-Es filósofo, pero siendo de Triana podía ser torero.
-Mis padres son de Salteras, un pueblo del Aljarafe sevillano. Mi padre era militar, estaba destinado en el Regimiento de Artillería y supongo que por eso vivíamos en Triana.
-Con permiso de Alberti, podría decir: yo nací, perdonadme, con Iberia...
-¿También tiene Iberia 86 años? Me ha gustado mucho volar, tanto que cuando hice el servicio militar, aunque estaba en Infantería, que correspondía a los de Filosofía y Letras, pedí hacer las prácticas de alférez en Logroño, donde estaba un tío mío, hermano de mi padre, profesional de la Aviación, y acompañaba a los pilotos de la base aérea de Argoncillo.
-¿Su primera muerte?
-El primer recuerdo es de una muerte colectiva. Debió ser el año 37 ó 38, mi padre estaba destinado en Vicálvaro y lo acompañé un día a Madrid. Sonaron las sirenas en la Gran Vía, no sé si eran bombas de avión o de cañón y nos refugiamos en un portal. Vi los muertos en la calle y me afectó muchísimo. Me di cuenta de que la violencia no era el camino. Ni la agresividad, que es fruto de la ignorancia, el fanatismo y el sectarismo.
-¿Su último hallazgo intelectual?
-Saber con 86 años los apellidos de don Francisco López Sancho, maestro de la República que con ocho años me enseñó a leer y a aprender con las palabras.
-¿Cómo les enseñaba?
-Nos hacía leer el Quijote.
-¿Por qué vuelven de Alemania?
-Montse, mi mujer, sacó oposiciones a cátedra de Alemán en un instituto de Valladolid y yo pedí el regreso en 1962.
-¿Coincidió con Delibes?
-Claro. Recuerdo una anécdota suya. Suspendí unas oposiciones a cátedra de Historia de la Filosofía en Valencia y aprobé las de La Laguna, en Canarias. Nuestra idea era acercarnos a Madrid, donde mi suegro era médico. Le dije a Miguel que La Laguna estaba muy lejos. "¿Muy lejos de dónde?", me respondió.
-¿En el diccionario hay palabras de élite y palabras clandestinas?
-La Academia es notaria de la realidad, no puede cambiar nada. Hemos tenido problemas con vocablos como judiada. Se van a reeditar los seis volúmenes del diccionario de Autoridades, que hicieron sin ordenadores, a papeleta pura, aquellos académicos entre 1726 y 1739. Demostraron un verdadero patriotismo. El verdadero patriotismo, no el que se utiliza de tan estúpidas maneras, es el del amor a la lengua. Ese diccionario responde al espíritu ilustrado, y había clérigos y aristócratas entre los académicos.
-¿Reconoce la paternidad en alguna palabra?
-He intentado mejorar términos relativos a la Filososofía. Me sorprendió que la primera acepción de la palabra alma en una anterior edición del diccionario fuera sustancia espiritual e inmortal. Aquellos clérigos del siglo XVIII eran menos papistas y hablaban de un principio vital.
-¿Cómo se habla en España?
-Bastante mal. Y perder la lengua es perder la vida, la inteligencia y la patria. Cuando hablan de que aprender inglés es útil, lo que hay que hacer es enseñar a leer.
-Alguien pensará que como su formación es alemana...
-Me defiendo en las dos lenguas. Estudié francés en el bachillerato y cuando lo acabé no sabía francés. Más que institutos bilingües, que son negocios de propaganda, más vale que sean monolingües y enseñen inglés.
-¿Sus hijos nacieron en Alemania?
-Tenían que haber nacido en Alemania, pero mi suegro era ginecólogo en Madrid.
-¿Cómo mantuvo su contacto con Andalucía?
-Sobre todo gracias a Fernanda, mi madrina. Estaba casada con un tío de mi padre que murió muy joven antes de la guerra. Yo fui el hijo que ella no tuvo y hasta el año que me casé venía todos los veranos a Salteras a compensar el hambre terrible de Madrid.
-Lledó en lustros. Nace en la dictadura de Primo de Rivera. Cinco años en la República. Diez en la guerra. 15 en la posguerra.
-Cuando acabé las dos licenciaturas, la de la carrera y la del servicio militar, quería irme de este país. Llegué a Alemania sin saber apenas alemán. Me casé y estuve siete años más.
-¿Y volvió?
-Sí, del 88 al 93, el año que ingreso en la Academia. A la Universisdad de Berlín.
-Vivió la caída del Muro de Berlín, del que harán 25 años el día fijado para el referendum catalán.
-Me siento andaluz, me siento español. He vivido a orillas del río Necken y del Pisuerga, a los pies del Teide y estuve once años en la Universidad de Barcelona, donde nada más llegar me compré una gramática catalana. Mi suegro nació en Figueras. Mi patria es un enorme y hermoso conglomerado. La identidad particular no me concierne en absoluto, lo contrario que la identidad democrática. Tampoco soy españolista, otra forma de nacionalismo absolutamente vacía.
-¿Había emigrantes en Alemania?
-Empezaron a llegar después a las zonas industriales. Me repugna el tópico del cachondeíllo y la pereza andaluces, que desmienten la energía, el entusiasmo y las ganas de aprender de aquellos jóvenes que llegaban con un hatillo y una maleta. Yo les daba clases de alemán en una cafetería italiana de Heidelberg y ha sido una de las experiencias más hermosas que he tenido como profesor, que han sido muchas y muy buenas.
-Nace en el 27. ¿Qué tiene de esa generación?
-Un ejemplar de Hijos de la ira de Dámaso Alonso dedicado a mi mujer, alumna suya. Me sé sonetos de ese libro de memoria.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios