Raquel Alonso | Ex mujer de un terrorista yihadista

"Duermo plácida y felizmente sin mi enemigo en la cama"

Raquel Alonso

Raquel Alonso / Belén Vargas

Raquel Alonso (Madrid, 1970) era una mujer anónima hasta que en 2014 las fuerzas de seguridad echaron abajo la puerta de su casa para detener a su marido, el marroquí Nabil Benazzou, por su vinculación con el yihadismo. Estigmatizada por la sociedad -"la mujer del terrorista"-, narró el año pasado sus padecimientos y el de sus dos hijos en Casada con el enemigo (Espasa). Este mes presenta Acreavi (Asociación contra la radicalización extremista y ayuda a las víctimas indirectas) en la Complutense.

-¿A qué se dedica?

-¿Antes o después de la detención por yihadismo de mi marido?

-Antes y después.

-Era directora de comercio y desarrollo de negocio; cuando lo arrestaron en 2014 se me cerró el mercado laboral.

-Carga con el estigma y no ha podido siquiera rehacer su vida profesional...

-Se nos estigmatizó a mis dos hijos y a mí. Fui despedida de dos empresas. Los niños cambiaron de colegio varias veces y sus compañeros no iban con ellos por ser los hijos de un terrorista, igual que yo iba por la calle y era la mujer del terrorista.

-¿Cuáles son los síntomas ante los que hay que hacer saltar las alarmas de la radicalización?

-Mi ex marido era amable, divertido, con sentido del humor y totalmente integrado, y se convirtió en cruel y agresivo. Intentan imponer las costumbres religiosas llevadas al extremismo. En mi casa dejó de existir el alcohol, no se veía la televisión ni se escuchaba música, no podíamos ir a la playa ni a la piscina. En un mes estaba radicalizado.

-Él fue captado por un grupo de oración, ¿es necesario el control de los clérigos?

-Muy necesario. Fue captado por una célula en la mezquita de la M-30 de Madrid, una de las más vigiladas. Si campaban a sus anchas allí, ¡qué no estará pasando en locales y garajes con imanes que predican sin vigilancia!

-Escribió Casada con el enemigo. ¿Cómo duerme sin él en su cama?

-Duermo plácida y felizmente sin mi enemigo en la cama. El día que lo arrestaron pensé: "Esta pesadilla se ha acabado". Empezó a radicalizarse en 2011 y lo único que sabíamos de yihadismo era por el 11-S y el 11-M. El Daesh no lo conocíamos ni por asomo y esa bandera negra no tenía significado para nosotros; me enfrentaba a signos de radicalización sin saberlo.

-Conoció muy bien Marruecos. ¿Cómo contribuyó la crisis al auge reciente del islamismo radical?

-No lo sé, pero nadie aborda la radicalización y la captación en las prisiones. Los chavales marroquíes vienen por el sueño occidental; al ver que no existe, delinquen para comer. Entran en prisión y son carne de cañón porque si alguien les ofrece una tarjeta de teléfono para llamar a su familia, tabaco... lógicamente serán captados. Los funcionarios no tienen recursos ni formación ante este desafío.

-¿Su marido en la cárcel se ha radicalizado más?

-Estoy segurísima.

-¿Ve bien que las casadas con yihadistas sean arrestadas si vuelven a España por sus lazos con el terrorismo?

-Mi ex marido nos intentó convencer y no lo logró. Las mujeres que se fueron son adultas y saben dónde van. Si vuelven, deben ir a prisión por incorporarse a un grupo terrorista. Otra cosa es la protección a menores; los niños no tienen la culpa. A mi ex marido, un señor de 41 años con familia estructurada, buen nivel económico y trabajo, no voy a justificarlo diciendo que el Daesh le comió la cabeza. Cada uno elige su camino.

-¿Se cree el fin del Daesh?

-No, puedo creer la expulsión del territorio sirio, pero su fin, en absoluto. De hecho, han vuelto a amenazar a Occidente; el primer foco del Daesh es Al Ándalus.

-Su ex pareja perteneció a la Brigada Al Ándalus. ¿Le consta algún plan contra Andalucía?

-Me enteré por el sumario. No había ningún plan específico pero hablaban de reconquistar territorios perdidos y uno era Al Ándalus. Hay que acercar este tema a la sociedad sin alarmismo.

-¿Teme su salida de la cárcel?

-No. Cuando le dije que quería el divorcio y la potestad de mis hijos, recibí amenazas y una agresión, pero decidí salir, dar la cara, porque nadie tiene derecho a privarnos de libertad. Me negué a quedarme en un rincón de casa con mis hijos escondida por miedo. Cuesta mucho superar el miedo pero hay dos opciones: salir y vivir o encerrarte y morir.

-Su ex marido enseñaba fotos de decapitaciones a sus dos hijos. ¿Qué secuelas les quedan?

-Muchas. Para protegerlos fingí una conversión al islam para que me adoctrinara a mí y los dejara en paz. Ellos dicen que es una vergüenza que su padre sea un terrorista. Tienen secuelas psicológicas: miedo, pesadillas, bloqueos... Su vida es una montaña rusa. Es normal después de ver imágenes que ningún ser humano debería haber visto.

-¿Guarda recuerdos gratos de su matrimonio?

-No los tengo, pero no me arrepiento por mis hijos. Me casaría con él de nuevo por volver a tenerlos a ellos.

-¿No ha tenido ofertas de partidos nacionalistas para atacar al mundo árabe?

-Ninguno ha hablado conmigo estos años. Sólo quiero mentalizar de que hay que hacer un esfuerzo en la detección y en la prevención, porque no creo en la reinserción en este tipo terrorismo. Esas cabezas no están buenas y puede haber represalias. No se quedarán de brazos cruzados después de lo ocurrido en Nueva Zelanda.

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