miguel ángel arráez. neurocirujano

"Los médicos no salimos a la palestra como los toreros"

-La medicina es un ámbito del que nos acordamos cuando truena. En Almería sí se ha tenido el gesto y le han otorgado el Escudo de la Ciudad...

-Me siento orgullosísimo. Este sentimiento es una mezcla de satisfacción y de cierto estupor, porque realmente no me considero acreedor de un reconocimiento de esta envergadura. Es una de las mayores consideraciones a la que puede aspirar un almeriense. Yo me considero un almeriense de pro y la satisfacción ha sido máxima. Más que por los méritos que pueda haber alcanzado, lo entiendo como una recompensa al sacrificio de varias décadas y al trabajo en equipo del grupo de neurocirugía del Hospital Carlos Haya de Málaga.

-Los méritos en su profesión salen poco a la palestra. Es curioso.

-La actividad del médico se debe encuadrar en su contexto profesional dentro de los hospitales, centros de salud o laboratorios de investigación y, en general, aunque el trabajo para la sociedad tiene una determinada repercusión que es fácil de reconocer, distamos mucho de saltar a la palestra como los futbolistas, los toreros o los cantantes. Eso es algo que tiene que ver con la dinámica de la sociedad. Tampoco es que me parezca mal. Las cosas son como son y tienen cierto sentido.

-Está considerado como uno de los mejores neurocirujanos a nivel mundial, ¿qué cualidades debe tener un médico que llega a esas cotas?

-Entiendo como una exageración este reconocimiento. Es muy difícil hablar de los mejores 10, 15 o 20 neurocirujanos del mundo. El ámbito de mi actividad ha estado ligado a la práctica de la neurocirugía en algunos terrenos de una cierta dificultad técnica como puede ser el de la cirugía de base de cráneo, que ha estado muy vinculada a la intervención de tumores que hasta hace muy poco se consideraban inoperables y se trata de operaciones que pueden durar hasta 19 horas. Eso hace que mi nombre, en representación del equipo, salga a relucir. El hecho de que tenga o haya tenido puestos de responsabilidad en determinadas sociedades y asociaciones de neurocirugía internacionales ha contribuido a generar un cierto efecto y son circunstancias que han influido.

-¿Es un error pensar en usted como un doctor encerrado en un laboratorio?

-La medicina me ha ofrecido esta posibilidad y ciertamente, ahora mismo, la mayor parte de mi tiempo, si hablásemos de porcentajes, la empleo en la asistencia con intervenciones quirúrgicas y en contacto con el paciente. Importante en mi día a día también es la docencia de pregrado en la Facultad de Medicina de Málaga, donde tengo una plaza de profesor asociado en neurocirugía. Soy el responsable del programa de formación de los MIR de neurocirugía en el hospital Carlos Haya y nuestro servicio es un centro reconocido por la federación mundial para la formación de neurocirujanos de extranjeros del tercer mundo.

-Acumula una ardua tarea para paliar la enfermedad del siglo XXI, pero, ¿se puede correr a la misma velocidad que el cáncer?

-Nosotros seguimos muy preocupados con el tema del cáncer y, dentro de mi especialidad, con los tumores malignos dentro del sistema nervioso. Es un extraordinario reto en el que hemos hecho algunas contribuciones. Nuestro equipo fue el primero en poner en marcha en España una técnica que permite aumentar el grado de extirpación de estos tumores para prolongar la supervivencia, aunque, desgraciadamente, no la curación. Ese pequeño avance ha supuesto una contribución, pero no la respuesta definitiva. Pienso que la curación de determinados tumores malignos, no sólo en el cerebro, vendrá de la mano de procedimientos que emanan de estudios científicos en laboratorio a través de biología molecular, pero evidentemente, todavía no tenemos esa respuesta.

-Las soluciones están por llegar de una forma distinta a la que conocemos.

-Efectivamente. Dentro de los tumores del sistema nervioso distinguimos los malignos, que tienen una consideración vinculada al tratamiento oncológico, de radioterapia o de quimioterapia; y, por otra parte, aquellos tumores benignos en los que la neurocirugía tiene que dar el do de pecho; antes no eran curables y ahora, a través de técnicas sofisticadas, conseguimos curar y extirpar. Ése es el reto fundamental desde el punto de vista técnico y es donde hemos intentado llevar a cabo el mayor esfuerzo posible.

-¿Las células madre serán eficaces en el proceso de regeneración cerebral?

-El campo de las células madre en el sistema nervioso tiene un extraordinario porvenir en lo que se refiere a la regeneración del tejido nervioso y en las patologías vinculadas a enfermedades degenerativas como el alzhéimer o el párkinson. Son un poco tangenciales porque entran dentro del campo de la neurología.

-¿Sería posible controlar estas enfermedades?

-Posiblemente sí. Las células madre tienen una capacidad de regeneración que consiste en que a partir de un determinado momento se convierten en células que realizan tareas específicas que pueden haberse perdido en el individuo. Existe una línea muy prometedora al respecto. Hay otra serie de trabajos paralelos y complementarios en el sentido del mejor conocimiento de los mecanismos bioquímicos y moleculares que hacen que determinadas neuronas envejezcan prematuramente. Hay una serie de líneas sinérgicas que pretenden solucionar el problema.

-Según su criterio, una de las asignaturas pendientes de la medicina es el tratamiento del dolor.

-El dolor sigue siendo una gran asignatura pendiente dentro de la medicina porque, junto al dolor fácilmente controlable con una pastilla, de origen benigno o transitorio, como una fractura de fémur, existen otra serie de dolores de muy distinta naturaleza, algunos de los cuales tienen su origen en una aberración en la transmisión nerviosa dentro del propio sistema nervioso. Se ha ido introduciendo en un plano de ensayo clínico la estimulación en determinados puntos del cerebro para intentar anular los circuitos que generan la sensación de dolor en el paciente. Paulatinamente se va avanzando en ese campo.

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