas y necesitadas.

El capítulo de las reformas estructurales ha dejado la guinda para el final. El retraso en la edad de jubilación de 65 a 67 años separa a PSOE (a favor) y PP (en contra). Y nadie se atreve a descartar más subidas de impuestos mientras los mercados insistan en su presión asfixiante a la periferia del euro. El ladrillo todavía no ha resucitado: la venta de vivienda nueva cayó un 3,2% el pasado año, mientras que algunos estudios avanzan que la usada cerró con un desplome del 3,8%. Y el stock de inmuebles sin dueño ni pretendientes sigue siendo descomunal. La industria pierde facturación y empleo; el turismo tampoco nada en oro. Está la balanza comercial, que carcome el déficit exportaciones/importaciones no por dinamismo sino por falta de consumo. Y quedan las renovables, esa gran esperanza blanca que apenas sabe dónde pone el pie en un escenario de fuerte incertidumbre alimentado en parte por la especulación y en parte por los bandazos del Ejecutivo. Sin sostén público, sin burbujas que nos mientan, España sólo puede encomendarse al tesón, la audacia y la imaginación del sector privado. Cinco años pedía ZP para armar el siguiente modelo productivo. ¿Cuántos hacen falta para cambiar una idiosincrasia?

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