El Rocío

Celebración de fe rociera

  • La misa de romeros celebrada en El Real tuvo un recuerdo especial del obispo de Huelva, José Vilaplana, al beato Papa Juan Pablo II por su visita a la Virgen · Cientos de rocieros soportaron altas temperaturas

La Romería del Rocío vivió ayer uno de sus momentos más importantes con la celebración de la Misa de Pentecostés, principal acto religioso que congregó a cientos de fieles en El Real de la aldea almonteña, junto al Santuario, bajo un sofocante calor. La ceremonia estuvo presidida por el obispo de Huelva, José Vilaplana, que instó a las personas congregadas a "tomar conciencia de nuestra misión como rocieros", recuperando el mensaje que el Papa Juan Pablo II, recientemente beatificado, llevó hasta El Rocío el 14 de junio de 1993, en la única visita pontifical realizada hasta el momento a la Blanca Paloma.

"En las raíces profundas de este fenómeno religioso y cultural aparecen los verdaderos fundamentos de la fe en Dios", dijo José Vilaplana durante la homilía, utilizando prácticamente las mismas palabras pronunciadas por Juan Pablo II. "Desde el balcón mismo del Santuario, el 14 de junio de 1993, -recordó el prelado- el Papa nos dijo que nuestra devoción a la Virgen, manifestada en la romería de Pentecostés, en nuestras peregrinaciones al Santuario y nuestras actividades con las hermandades, tiene mucho de positivo y alentador, pero se le ha acumulado también el polvo del camino, que es necesario purificar".

El obispo de Huelva siguió recordando las palabras del Santo Padre, apuntando que "desligar manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a una mera expresión folclórica, sería traicionar su verdadera esencia". E hizo suya la invitación realizada entonces "a hacer de El Rocío una verdadera escuela de vida cristiana" porque "es la fe cristiana, la devoción a María, el deseo de imitarla, lo que da autenticidad a las manifestaciones religiosas y marianas de nuestro pueblo". "Que bajo la protección maternal de María -dijo- la fe crezca y se fortalezca con la escucha de la palabra de Dios, con la oración perseverante, con la recepción frecuente de los sacramentos, especialmente de la penitencia y de la eucaristía. Éste, y no otro, es el camino por el que la devoción rociera ganará cada día en autenticidad".

"No cabe duda de que el mensaje del beato Juan Pablo II en esta aldea de El Rocío fue una intervención profética, que hoy debemos acoger de nuevo y llevar a la vida. Podríamos decir que quizá hoy es todavía más actual por la situación en que se encuentra nuestra sociedad, sumergida en una crisis moral y económica. La crisis moral lleva al relativismo y a vivir como si Dios no existiera. En esta situación, muchas personas se dejan llevar por formas de vida incompatibles con la vida cristiana. La crisis económica origina mucho sufrimiento y lleva a muchos hombres y mujeres a la desesperanza. Los cristianos no podemos permanecer indiferentes ante este panorama sino ofrecer todas las energías transformadoras que brotan del manantial del amor de Dios", añadió José Vilaplana.

La homilía destacó que la peregrinación de los miles de romeros cada año debe suponer para todos "un momento de renovación espiritual". "En la fiesta de Pentecostés -dijo- debemos beber en la fuente viva que es Cristo y afianzar las raíces de nuestra fe".

En este sentido, Vilaplana reiteró las palabras de Juan Pablo II sobre la importancia de los sacramentos y destacó la reciente apertura de las dos nuevas capillas del Santuario, la Penitencial, donde "podemos encontrar el abrazo misericordioso del Padre, que nos permite renacer de nuevo", y la del Santísimo Sacramento, "que nos recordará siempre la importancia de alimentar siempre nuestra existencia con el pan de vida que es Cristo".

"El día de su inauguración dije a los asistentes que una madre quiere ver siempre a sus hijos limpios y bien alimentados. También María, nuestra Madre del Rocío, nos quiere ver con el alma limpia y alimentados con el cuerpo de su hijo, que nos da vigor y fortaleza para vivir como auténticos discípulos suyos", aseguró.

José Vilaplana, antes de finalizar, quiso interceder por las personas que sufren el drama del paro y por la juventud: "Quiero, ante todo este año, pedir con vosotros por las familias que se encuentran angustiadas por el problema del paro, que sepamos estar junto a ellas, que aprendamos a compartir generosamente, que alentemos su esperanza para que no se dejen vencer por el desánimo y que encontremos caminos para que todos podamos disfrutar de un trabajo digno y estable. Además, quiero pedir este año especialmente por todos los jóvenes, los jóvenes de nuestras hermandades y los jóvenes del mundo entero, para que acogiendo la invitación del Papa Benedicto XVI a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, obtengan frutos abundantes de este acontecimiento de gracia, que arraigados y edificados en Cristo sean firmes en la fe".

Tras la homilía, la Hermandad Matriz de Almonte, a través de su secretario, Manuel Padilla, renovó los votos de fidelidad al catolicismo y a la Virgen del Rocío, también en nombre de las 108 hermandades filiales, cuyos respectivos presidentes y hermanos mayores escenificaron la adhesión desfilando ante el obispo para poner su mano sobre el Libro de Regla de la Matriz.

La misa estuvo concelebrada por el obispo emérito de Huelva, Ignacio Noguer, y el obispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez Sierra, además de los capellanes de las hermandades filiales. El coro de la hermandad sevillana de Bormujos puso la música durante la celebración, con momentos de especial emoción, como el canto de la Salve Rociera, o las sevillanas marianas populares, que pusieron el punto y final tras la bendición.

Dos horas después, con un Real lleno de fieles rocieros, muchos de ellos llegados por la mañana desde Huelva, finalizó la Misa de Pentecostés, abriendo la espera para la celebración del rosario a la medianoche, previo al salto de la reja y la procesión de la Virgen por la aldea, el momento más esperado por los devotos romeros.

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