Andrés González Bellido | Catedrático de Orientación Educativa

“El acoso escolar deja secuelas en las víctimas de por vida”

Andrés Bellido.

Andrés Bellido. / Andrés Mora

Andrés González Bellido es profesor y catedrático de Orientación Educativa, psicólogo y uno de los referentes a nivel nacional sobre el tratamiento y la prevención del acoso en las aulas. No en vano, es impulsor y creador del TEI (tutoría entre iguales). Se trata de un programa que se aplica en más de 1.200 colegios en el que los alumnos se convierten en los tutores de los que están dos cursos por debajo para guiarles y ayudarles si tienen algún problema, previniendo casos de bullying. La eficacia de este programa ha sido recientemente reconocida por la prestigiosa revista científica International Journal of Environmental Research and Public Health, que recoge un estudio de la Universidad de Alicante que constata una reducción del ciberbullyng de un 39% y una disminución los síntomas de depresión de un 40%. Para más información consultar www.programatei.com

–Un chico se burla de otro durante el recreo. ¿Estamos ante un caso de bullying?

–Para que se considere acoso tiene que haber unos parámetros que son siempre los mismos. Que sea una acción repetida en el tiempo, que no se produzca un efecto de respuesta por parte de la víctima, y que provoque niveles de indefensión y humillación por parte del agresor. Por tanto, una situación que se produce de forma puntual nunca es acoso.

–¿A qué edad empiezan a surgir estos primeros casos de bullying?

–Hay una sentencia, tipificada hace unos meses, sobre una situación de acoso que afecta a un niño de cuatro años. No obstante, entre los expertos, el concepto de bullyng aparece cuando el agresor tiene conciencia de que hace daño a la víctima. Estas conductas empiezan a visualizarse ya en Primaria, a partir de segundo. Es cierto que antes hay comportamientos que hacen daño, pero la mayor parte de las veces no hay intencionalidad.

–¿Los colegios están preparados para abordar este tipo de situaciones?

–A nivel de profesorado casi ningún centro lo está. Actualmente, todos los colegios disponen de un protocolo de acoso escolar. Se trata de una herramienta insuficiente, ya que sólo sirve para intervenir, pero no para prevenir, lo que resulta fundamental. No hay ninguna comunidad autónoma que tenga programas de prevención integrales.

–¿Cree que debe implementarse un plan estatal para acabar con el acoso escolar pese a que las competencias sobre educación están transferidas?

–Es fundamental que haya un plan nacional que sea asumido por las comunidades autónomas, que esté evaluado y que tenga evidencias científicas de que funciona. No debe ser obligatorio en todos los colegios si no están maduros o no tienen la necesidad de aplicarlo. Pero lo que sí ha de ser imperativo es que en ningún centro haya acoso escolar. Si lo hay tiene que haber consecuencias porque se trata de una mala praxis de la dirección y del profesorado.

–¿Qué huellas deja el acoso en la víctima?

–Si es de mediana o alta intensidad, deja secuelas durante toda la vida. Esto no quiere decir que inhabilite a nivel vital, pero hay casos de personas que ahora tienen más de 30 años que siguen reviviendo el daño que sufrieron cada vez que pasan frente al instituto. La víctima se siente culpable y tiene la autoestima por los suelos.

–¿Qué perfil tendría un acosador?

–Es una persona que quiere imponer sus ideas, le cuesta mucho respetar las diferencias de los demás y necesita reforzar su nivel de autoestima respecto al grupo. Para ello, elige a una víctima cuyo nivel de competencias sociales y emocionales es inferior al suyo. La intención del agresor es la de herir a través de la exclusión o la agresión verbal o de otro tipo.

–¿Qué papel juega el resto de alumnos de la clase?

–Se trata del tercer actor, sin el cual jamás se produciría una situación de acoso. Los espectadores son la parte más importante, porque para fortalecer su rol, los acosadores precisan de su aplauso. Si los alumnos que presencian estos episodios no hacen nada, que es lo que sucede en la mayoría de las ocasiones, refuerzan la conducta del agresor.

–¿Por qué los testigos callan?

–Los insultos forman parte del paisaje social y muchas veces no se interviene porque se considera que son normales. Pero hacen mucho daño, y si no pregúntale a un niño que está gordito si le gusta que le llamen elefante. Eso que los alumnos quizá ven como un juego tiene que dejar de serlo.

–¿Entonces la prevención del acoso escolar debe centrarse en los espectadores?

–Para que se produzcan situaciones de acoso tiene que haber un entorno que lo permita. Es precisamente en este factor en el que se centra el programa TEI (Tutoría entre Iguales), en el que los alumnos son los principales protagonistas de la prevención. Si los espectadores son conscientes de que el comportamiento es dañino; si en lugar de callar, actúan, el acoso disminuye.

–¿La prevención persigue que sean los propios alumnos los que señalen con el dedo a los acosadores?

–Ese es uno de los objetivos que se marcan los centros escolares cuando implementa el TEI. Lo que se pretende es acabar con esa especie de prestigio social que tienen los acosadores entre sus compañeros y hacer todo lo contrario: desprestigiarlos de cara a los demás alumnos.

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