Ray Loriga. Escritor

"No sé si los mayores debemos decidir sobre un futuro que no nos pertenece"

Ray Loriga

Ray Loriga

-Rendición es la historia de un hombre que vive en un mundo que ya no es el suyo. ¿El libro nació quizás de su impresión de no entender su entorno?

-Escribir una novela es un esfuerzo por comprender el mundo. El libro habla de cómo, a cierta edad, con cierto bagaje, es difícil asimilar los cambios, los giros. En el aire circula una pregunta: si los que ya tenemos una edad, venimos de otra historia, ¿no seremos un estorbo del futuro, una piedra en el camino del progreso?

-Es simbólico que no se digan los nombres de los adultos, pero sí de los hijos, de los jóvenes.

-No es por ponerme cursi, pero es que ellos son el futuro. Y en casos como lo que ocurrió con el Brexit uno se cuestiona si debemos decidir sobre un porvenir que no nos pertenece. Cuando tienes 60, 70, 80 años tienes todo el derecho a opinar, claro, pero es curioso que los mayores votaran a favor de irse de la Unión Europea y sean los jóvenes los que van a tener que vivir eso. Estas preguntas están en el libro, pero uno ante todo intenta hacer literatura, no un panfleto.

-Por eso ha escogido a un personaje ambiguo. Podría haberlo perfilado como la víctima de un sistema opresivo, pero desde luego no se queda en eso.

-Yo que escribí un libro que se llamaba Héroes sé que mi protagonista no es un tipo heroico [ríe]. Te cabe la sospecha a cada rato de que pueda ser un miserable y un canalla. Tiene excusas para todo, no presta atención al dolor de los demás, de los gitanos o de los emigrantes, hasta que le toca a él... Algo que me gustaba es que ese tipo puedo ser yo, puede ser cualquiera, porque somos miedosos, tirando a mentirosos, valientes sólo cuando las circunstancias nos arropan.

-Esa ciudad transparente donde se desarrolla gran parte de la acción es una metáfora de la falta de privacidad a la que hemos llegado con las redes sociales.

-Supongo que acabaremos controlándolo, pero ahora mismo tengo la impresión de que es la herramienta la que nos está controlando a nosotros. Me preocupa el peso que ejerce en nosotros la mirada de los demás, nuestra obsesión por autodelatarnos, por geolocalizarnos, por contar desde lo más banal a lo más íntimo... Todo eso puede ser un problema para el asunto, tan serio, de nuestras identidades. Pongo el ejemplo de Los viajes de Gulliver.

-¿En qué sentido?

-Pues que en el país de los enanos somos unos gigantes, pero en el país de los gigantes, somos unos enanos. ¿No somos nada más allá del reflejo de nuestro entorno, de nuestro grupo? Si nos elogian nos encanta, pero si te hacen un dislike nos hunden. Cedemos tales parcelas de nuestra identidad y de nuestro criterio acerca de lo que somos que es peligroso. Me interesaba indagar en eso.

-Con el Premio Alfaguara está teniendo, y le queda, una promoción exhaustiva.

-Creo que tengo hasta noviembre, pero lo bueno es que ahora cambio de hemisferio, y me libro de este calor.

-Lo decía porque, hablando tanto del libro, ¿ha descubierto algo de su novela que no sospechara en un principio?

-Con Rendición, lo que me atraía era ver si algunas de mis dudas coincidían con las dudas de los lectores. Quería, desde la ficción, con un tono literario, ver si mis extrañezas coincidían con las de la gente. No quiero pecar de soberbio pero tampoco de falsa humildad, y me da que donde estaba apuntando es donde he dado más o menos. Que no significa que haya metido un gol, pero al menos no he roto el escaparate.

-Hace 25 años de su debut, Lo peor de todo, y ha conseguido la proeza de mantenerse.

-El otro día di con una imagen que es como me siento, que expresa lo que supone ganar el Alfaguara: esto es un rellano. Cuando estás subiendo da gusto parar en un rellano para tomar fuerzas, para poder seguir. No es que quiera más gloria, no quiero subir más, sólo continuar; este premio es más de lo que esperaba. He pasado 25 años viviendo de la escritura, con las novelas, los guiones, el periodismo, algo que es muy complicado, lo sé. He tenido altibajos, libros que me gustaban más igual han pasado desapercibidos, pero sería un idiota si me quejara. Cuando empecé en esto era un chaval, el sueño era ver un libro tuyo, no hacía falta que tiraran 20.000 copias, yo con una ya era feliz.

-Ese joven de los comienzos traía una mirada nueva, influida por la literatura norteamericana. Usted que se ha reinventado tanto, ¿se ha mantenido fiel a algunos referentes?

-En eso no he sido fiel. No es lo mismo lo que has leído a los 19 que a los 50, porque por mucho que te guste un libro no te pasas la vida leyéndolo. Tomando prestado el título de Houellebecq, yo he ido ampliando el campo de batalla, dando testimonio del lugar y el momento en el que estaba con cada obra nueva. Nunca usaré la palabra madurez, porque igual era mejor a los 20 años que ahora, pero desde luego soy un escritor distinto.

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