ANÁLISIS

Por qué importa Adam Smith

  • El considerado economista más influyente de la historia defendía la libertad individual pero también el bienestar social y el papel del Estado

Por qué importa Adam Smith

Por qué importa Adam Smith

En su nuevo libro, Adam Smith. Qué pensaba, y por qué importa, el político conservador británico Jesse Norman plantea las bases morales de la sociedad comercial y de los mercados actuales, a la luz de los principios desarrollados por Smith (1723-1790). La relevancia de su obra, considerada el origen del pensamiento moderno sobre economía, sigue siendo tal que en una encuesta a 300 economistas de prestigio, preguntándoles por los economistas más influyentes, 221 han citado a Smith, y 134 a Keynes; en un repaso a revistas cualificadas de economía, entre 1930 y 2005, era el más citado, más que Marx, Marshall y Keynes juntos.

Sin embargo, sus ideas han sido con frecuencia utilizadas de manera sesgada, presentándolo como un defensor a ultranza del mercado y de la libertad individual sin límites. Es muy famosa la cita en que Adam Smith dice que cuando el carnicero, panadero, o vendedor de pescado nos proporcionan los productos que necesitamos, no lo hacen por ningún sentimiento altruista, sino por propio interés. De esta manera, persiguiendo el interés individual se alcanza el colectivo, lo que se complementa con su frase de la "mano invisible", que ajusta espontáneamente las operaciones en los mercados. Jesse Norman muestra que esto es una caricatura del pensamiento de Adam Smith, quien defiende las virtudes de la iniciativa privada y el mercado, pero matizando que su carácter virtuoso está unido a una justa distribución y bienestar social.

Igual ocurre en relación al papel del Estado, pues se ha presentado a Smith como un defensor de la libre iniciativa frente a la intervención pública, y Jesse Norman muestra también que para Smith un sistema de libertad natural requiere paz social, impuestos justos, evitar situaciones de monopolio y poder, y una administración de justicia tolerable. Estos principios no son abstractos, y se concretan en una sociedad cooperativa donde la línea de intervención del Estado cuando se tuerce el curso natural de las cosas, es una línea borrosa. Por otra parte, como decía Smith, las sociedades comerciales necesitan estados fuertes y a la vez flexibles, que proporcionen las estructuras económicas, políticas, sociales, y legales para que la sociedad funcione. Estos estados fuertes se complementan con sólidas instituciones privadas.

La vida de Adam Smith (1723-1790) es de muy poco interés biográfico, pues salvo que fue raptado durante unas horas por los gitanos cuando tenía tres años, nada especialmente llamativo le ocurrió. Por su biógrafo Dougald Stewart sabemos que era una persona amigable, de salud delicada, estatura algo superior a la media, vida serena, enormemente despistado, y muy celoso de su imagen moral e intelectual, por lo que antes de morir hizo quemar todos sus escritos no publicados, y papeles privados. Su padre murió antes de él nacer, y vivió siempre con su madre -no se casó-. Entre las pequeñas anécdotas sobre el entorno de su infancia está que la familia de uno de sus mejores amigos tenía una fábrica de alfileres, de donde sacó Smith el famoso ejemplo de la eficacia y aumento de productividad que supone la división del trabajo. Para dar idea de cómo era respetado se cuenta que en una ocasión entró en una reunión, convocada por el ministro Pitt, quién se levantó con todos los presentes; esto confundió a Smith, y les pidió que se sentaran, a lo que contestó el ministro que sólo cuando él estuviera sentado, "pues todos allí -y él el primero- no eran sino discípulos suyos".

Smith -que tenía un extraordinario dominio del lenguaje- decía que "cuando el sentimiento de quien habla se expresa de manera limpia, clara, llana e inteligente, y la pasión o afección que posee o intenta, por simpatía, comunicar a quien lo escucha es transmitida de forma sencilla e inteligente, entonces y solo entonces, es cuando la expresión tiene toda la fuerza y belleza que el lenguaje puede darle". Esta frase, "por simpatía", es clave en el sistema de comunicación y entendimiento social de Adam Smith, pues su originalidad está precisamente en no tomar el individuo aislado, sino moldeado por la dinámica social; sus preferencias y comportamiento siguen las posibilidades y restricciones en el mercado: legales, normas sociales, mejores infraestructuras y comunicaciones, disrupciones temporales o permanentes, gustos y comportamientos de los demás. Dicho esto, el comercio debería ser, en principio, beneficioso para las partes implicadas, lo que le hizo defender -política y económicamente- las ventajas de la unión de su país, Escocia, a Inglaterra.

Aunque las políticas económicas actuales son diversas, sí es verdad que la crisis financiera y económica ha introducido cambios en el estado de bienestar, justificadas o no por políticas de austeridad; asimismo, se han fortalecido compañías y sectores en detrimento de otros, nuevas clases y tipos de trabajo, y la concentración de beneficios, rentas y riqueza. Además, se han producido estos cambios entre naciones y dentro de las mismas. El actual conflicto arancelario nutre sus raíces en estas transformaciones. Hay, en fin, una lectura por Jesse Norman sobre los monopolios de información de las compañías tecnológicas actuales, cuyas bases de datos deberían abrirse a la competencia, al igual que se hizo en el pasado con algunas grandes compañías del petróleo, comunicaciones e informática. Todo ello añade actualidad al pensamiento de Adam Smith, defensor infatigable de la libertad individual en mercados auténticamente libres; optimista, pero no ingenuo; con ideas fundamentales, y a la vez un análisis complejo de la realidad; y para el que la ética y moral personales se forman con la vida en común, en sociedades armoniosas y justas.

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