Entrevistas

"Mi firma no vale nada, tengo una sensación de soledad y de inutilidad"

-¿Cuánto tiempo dedicó al Ulises?

-A la traducción, siete años. Y desde 1976 lo he leído una vez por año, como mínimo.

-¿Alguna vez sonó James Joyce para el Nobel?

-No es un autor para Premio Nobel. El jurado no lo entendería.

-Hay una foto de Marilyn leyendo el Ulises. ¿Influida por su amante, el irlandés John. F. Kennedy?

-Sería por su marido, Arthur Miller. Dicen que es de un descanso del rodaje de Vidas rebeldes.

-Otra rubia, Grace Kelly. ¿Qué hacían tantos joyceanos, usted entre ellos, en la inauguración en Montecarlo de la Biblioteca con el nombre de la actriz?

-Porque su primer director, un tal Sandulescu, rumano, era joyceano. Aparte de eso, Grace Kelly era descendiente de irlandeses.

-¿Hizo las paces con el nieto de Joyce?

-El problema no fue conmigo sino con Cátedra, que pensó por error que ya habían caducado los derechos de autor. El nieto, a través de su representante, la famosa Carmen Balcells, ordenó a Cátedra que retirase la obra de las librerías y la destruyera. Stephen, su nieto, quería conservar pura la obra de su abuelo y el arreglo se hizo, como siempre, con dinero.

-La nueva novela de Vargas Llosa la protagoniza un irlandés...

-Ya he leído El sueño del celta. Nadie ha dicho que la historia de Roger Casement es una novela histórica, más histórica que muchas novelas de Pérez-Reverte.

-¿Molly Bloom es la prueba literaria del Gibraltar español?

-Joyce la trata como española. Españoles son sus recuerdos, su criada. Joyce nunca estuvo en España, pero se informó muy bien de Gibraltar. El primero que hace Gibraltar español es Joyce.

-Con tal de que no fuera inglés...

-Necesita que Molly sea de Gibraltar para representar las migraciones griegas y escitas que por el Mediterráneo hasta Irlanda recalaban en Gibraltar. Y Leopold Bloom representa las migraciones del Este que se dirigen al Oeste. Los celtas que llegan empujados por los hunos o por la hambruna. Depende del historiador.

-¿Lo hicieron irlandés adoptivo?

-En la Expo, cada vez que venía algún intelectual irlandés, Denis Rafter, comisario del pabellón de Irlanda, me invitaba a comer en Oriza. Una vez coincidí con Walter Soyinka, premio Nobel, y con Seamus Heaney, un irlandés que lo obtendría dos años después.

-Lo que no logró Joyce...

-Nunca leí a ningún Nobel con la intensidad con la que leí a Joyce. Con dos excepciones, Samuel Beckett y Saramago.

-Al portugués lo tenía cerca...

-Nunca hablé con él. Aquí había gente que por saludarlo ya se consideraban amigos de Saramago y querían presentármelo. Si me interesa un escritor, lo leo. No necesito hablar con él.

-¿Por qué le dedica la traducción del Ulises a su hijo Elías?

-Es el pequeño. Nació en el 90 y cuando yo estaba trabajando se metía por medio y me distraía, pero al mismo tiempo me hacía si cabe quererlo más. Trabaja de azafato de Ryan Air en Estocolmo.

-Joyce empieza el Ulises en 1914. ¿Para evadirse de la Primera Guerra Mundial?

-Se interesaba muy poco por la política. Se negó a firmar a favor de los republicanos en el conflicto español. En la última corrección del Finnegans Wake, que termina de escribir en 1939, aparecen palabras en euskera, eco sin duda de los bombardeos de Guernica.

-¿Irlanda es el parnaso de los vascos?

-La simpatía es mutua. Allí está un famoso refugiado al que le han perdido la pista. En una carta a su hijo, que veraneaba en la costa de Nueva York, utiliza la palabra basque, que es ambigua: también significa gandulear y tomar el sol.

-¿Cómo lleva el alejamiento forzoso de las aulas?

-Ha sido y está siendo muy duro. Tomé posesión de la cátedra de Sevilla el 14 de febrero de 1976, con huelga de controladores. De pronto no tengo contacto con los alumnos, mi firma académicamente no vale nada. Me gustaría organizar encuentros para hacer lo que he hecho siempre, llevar el mensaje de Joyce por todas las Universidades españolas y buena parte de Europa y Estados Unidos. Una forma de paliar esta sensación de soledad y de inutilidad.

-Alfonso Guerra presentó su traducción del Ulises. ¿Se ven?

-Tenemos una cierta relación. Me tiene en la lista de las personas a las que manda la felicitación navideña, que no son muchos. Yo soy el número 102.

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