francisco negro. dramaturgo, director y actor teatral

"A Quevedo se le quedaría corto Podemos, sería más extremista"

-Estudia en Oxford y luego se consagra a Cervantes.

-Tuve estudios en Literatura, que era realmente mi vocación temprana. Empezaron a encargarme adaptaciones teatrales y desarrollé una vocación especial por los textos clásicos. Buceando más en el teatro áureo, la vocación se fue convirtiendo en pasión. Y de Shakespeare a Cervantes hay un solo paso, muy breve y muy gozoso. Hice adaptaciones especializadas en rescates de piezas del teatro burlesco del Siglo de Oro, y eso ya me llevó a profundizar aún más.

-Con Morfeo Teatro.

-Mi compañía es un poco heterodoxa porque recupera textos que no son habituales. Queremos mostrar así singularidades de Quevedo o Cervantes, y de otros autores también, en su dimensión más humanista, que se encuentra en otro tipo de escritos.

-¿Cómo sería la historia si Shakespeare fuera español y Cervantes británico?

-La misma, pero cambiando de nombre. Uno tendría monumentos espléndidos y homenajes de primer nivel, y al otro intentaríamos sacarle a la luz entre unos cuantos en su centenario. La comparativa es un poco cruel para nuestro gran genio porque los españoles no apreciamos en toda su real dimensión el Siglo de Oro y Cervantes.

-¿Dejará algo bueno este cuarto centenario?

-Todo deja algo bueno, aunque sea refrescar la memoria de los ciudadanos y recordar el nombre de un autor patrio. Y alguno que otro se habrá dignado a comprar una edición de El Quijote, aunque sea para tenerla en la estantería de su casa.

-El valor del Siglo de Oro es incalculable para España.

-Es de un prodigio asombroso. En los siglos XVI, XVII e incluso XVIII se produjo una corriente cultural y económica tan importante que no tuvo parangón. Cuando en España, en el siglo XVII, había casi 300 corrales de comedia en pleno funcionamiento, dando espectáculos, en otros países europeos como Francia estaban todavía los cómicos trabajando encima de carretas.

-Y no había IVA entonces.

-Pero fue una industria que produjo muchísimos beneficios económicos al país. El 30% de la taquilla en los corrales de comedia los recaudaba el clero y se invertía en los primeros hospitales de la época. Eso deja ver la cantidad de negocio que movía y, sobre todo, la cantidad de cultura que se movía por todo el país y que se exportaba. Lope y Calderón entablaron numerosos pleitos contra autores británicos y franceses por plagio. ¡La cultura ya entonces se exportaba y hasta había plagios! Era un cruce cultural inmenso, de dimensiones astronómicas.

-En 400 años sólo ha bajado 9 puntos el gravamen.

-Mejor no decirlo, no sea que vuelvan al 30%. Aunque, a poco más de dos puntos de rebaja por siglo, a lo mejor en cuatro más estamos como Francia. Realmente, es una vergüenza en este país, bromas aparte, el IVA cultural. Es muy difícil hacer negocio con la cultura y que sea rentable, pero no por eso debe dejar de existir. El IVA es un gravamen fiscal que daña mucho a todas las empresas que trabajan en el ámbito de la cultura. Hace muy precaria su supervivencia; dejan de producir y baja el nivel cultural de los países. Y éste es síntoma de su prestigio internacional. Eso no le puede caber la menor duda a nadie.

-Los textos de Quevedo y Cervantes describen bien la España actual.

-En nuestros tres últimos montajes hemos hecho una reflexión sobre la obra política, humanística y social de ambos autores. Queríamos traerlos a la luz porque creemos que el pensamiento en su época es fascinantemente trasladable a nuestros días por la acidez, la mordacidad y, a veces, por el cierto paralelismo con nuestra sociedad, un tanto depauperada hoy en día en sus principios éticos. Y no solo en los españoles; en los europeos y en todo el mundo hay una crisis de identidad manifiesta.

-¿Tan poco ha cambiado España en 400 años?

-En ciertos aspectos, como el de la corrupción, digamos que ha mejorado. Ahora es muchísimo más refinada. Y en eso lo bordamos los españoles.

-¿Veríamos ahora a Quevedo en Podemos?

-Sería más extremista, se le quedaría corto. Él era un extremista intelectual porque era un hombre razonablemente pacífico; bohemio, pero intelectual y políticamente rabioso. Por sus discursos políticos acabó tres veces en la cárcel. Ahora no sé si le encarcelarían, pero habría sufrido otras consecuencias muy llamativas. Echo ahora mucho de menos a alguien así, de esa capacidad y de esa ironía desbordante, clarividente también.

-Hablaría de las negociaciones en el Congreso.

-¡Ya te digo! Una de las cosas que tiene Quevedo es que fue probablemente uno de los primeros periodistas que hubo en nuestro país. Entonces existía el cronista, pero el periodista sale de un cronista con sentido crítico y opinión, y en eso es uno de los mejores que hemos tenido en este país.

-¿Y qué escribiría Cervantes de la falta de Gobierno?

-Creo que La Numancia, por esas posiciones tan numantinas y tan aburridas que no llegan a ningún lado. Esta gente tiene que aprender a hablar y a concitar esfuerzos para el bienestar social. Es su obligación y parece que se les olvida.

-Y usted, mientras, con una compañía de teatro clásico en pleno dominio de Netflix.

-Afortunadamente, en teatro, la gente todavía nos sigue queriendo ver en directo y cada representación se convierte todavía en un acontecimiento único.

-¿Morfeo es una necesidad en estos tiempos?

-No sería tan arrogante para poner el nombre de mi compañía. Cualquier compañía de teatro en este país sigue siendo un pequeño milagro, y por eso también, creo, una necesidad.

-El retablo de las maravillas es su obra 12+1.

-Estamos con Cervantes; esperemos que no nos suceda ninguna desgracia. Estamos en su centenario y creo que nos cuidará un poco.

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