fernando Arrabal. dramaturgo

"Querían ser mejores y se aliaron con la peste, con el comunismo"

-¿Qué le une con las letras andaluzas?

-Nací en Melilla, que entonces era provincia de Málaga. La nueva ministra de Educación de Francia, Najat Vallaud-Velkacem, habla español y nació a tres kilómetros de Melilla.

-La alcaldesa de París es gaditana...

-Y el que dirige el Gobierno francés es hijo del pintor Félix Valls, de mi quinta, buen amigo, que fue a Barcelona únicamente para que su mujer pariera allí.

-Ha hecho novela, teatro, poesía, cine, ópera. Sólo le falta escribir letras de sevillanas...

-He escrito coplas para mis siete óperas. Las arias de ópera son como coplas.

-¿Es un género de sí mismo?

-Es lo que decían Darío Fo o Jodorowski, que yo arrabalizo todo. Cuando vienen a verme a las tertulias que cada dos semanas organizo en mi casa, hay un momento de estupor. Tengo la impresión de que todos quisieran tener un padre condenado a muerte, quisieran haberle escrito una carta al general Franco o haber estado en la cárcel de Carabanchel. Darío Fo o Umberto Eco se muestran maravillosos, excesivos conmigo. La cultura siempre ha estado en las catacumbas, no es novedad.

-¿Qué es un Trascendente Sátrapa?

-Es el título que entregan los patafísicos y dadaístas. Me han nombrado rector insigne de la modernidad. Fui a entregarle el premio al arquitecto Oscar Niemeyer a Copacabana. Cuando fui a verlo, me recibió muy bien. Habría recibido bien a cualquiera porque nadie se acuerda de él. Me pidió que cantara con él la Internacional. Le dije que yo era anarquista y me contestó: "No te preocupes, sólo quedamos dos comunistas, Fidel Castro y yo". Se murió muy poco después. Voy a verlos y se mueren inmediatamente. Se lo entregué al francés Simon Leys y murió el 11 de agosto, mi cumpleaños. Mi youtube con Niemeyer lo han visto mil personas, el de la tele lo vieron más de un millón.

-¿Es el rey de la modernidad?

-Primero estaba Boris Vian, que le dio el premio a Picasso, después Ionesco y ahora yo. Pero no me hacen ningún caso. Me gustaría darle el premio a mis amigos Kundera y Ouellebecq, pero no tienen ninguna obra patafísica.

-¿Los poetas andaluces?

-Vicente Aleixandre fue testigo de mi proceso. Lo que dijo, que yo había alcanzado las más altas cumbres de la moral en mi literatura, suelen meterlo los editores en mis obras. Fue un proceso casi inquisitorial en las Salesas. El fiscal le pidió nombre y apellidos y Aleixandre empezó a decir un ditirambo sobre mí. El año que murió Cernuda, 1963, Topor, Jodorowski y yo creamos el teatro Pánico en París.

-¿Qué le une a Andalucía?

-Mi padre era cordobés y mi abuelo pintaba mejor que Julio Romero de Torres. A veces pienso que con mil años de diferencia, Averroes, Maimónides y mi padre jugaron en la misma plaza del Potro de Córdoba. Mi hermano Julio es el mejor retratista al óleo, pero estudió en San Javier. Fue cadete con el antiguo rey de España, Juan Carlos, y en Bilbao quedó campeón del mundo de acrobacia aérea. Un periodista dio una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre mi hermano, cada vez que pronunciaba su nombre la gente me miraba a mí y el periodista dijo: cada vez que dijo Arrabal me refiero a Arrabal el bueno.

-Más de uno pensaría en el título de su novela, La torre herida por el rayo, después del 11-S...

-Cuando Kasparov y Anand disputaron el campeonato del mundo de ajedrez en Nueva York, había tantos problemas de seguridad con el ruso y el indio que se celebró en el último piso del World Trade Center, lo primero que se llevó por delante el avión.

-¿Su torre está firme?

-Mi último cumpleaños lo he celebrado en Tromso, en el Polo Norte, donde se celebró el campeonato del mundo por equipos. Hubo una partida impresionante, un blanco de las Seychelles contra un negro de Rhodesia. El de las Seychelles era un suizo enamorado del ajedrez y de las Seychelles, llevaba ventaja, pero el rhodesiano hizo un movimiento genial. Su rival cayó, se produjo un ruido tremendo, había más de cuatrocientos jugadores, los de Israel y Estados Unidos corrieron a los váteres, creían que eran terroristas. Había muerto de pena. Qué buena muerte. Solamente fue triste durante un segundo, cuando comprendió que había perdido.

-Juan de Mesa esculpió el Cristo de la Buena Muerte que en Sevilla procesiona con la hermandad de los Estudiantes...

-Quien sabía de las malas muertes era Valdés Leal.

-Con tantas bicicletas, ¿su cementerio de automóviles forma parte del paisaje?

-En Brasil el cartel de la obra es un cartel turístico.

-¿Qué distancia hay entre la gloria y el olvido?

-La que tuvo que recorrer Tristan Tzara. El primer autor de la modernidad, autor de siete manifiestos Dadaístas, la prensa ignoró su muerte. A la semana, apareció en el semanario que dirigía Louis Aragon la noticia de la muerte de "un militante comunista". Fue el terrible peso de esos hombres, querían ser mejores y para eso se aliaron con la peste peor del momento, el comunismo, con Stalin. Aplauden el asesinato de Trotsky, que no era mal poeta. Hay un libro que se titula Confieso que he vivido que debió titularse Confieso que he matado.

-¿Se siente más valorado en Francia que en España?

-¿Sabe por qué los conozco a todos? Porque he jugado con todos al ajedrez: con Marcel Duchamp, con Ionesco, con Man Ray, con Beckett, con Gala, que jugaba más que Dalí, pero no mejor. Con todos menos con André Breton, que odiaba el ajedrez, la ciencia y la música, de la que decía que era el peor ruido. También odiaba la novela, aunque escribió la mejor.

-¿El ajedrez es literario?

-Nunca los separo. Una vez fui a la Feria del Libro de Porto Alegre con Mario Vargas Llosa. Como siempre que viajo, me prepararon una partida simultánea con más de cien personas. Les pedí que fueran rivales flojos. Llegó Vargas Llosa y preguntó por Arrabal. Entró en el salón y me vio enfermísimo, en una silla de ruedas empujada por una mulata preciosa y despampanante. Las simultáneas son agotadoras.

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