Sandra Barneda | Finalista Premio Planeta

"Hay que darse todas las oportunidades que sean necesarias"

La presentadora y escritora, Sandra Barneda.

La presentadora y escritora, Sandra Barneda. / D.S.

Sandra Barneda (Barcelona, 1975) compagina desde hace años su carrera como periodista y presentadora de televisión (Supervivientes, La Isla de las Tentaciones) con la escritura. Reír al viento, su primera novela, fue un fenómeno editorial muy bien acogido por la crítica y los lectores. Como autora, lleva más de 300.000 ejemplares vendidos con este y otros títulos, como La tierra de las mujeres o Las hijas del agua. Su última novela, Un océano para llegar a ti, le ha valido este año ser finalista del Premio Planeta.

–Entre todos los rincones del mundo, el escenario de esta novela es un pueblo de la sierra de Gredos, Candeleda.

–Es un pueblo cercano a Madrid. Rezuma una belleza que necesitaba para la historia, lo llaman la pequeña Andalucía por el carácter de la gente, pero también la pequeña Suiza, por la vegetación y lo abrupto de la altura. En muy poco terreno, tiene una diferencia de altitud de 1500 metros. El nombre, además, es muy evocador, muy literario, así que empecé a investigar. Lo visité más veces, me presentaron a gente que contaba historias del pueblo, las tradiciones, me enseñaron fotos antiguas, parte de las montañas...

–”El futuro no está en las ciudades, sino aquí”, dice uno de los personajes. Un pensamiento que, como sociedad, está arraigando.

–Yo creo que la tendencia entre campo y ciudad se va a equilibrar mucho más. Los tiempos del pueblo van mucho más acordes con nuestros tiempos, toda esa tendencia de fijarte en lo que comes, de kilómetro cero, de ir sin prisas, de medir la calidad del aire, de las placas solares y la autonomía, el reciclaje.... Todo gira hacia una vida más hacia lo natural. También está el tema de la importancia de la mujer rural, que ha recuperado las artesanías y los productos de la tierra, y que en ocasiones ha impedido que determinados métodos o productos hayan desparecido, y que traté también en La tierra de las mujeres... Los pueblos equilibran mucho la balanza de nuestro mundo y, aunque los tenemos presentes, no somos conscientes de la labor que hacen, y quería que el personaje de Candela, que es una chica joven que se quiere quedar, al contrario que todos los demás, le diera un homenaje al pueblo, con esa voz excéntrica que le da el toque de color.

–La visión urbanita también puede idealizar lo suyo. Muchos podrían decir que pueblo chico, infierno grande.

–Al final, que te pongan cara o que sepan tu nombre tiene su parte buena y su parte mala. En las ciudades, todo es demasiado impersonal, aunque ahora se esté reivindicado el tema de los barrios y de los negocios de cercanía. Un sitio es realmente tuyo cuando te pueden servir lo que desayunas.

"Aunque no los tenemos presentes, los pueblos equilibran mucho la balanza en nuestro mundo"

–El tema de la pérdida es el que pone en marcha la trama. Los diferentes tipos de pérdida tocan, en estos tiempos, especialmente de cerca.

–Por un lado, la historia habla del océano metafórico invisible que puede llegar a existir entre dos personas que se quieren, y cómo de mal nos comunicamos. Cómo vamos creando océanos que a veces son muy difíciles de cruzar, y sólo con amor podemos hacerlo. La pérdida es el catalizador y, de alguna forma, lo que he querido hacer es un homenaje a la vulnerabilidad. Al final de la historia, todos los personajes consiguen arañar, digamos, un pedazo de vida. Es una especie de roadtrip emocional en una familia que podría ser contemporánea de cualquiera, y que trata temas universales como el distanciamiento entre familiares o seres queridos, las ausencias por malentendidos, por haber silenciado demasiadas cosas.

–En ese ritmo acelerado del que hablábamos, no parece que tengamos tiempo para asimilar nada de esto.

–Vamos muy acelerados externamente, pero internamente todo tiene su tiempo, y los tiempos internos van mucho más lentos. Aunque queramos, en según qué cosas no podemos correr.

–Una reflexión al respecto de esta historia es, también, si la gente puede cambiar.

–Creo que todos cambiamos, depende del momento en el que se está, de la evolución y de las cosas que te ocurren, nos modificamos. No somos los mismos que cuando teníamos 20 años: en todo eso influyen la suma de nuestras experiencias vitales y lo que vamos sintiendo. Pienso, de hecho, que hay un cierto estigma en eso de la segunda oportunidad, que queda como muy de película y demás: hay que darse todas las oportunidades que sean necesarias, y con los demás, todas las que sientas.

–Al igual que la pérdida puede llevar a encuentros, las crisis pueden ser sanadoras.

–Todas las crisis lo son. En el caso de mi protagonista en este libro, la muerte la hacer volver a sus raíces, reconectar con su infancia y ver quién era esa niña, como en un espejo, y responsabilizarse, tomar las riendas de la familia. Está en una situación en la que hay dos opciones, quedarse quieta o tirar del hilo y empezar a obtener respuestas. Todo esto hace que cambie también su actitud hacia la vida.

–Parafraseando a Tolstoi, todas las familias tienen secretos, solo que algunas los guardan mejor que otras.

–Sin duda que uno puede caminar con el peso de una mochila bastante grande, otra cosa es cómo se te puede quedar luego la espalda... Todo tiene sus consecuencias, y el precio de decidir soterrar las cosas es aceptar consecuencias aún más impredecibles de las que pensabas.

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