Espido freire | Escritora

"No me creo a la gente que siempre está alegre"

"No me creo a la gente  que siempre  está alegre"

"No me creo a la gente que siempre está alegre" / belén vargas

Espido Freire (Bilbao, 1974) sigue ostentando el título de la autora más joven en ganar el Premio Planeta con Melocotones helados. Acaba de publicar su novena novela, De la melancolía (Planeta, 2019), un relato en el que sus protagonistas se ven marcados por la crisis económica. "La herida ha sido enorme y, además, no se ha curado aún. De hecho, mi gran miedo es que llegue una nueva crisis sin haber cicatrizado la anterior", afirma.

-"Mi nombre es Espido". ¿Cómo la llaman en casa?

-En casa, soy la Nena, porque soy la más pequeña. A veces, cuando se ponen muy formales, Nenita.

Para mí ser feliz es tener la conciencia tranquila, no anticipar y no recordar demasiado"

-¿Dónde ha viajado últimamente?

-Vengo de la Patagonia chilena. He estado a apenas unos centenares de kilómetros de la Antártida. Es impresionante. Es la segunda vez que hago ese viaje.

-¡Buen destino!

-He tenido una desconexión absoluta sin móviles ni televisión ni radio durante 6 días. La impresión de pequeñez y de soledad bien entendida que traigo no se la puede imaginar.

-¿Una soledad necesaria?

-Es imprescindible para todo el mundo, pero para los que trabajamos con cuestiones emocionales e intelectuales es básica. Desde la época clásica se habla de la biblioteca y el jardín, de tener un refugio físico y otro intelectual.

-¿Le sienta bien hablar de libros en la madrugada en la Cadena Ser?

-Hablo de libros a cualquier hora. La madrugada es tan buen momento... De hecho, a veces, es el mejor, porque se ha acabado todo el ruido.

-En un colegio de Sanlúcar de Barrameda han colgado una pancarta: "Leer es como besar".

-¡Cómo son los de Cádiz! No sé, porque yo aprendí antes a leer que a besar. Diría que besar es como leer. Para mí leer es como respirar.

-Publica De la Melancolía. ¿Hoy está mal visto estar triste?

-Sí. Hay una cierta dictadura de la alegría y de la exaltación de esa alegría, de una felicidad muy aparatosa.

-¿Del postureo?

-Llámelo postureo.

-¿Agitado por las redes sociales?

-No estoy tan segura. No creo que las redes sociales, que son culpables de muchas cosas, sean las responsables últimas de este postureo. Es más bien fruto de una sociedad productiva que necesita comprar y mostrar lo comprado.

-¿Hay que desconfiar de la gente que siempre está alegre?

-Sencillamente, no me creo a la gente que siempre está alegre. No es que desconfíe. Es verdad que hay personas que han nacido con esa capacidad, pero es una alegría diferente, es mucho más serena. En cambio, creo que se refiere a esa gente a la que todo le va bien siempre, pues qué suerte, ¿no? No es mi caso, desde luego.

-¿Tenemos reparos a pronunciar ciertas palabras?

-Sí, sí. Las enfermedades, la muerte y todas las palabras relacionadas con la pobreza. Son tres de los grandes tabús, aunque hay más. Esas tres palabras son terribles y lo son particularmente en el capitalismo, que se inicia ya con Dickens.

-¿Por qué elige melancolía y no depresión?

-Melancolía es una palabra mucho más antigua que depresión. Se acuñó en la época clásica con los griegos y la empleo en esa acepción. Es más sonora, es más bonita y significa lo mismo. Según la RAE, es una de las acepciones de depresión. Pero realmente, cualquiera que lea el libro sabe que estoy hablando de depresión. Además yo no lo oculto.

-¿Nos cuesta reconocernos depresivos?

-Es muy probable que así sea. De hecho, este libro nace de varias circunstancias en las cuales lectores anónimos me dieron las gracias porque yo hablé de mi depresión en la promoción del libro Para vos nací. Por entonces estaba recién recuperada después de cinco años de enfermedad.

-¿Por qué le llegó?

-Nunca se sabe del todo. Hay componentes genéticos, ambientales, agotamientos por haber soportado excesivas tensiones, ansiedades y angustias y, sobre todo, hay un estilo de vida que a mí me llevaba a ser muy exigente y ponerme muy al límite.

-¿Nos empujan a ese estilo de vida?

-Sí, pero además es que tiendo a eso. Me parecía que era parte de mi carácter y de mis virtudes. Pero llegó el día en que esa exigencia se volvió en mi contra.

-¿Y cómo salió?

-He tenido que aprender a funcionar de una forma diferente. No es fácil.

-¿Ahora para usted qué es ser feliz?

-Tener la conciencia tranquila, no anticipar y no recordar demasiado.

-¿Y por qué estamos tan perdidos?

-Porque no hay camino. Ahora sólo hay caminos que se bifurcan borgianamente. Pero no tenemos un único sendero.

-¿Cree que hoy la felicidad se compra en una tienda, como denuncia Bauman?

-La ilusión de la felicidad se compra en una tienda. Está comprobado que la felicidad no está vinculada al dinero, pero sí a determinados valores y dentro de ellos están la ostentación, la novedad, la diversión, la excitación que supone tener una cosa nueva...

-¿Hay esperanza?

-Mi libro está atravesado de luz y esperanza. Es una prueba de la confianza en el ser humano.

-¿Tenemos solución?

-Sí, tenemos soluciones, en plural. Quizás como sociedad seamos un desastre pero como individuos seguimos siendo semidioses.

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