Entrevistas

"La manera de proyectar la voz de Chavela es flamenca"

-Un cantaor que empezó en el carnaval y que ahora canta por Chavela Vargas. Vaya gazpacho.

-Siendo del barrio de La Viña, en Cádiz, es muy difícil no pasar por el carnaval. Empecé a cantar con diez años y pertenecer a una agrupación te enseña a estar en un escenario, a afinar, a distinguir voces. Eso sí, como no te salgas, te vicias la voz. Necesité tres años para quitármelo.

-¿Y lo de la dama del poncho rojo?

-Escucho música sudamericana desde chico, sobre todo a los cubanos viejos. Chavela fue para mí un descubrimiento. El Piensa en mí, La Llorona... Su manera de proyectar la voz me hacía llorar.

-A mí me pasa con Tom Waits, pero no oso.

-Si uno estudia el modo de interpretar de Chavela, su voz rota, descubre que es muy flamenca.

-¿Llegó a conocerla?

-No. Y lo lamento porque pude hacerlo. Cuando se fue, de tanto que sabía de ella, sentí como si se hubiera marchado alguien muy cercano a mí.

-Chavela coqueteaba con la muerte como con una vieja amiga.

-Era una chamana. No veía la muerte como algo negativo. Hablaba cosas preciosas de la muerte.

-Ahora se pegan por su herencia. Cosas de la muerte.

-Vivía con quien quería y donde quería. Llevaba siempre una maleta con cuatro cosas y una de ellas era una cruz de Isabel la Católica que le entregó Aznar, que, al parecer, guardaba con mucho orgullo, lo que es un poco contradictorio porque no creo que Aznar fuera precisamente su modelo de político. No tenía riquezas ni quiso tenerlas. Admiro de ella su voz, pero también su vida. Y, en fin, la batalla de su herencia muestra lo peor del ser humano y no creo que tenga mucho que ver con ella.

-Mucha gente pensará que es un oportunista.

-Llevamos trabajando en este espectáculo desde hace mucho. Cualquiera que me conozca lo sabe. Era una obsesión. Se retrasó un poco porque gané el premio del cante en Córdoba con el apoyo de mucha gente que había apostado por mí y comprendí que sería un desaire que después de haber ganado un premio de ese prestigio yo saliera por Chavela Vargas y no con un disco de flamenco.

-En La Viña hay un espíritu libertario muy a lo Chavela. Marca La Viña, ¿eh?

-Claro que marca. El barrio te da la enseñanza de lo bueno... y de lo malo para no hacerlo. La Viña es la esencia de un barrio, donde no se pierde el buenos días, el déjame un poquito de sal. Lo que se ha perdido en la urbanización se mantiene en el barrio. Y La Viña lo es.

-Y La Plazuela en Jerez. Usted no es de rivalidades.

-¿Cádiz, Jerez? No, por Dios, qué tontería. Mi bisabuela era de La Plazuela. Lo que habré aprendido de los artistas de Jerez: Paquera, Tío Borrico... Tengo con la gente de Jerez un trato muy cordial. La rivalidad es una cosa del fútbol y ahí sí. Si el Cádiz juega con el Xerez, que gane el Cádiz. Ahí se acaba mi rivalidad.

-Usted hizo la denostada fusión, se fajó en el atrás de compañías de baile...

-La fusión, con Levantito, me sirvió para cruzar esa frontera entre el carnaval y el flamenco, para educar la voz. Trabajar con Cristina Hoyos o Isabel Bayón te da seriedad, disciplina, asumir otros ritmos, estilos que no son los de tu tierra. Yo dominaba la alegría, la bulería, lo propio de aquí, pero en el atrás tienes que adentrarte en otros territorios, en los cantes del Levante, por ejemplo. Te pone las pilas. Es una gran enseñanza.

-Las grandes figuras del cante actual, Poveda o Mercé, se han convertido en flamencos de teatro. Rompen con el estereotipo canalla del flamenco. Usted parece seguir ese camino.

-Han dignificado mucho la profesión y le han dado un rango mayor demostrando, te gusten más o menos, que a lo más alto se llega con el trabajo.

-Y, sin embargo, usted se lanzó a cantar por Camarón, un hombre impulsivo, puro genio...

-Sale un Camarón cada mucho tiempo. Los Camarón, los Bob Marley, son gente de vida rápida, todo inspiración, que dejan una gran obra en poco tiempo. Hay quienes intentan imitarles en todo, también en la vida, y se estrellan. Los que no somos genios como Camarón no podemos dejarle todo el trabajo a las musas. Hay que trabajar muchas hora para que, precisamente, la inspiración nos pille en el tajo.

-¿Cómo llevan las musas la subida del IVA?

-Las musas no saben de IVA, pero el público sí. Es una barbaridad. ¿Cómo voy a cobrar diez euros más por una entrada con la que está cayendo? Da mucho miedo.

-Más si se piensa que el flamenco ha vivido mucho del dinero público.

-Siempre me he mostrado contrario a un exceso de tutela pública. Conozco cómo funciona el flamenco en Japón y Taiwán, donde he cantado. Ellos nos han demostrado cómo el flamenco puede ser negocio, saben cómo ganar dinero con él. Aquí no nos hemos enterado aún de que el flamenco puede ser rentable.

-Tanto el flamenco como el carnaval han perdido parte de su misión de denuncia por su excesiva dependencia de lo público.

-En el carnaval se pasan demasiado tiempo criticándose entre ellos, una endogamia que no lleva a ninguna parte. Salieron Los Currelantes, una comparsa muy crítica que no se escuchó tanto como otras más complacientes. En el flamenco ocurre un poco igual. Entiendo que sería una poderosa arma de protesta. No somos herméticos, nos pasan cosas. No podemos seguir viviendo de Lorca y Machado, que son magníficos, pero hay que contar otras cosas.

-¿Qué cosas?

-Que España es un país fraudulento, que unos pocos se apoyan en el sufrimiento de la mayoría para su propio beneficio, que hay que dignificar la vida de los desfavorecidos.

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