Lejos quedan ya aquellos tiempos en los que los periodistas que cubren habitualmente la información del PP recibían los lunes el diagnóstico político del secretario general del partido, Ángel Acebes; los martes hacían lo propio con el portavoz parlamentario, Eduardo Zaplana; asistían los miércoles a los debates protagonizados por Pío García Escudero y Mariano Rajoy en el Senado y Congreso; eran convocados por portavoces sectoriales diversos en los jueves de sesión plenaria, y en que algún destacado dirigente de Génova daba los viernes la réplica a la vicepresidenta del Gobierno, en su comparecencia habitual tras la reunión del Consejo de Ministros.

Si bien es cierto que parte de esa actividad está relacionada con el trabajo parlamentario, que no arrancará formalmente hasta el próximo día 29, lo cierto es que, siempre en privado, muchos diputados populares se lamentan de que el PP esté desaparecido. Desde la derrota del 9-M y la junta directiva nacional en la que Mariano Rajoy se promovió para líderar de nuevo el partido, Génova está bajo mínimos. Ni comité ejecutivo, ni comité de dirección ni los tradicionales maitines con el sanedrín popular. De forma paralela a la desaparición de Rajoy, con escasas apariciones públicas, han tomado posiciones mediáticas, favorecidos por la polémica del trasvase del Ebro, el presidente de Murcia, Ramón Luis Válcarcel, y su homólogo valenciano, Francisco Camps. Al margen, claro, de la frenética actividad pública de Esperanza Aguirre.

La flamante portavoz parlamentaria, Soraya Sáenz de Santamaría, ha asumido un papel central, mucho más que el que jugó su antecesor, Eduardo Zaplana. Algunos diputados veteranos y otros de los descolgados no ocultan su malestar por el protagonismo de su nueva jefa de filas.

Para colmo, las aguas siguen embraveciéndose ante el congreso de junio. El ex vicepresidente del Gobierno y ex secretario general del PP Francisco Álvarez Cascos lo dijo ayer alto y claro: "Rajoy ha optado por los más afines. No es un buen comienzo de la renovación deseable".