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San Telmo Business School

Inflación 4.0

Una mujer sale de un supermercado con el carro de la compra

Una mujer sale de un supermercado con el carro de la compra

Bancos centrales y gobiernos se han visto sorprendidos por la rapidez, profundidad y persistencia de la actual inflación. Fue un error de diagnóstico catalogar la inflación como leve y transitoria. La inflación a la que se enfrenta el mundo es de nueva generación, provocada por causas y factores coyunturales, pero también por profundos cambios estructurales. Es una inflación de demanda y de oferta, en un escenario de convivencia del estancamiento con la subida de los precios. Un escenario desconocido que no experimentaba el mundo desde la estanflación de los años setenta del siglo pasado.

Ha sorprendido la velocidad de expansión y contagio a todos los sectores en un tiempo muy limitado. En una inflación ordinaria los efectos de primera vuelta se producen en un periodo de un año o año y medio. En esta ocasión el IPC subió once puntos en tan sólo seis meses y la inflación subyacente, que es más estable, lo hizo en casi cinco puntos.

Habitualmente las empresas tardan en repercutir el incremento de costes a los consumidores para no perder cuota de mercado. En esta ocasión la repercusión ha sido casi instantánea. La intensidad y globalización del incremento de los costes fue de tal magnitud que los empresarios se vieron obligados ante el hundimiento de los márgenes y no dudaron de que el traslado sería generalizado en todos los sectores, sin pérdida de cuota de mercado. El resultado ha sido una inflación superior a dos dígitos en España y algunos países europeos, y unos márgenes de beneficios empresariales que se han reducido pero en menor medida que el aumento de los costes. Algunas empresas han visto aumentar sus márgenes.

Entre las causas del lado de la demanda, ha habido consenso entre los economistas en que la demanda embalsada y el ahorro acumulado durante la pandemia fue el factor principal de la explosión de la demanda una vez que finalizaron los confinamientos. Pero el ahorro acumulado se está agotando y la inflación se resiste. También hay cierto consenso en que una de las causas han sido las políticas monetarias superexpansivas de los bancos centrales, que inundaron el mundo de liquidez para compensar los efectos deflacionarios de la crisis financiera y de la pandemia. Esa liquidez,

en gran parte acumulada en los bancos centrales y en mercados especulativos,cuando se ha dirigido a la economía real, una vez superada la pandemia, ha provocado una explosión de los precios.

Inflación secular

La profundidad y persistencia de la inflación, y su resistencia a las fuertes subidas de tipos de interés de los bancos centrales ponen en evidencia que hay otros factores y cambios estructurales provenientes de la oferta, que son la principal causa de la persistencia de la actual estanflación.La ruptura de las cadenas de suministro globales como consecuencia de la pandemia que disparó los costes, interrumpió las producciones, bloqueó los transportes y provocó desabastecimiento está produciendo un cambio estructural profundo en la localización de los aprovisionamientos, en los sistemas de distribución y en los procesos de introducción. Hasta ahora el criterio dominante era producir y suministrarse en aquellos mercados que generaran menores costes. La seguridad y fiabilidad de los países proveedores quedaba en segundo lugar. A partir de ahora la seguridad será prioritaria por encima de la eficiencia en costes. La reconfiguración, diversificación, relocalización, regionalización y acercamiento de las cadenas de suministro globales, será un largo proceso hacia un nuevo sistema productivo más seguro, pero más costoso, con impacto en la inflación de los diez próximos años.

Un segundo factor estructural que influirá en la persistencia de la inflación en los próximos años es la transición energética hacia una economía verde. Para que esta transición fuera neutral sobre los precios de la energía, el proceso de desinversión y destrucción de los combustibles fósiles tendría que ir acompañado por un proceso inversor y creador de energías renovables de igual o superior intensidad. Lo cual no está ocurriendo. Como consecuencia de la pandemia y de las expectativas empresariales del sector de combustibles fósiles la desinversiones en gas y petróleo han ido a mayor ritmo que la inversión y producción de energías renovables. El resultado está siendo que se dispara el precio de la energía fósil, agravado por la escasez provocada por la guerra de Ucrania, y el retorno temporal al carbón. Es la llamada “inflación verde”, que perdurará en los próximos años hasta que se alcancen los objetivos de descarbonización. Se calcula que el proceso de transición ecológica a nivel global necesitará un volumen de financiación de alrededor de 5,13 billones de dólares. Financiación que tendrá que realizarse en gran parte con deuda, pública y privada, proceso de endeudamiento que genera tensiones inflacionarias globales.

El envejecimiento de la población a nivel global y su impacto en la disminución de la población activa, la escasez de mano de obra un cualificada, las vacantes no cubiertas , el efecto de “la gran dimisión” tras la pandemia y el incremento de poder negociador de los sindicatos auguran un incremento de los costos salariales y una mayor indexación de los salarios .

Una nueva era

El mundo está transitando de una era deflacionaria, en la que imperaba el exceso de capacidad productiva de países emergentes, como China y países asiáticos, que garantizaba una oferta global elástica con capacidad de respuesta para atender cualquier incremento de la demanda global, con bajos costos salariales y una fuerte orientación a los mercados exteriores, garantizando una baja inflación global, hacia otro mundo más fragmentado económica y geopolíticamente, en el que el proteccionismo, la economía y la tecnología se utilizan como armas geopolíticas y militares. Un mundo en el que China se reorienta hacia el mercado interior, con salarios e inflación al alza. Un mundo menos seguro, menos eficiente y más inflacionario. Por último, el proceso de concentración empresarial y financiero al que está sometida la economía global se ha intensificado con la irrupción de las empresas tecnológicas, propiciando oligopolios globales con gran capacidad de fijación de precios, convirtiéndose en un factor más de generación de inflación global.

Frente a estos factores estructurales generadores de una nueva era de inflación, la esperanza está depositada en que la irrupción y convergencia de las nuevas tecnologías sea un factor de explosión de la productividad que compense y anule los factores inflacionarios, hecho que en las últimas décadas no ha acontecido

Los bancos centrales, conocedores de que las políticas de expansión de liquidez y subida de tipos de interés son ineficientes para combatir una inflación de costes, lanzan a los gobiernos una triple recomendación: primero, trabajar por un pacto de rentas que reparte el sacrificio de la inflación y evite la espiral precios salarios; segundo, que aborden políticas fiscales enfocadas y limitadas a los más vulnerables, que no anulen los efectos de la la política monetaria; tercero que acometan reformas estructurales para aumentar la productividad , el mejor antídoto contra la persistencia de la inflación . Por último que inicien cuanto antes la senda de consolidación fiscal. Mientras tanto, el BCE conocedor de las limitaciones de la política monetaria para combatir la inflación de costes, seguirá fiel a su mandato, aumentado los tipos de interés y restringiendo la liquidez lo que sea necesario hasta que la inflación este dominada, a pesar del riesgo de provocar una recesión.

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