Análisis: Pedro Rodríguez Delgado, presidente de la ASA Andalucía

El valor del agua como un bien común para todos

  • La ciudadanía tiene que evolucionar hacia un mayor conocimiento y concienciación sobre la importancia real de este bien básico esencial y Derecho Humano universal.

Una niña disfruta del agua tras varias jornadas de escasez en Venezuela.

Una niña disfruta del agua tras varias jornadas de escasez en Venezuela. / Rayner Peña

Con motivo del Día Mundial del Agua (DMA) debemos recordar un año más y en primer lugar que, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), continúa siendo toda una prioridad, perfectamente recogida y justificada además en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 6, el acceso al agua potable y la garantía de suministro y saneamiento para toda la población de aquí a 2030, en condiciones de suficiencia, calidad, salubridad, aceptabilidad, asequibilidad, igualdad y equidad.

Sin embargo, hablamos de un recurso tan necesario como valioso y comprometido, y como tal requiere de eso mismo, compromiso y responsabilidad por parte de los diferentes actores que interactúan de un modo u otro en este escenario, es decir, todos y cada uno de nosotros, desde las entidades gestoras que damos servicio a más del 80% de la población andaluza, como la propia ciudadanía que ha de evolucionar hacia un mayor conocimiento y concienciación sobre el valor real de este bien básico esencial y Derecho Humano universal, que ha de ser necesariamente sostenible.

Una cuestión de acceso universal

Y es que la ONU reconoció en 2010 el "derecho al agua potable y el saneamiento como un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos". Conectando directamente con el lema del DMA 2019, nadie debe quedarse sin acceso por cuestiones tan fundamentales como la etnia, el género o la edad, pero tampoco por otras más complejas como el crecimiento demográfico, el factor del cambio climático o las dificultades económicas actuales, principalmente en el contexto económico y social de las personas más desfavorecidas. De ahí los múltiples mecanismos y sistemas que, desde hace décadas y través de los servicios sociales de los ayuntamientos, articulan las empresas operadoras de los servicios de aguas para que este bien común y de titularidad pública quede garantizado a todos los ciudadanos.

Pero para asegurar esa disponibilidad, como recurso vital que es, también en todos los casos resulta igualmente prioritario la disposición y el mantenimiento de un parque de infraestructuras acorde a la realidad actual, el cual permita avalar precisamente ese derecho universal a un servicio de calidad y sostenible, tanto en el presente como para las generaciones futuras.

El Día Mundial del Agua 2019 debería servir para planificar un futuro más óptimo.

¿Qué seguimos necesitando para ello? Claramente, ser capaces de materializar un esfuerzo inversor continuado tanto para acometer la renovación de infraestructuras como para la construcción de otras nuevas, permitiendo con ello alcanzar los objetivos humanos, sociales y medioambientales y la sostenibilidad de los servicios.

Algunos países del norte de Europa ya avanzan de hecho en este sentido hacia la recuperación de costes, de acuerdo con los establecido por la Directiva Marco del Agua. En España, al igual que en años anteriores, se incrementa el déficit de inversión para la consecución de este objetivo y siguen envejeciendo las infraestructuras del agua. Por tanto, para poder actuar positivamente en este panorama y evitar el posible riesgo de mermar o perder los nivales actuales de calidad de los servicios de abastecimiento y saneamiento, la solución pasa por adaptar responsablemente los costes del servicio garantizando así su sostenibilidad.

Si bien la ONU recomienda la utilización eficiente de los recursos hídricos en todos los sectores, para garantizar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua dulce, tampoco podemos olvidar la imprescindible sostenibilidad económico-financiera, y hemos de ser capaces de abordar la situación actual y los retos futuros para hallar la fórmula de una gestión eficiente y justa del agua a través de un equilibrio social, económico y ambiental de los servicios del agua y su integración. 

En España hay un déficit de inversión y las infraestructuras siguen envejeciendo.

Junto al bloque de la sostenibilidad y la puesta en valor de la gestión patrimonial de infraestructuras, otra de las patas de la mesa es sin duda la ciudadanía que, si bien al fin y al cabo es la razón de ser última del servicio, no cuenta hoy con el grado deseable de información, concienciación, compresión y aceptación social del valor real del agua y la inapelable sostenibilidad del servicio en condiciones de garantía y calidad. Por ello, debemos seguir trabajando todos para la implicación y participación ciudadana en las políticas de aguas; y la implementación y consolidación de nuevas canales de comunicación e interacción, que acerquen el conocimiento del agua a la opinión pública.

Por último, quisiera reseñar la significancia de una estrategia bidireccional clave que enlace ambas partes de la cadena (empresa suministradora y ciudadano como usuario final del servicio), apelando a la continua optimización de los recursos hídricos mediante la excelencia en la gestión del agua, y promoviendo el uso y consumo responsable en el ámbito industrial o doméstico, a través de la concienciación y compromiso ciudadano.

El agua, como elemento nuclear y articular de cualquier entorno y territorio, y piedra angular para el desarrollo sostenible, requiere de una gestión integral del recurso basada en políticas transparentes, eficaces, colaborativas y transversales, adaptadas al medio y al escenario climático en el que vivimos, capaces de atender la realidad social de unos ciudadanos que han de incorporarlo y entenderlo como algo propio en su vida diaria. Debemos esforzarnos por comprender y hacer comprender a todos la importancia del agua, lograr una mayor concienciación y que no se desperdicie una sola gota.

El agua propicia el bienestar de la población y eso es razón suficiente para seguir afanando a diario su gestión responsable, ética, eficiente, eficaz y solidaria en el presente y a futuro, apostando constantemente por la mejora continua de los servicios prestados mediante la innovación y el avance de las tecnologías del agua, desarrollando una estrategia progresiva de reutilización y economía circular, para poder garantizar así el acceso a este bien básico también a las generaciones futuras. Es también un compromiso de todos gestionar y planificar a futuro del modo más óptimo, inteligente y seguro posible, para construir hoy un mejor escenario del agua que poder legar a las generaciones venideras.

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