la otra crónica

El votante emancipado

  • Lo que crece en torno a Podemos es una comunidad de seguidores, una 'nation fan' con vida propia que vigila y opina consciente de su poder al margen de la campaña tradicional y de los mensajes teledirigidos

USTED diría que El País es un periódico de izquierdas? Hace un año tuve la oportunidad de impartir un seminario sobre periodismo en Cuba, dirigido a estudiantes y profesionales en activo de Santa Clara, y quedé perpleja con su respuesta: todos coincidían en que era de derechas. No hubo ni una sola voz discordante. La campaña contra el régimen de Castro que había emprendido la prensa española tenía un coste. El mismo, deberíamos inferir, que lo tiene hoy la cruzada mediática contra el gobierno bolivariano de Venezuela.

En aquel momento hice un esfuerzo por contextualizar la realidad mediática de las empresas periodísticas españolas advirtiendo del impacto que había supuesto la tormenta perfecta de la crisis económica, de papel y de modelo en la prensa tradicional. Mi propósito era intentar matizar sus posicionamientos. Hoy, todo mi discurso ha quedado completamente superado por el pragmatismo de los mercados: el grupo Prisa está en manos de Liberty Acquisitions Holding Corporation, un amplio colectivo de inversores de Wall Street -desde Citigroup y Deustsche Bank hasta Morgan Stanley y Credit Suisse- y nada tienen que ver las ideologías con la mercancía en que ha transmutado la información. Es el "sistema".

Cuento esta anécdota para intentar comprender - no sé si justificar- la campaña de acoso y derribo que se ha emprendido contra Podemos y para alertar de sus consecuencias: no conozco ni a un solo fan de Pablo Iglesias que dude del sentido de su voto el próximo 26 de junio. Al contrario. Cuanto más se golpea al líder, más se convencen de que son intereses creados para mantener el "chiringuito de la casta", para perpetuar un stablishment que sólo beneficia a unos pocos. La campaña del miedo se transforma en un revulsivo para la participación, en una autoconfirmación del sentido del voto.

Hablo de "fans" premeditamente. Lo que crece en torno a Podemos es una comunidad de seguidores, una nation fan, con vida propia. Vigilan, analizan, comparten y opinan conscientes de su poder. Son una fuerza activa, creativa y transversal que ni participan en la campaña electoral tradicional ni se dejan sobornar con los discursos teledirigidos desde los aparatos de los partidos. Seguro que ninguna de estas variables forman parte de la cocina de las encuestas que llevan semanas alertándonos de las apocalípticas consecuencias de votar a la "izquierda radical". La movilización del electorado indignado, de todo ese descontento y cabreo que la formación morada ha sabido canalizar en tono a su sonrisa multicolor, se contagia de forma directamente proporcional al resentimiento visceral de la campaña de desgaste.

Gestionar la fuerza de los fans es una de las asignaturas pendientes de la industria cultural y, por supuesto, de la vida pública. Hace un par de años que La Vanguardia dedicó su suplemento Culturas a esta incomprendida figura que se ha situado en la cúspide de la cultura popular, que ha pasado de "prescribir", de ser "manejado por la industria" a ser consultado por ella: "El fan comparte, recopila y opina sin descanso. Hoy es una fuerza activa, creativa, a la vanguardia tecnológica y consciente de su poder, incluso en la espera política". En aquel momento se apuntaban las reflexiones de Dick Hebdige, Dan Graham o Henry Jenkins en torno a la cultura, el arte, la tecnología o la moda. Hoy las redes ocupan el espacio del efecto caravana y nada tiene que ver la idolatría alocada y la fascinación desbocada de un puñado de "fanáticos" con el poder fiscalizador y prescriptor de quienes participan activamente en el producto de la sociedad de consumo de masas.

Piense en su serie televisiva favorita, en su saga literaria de cabecera, pero trasládelo también al contexto de una campaña electoral. Del mismo modo que los fans han sustituido las pancartas en los aeropuertos por los foros digitales, los votantes mantienen su particular campaña virtual lejos de banderolas y mítines trasnochados que no tienen mayor utilidad que sacar músculo y convencer a los convencidos.

¿Están los partidos en la calle digital? Lo está Podemos. Con una expansiva comunidad de fans que contrarresta y ridiculiza en tiempo real cada uno de los ataques que llegan del sistema. Un sistema que aún no se ha dado cuenta de que los votantes se han emancipado.

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