Elecciones vascas Cuenta atrás para unos comicios más equilibrados y prometedores que nunca

Limpia y cambio a la vista

  • A menos de un mes para la cita con las urnas se mantiene la esperanza de que ETA se quede por primera vez fuera de las instituciones mientras la alternancia pide paso

Un proverbio turco reza que el que busca amigos sin defectos se queda sin amigos. Solo. Todo y todos somos mejorables, que los sobrados de tono tarde o temprano se caen del guindo. No es malo cambiar; guardando la coherencia, que del negro al negrero a veces sólo hay un paso: la oportunidad. En otras palabras: renovarse o morir. Parece muy dispuesto (al cambio) el País Vasco, que se asoma a una nueva cita con las urnas con toda la pinta de acabar instalada en la Historia con mayúsculas. Por dos buenas razones sin precedentes: ETA y el PNV se exponen, respectivamente, a quedarse fuera de las instituciones y del Palacio de Ajuria Enea.

El primer futurible está en manos de los tribunales -que tienen la última palabra- y del Gobierno -que tiene la primera, pues es quien debe instar al Supremo, a través de la Abogacía y de la Fiscalía General del Estado, a la ilegalización de un partido o a la impugnación de sus listas-. La cosa va bien y D3M y Askatasuna (los últimos conejos que han salido de la chistera terrorista) avanzan con paso marcial hacia la ilegalización. Sin embargo, los últimos antecedentes no invitan al optimismo: en las elecciones municipales y forales de 2007 fue laminada Abertzale Sozialisten Batasuna pero ANV pasó el corte. El Gobierno sólo impugnó 133 de las 256 candidaturas y la formación proetarra logró colarse en más de un centenar de ayuntamientos vascos y navarros; algo parecido ocurrió en las autonómicas vascas de 2005, cuando la agrupación electoral Aukera Guztiak fue tumbada pero PCTV-EHAK -otra tapadera de Batasuna- obtuvo nueve escaños en el Parlamento de Vitoria. No hay que olvidar que es complicado meterles mano, que una cosa son las certezas y otra las evidencias de que sirven a ETA. Y si además falla, como falló, el impulso político del Gobierno (colgado de la martingala del alto el fuego etarra), apaga y vámonos.

El otro futurible no tiene trampa ni cartón. Lo de acabar con la hegemonía del PNV es cosa de los que se pasen por las urnas el 1 de marzo. La alternativa se llama Patxi y se apellida López, lo que suena muy vasco y muy españolito, una alegoría quizá de su oferta: vasquismo sin excesos nacionalistas. Las encuestas le dan alas y quiere volar hasta lo más alto. El candidato socialista dice, y repite machaconamente que no ejercerá de salvavidas de Ibarretxe, que no está dispuesto a hacer de costalero del PNV.

Pero es difícil creerle. Las penurias aritméticas del Grupo Socialista para alcanzar la mayoría en el Congreso y sacar adelante las leyes las alivian los seis diputados del PNV. Además, el Euskobarómetro revela que dos de cada tres ciudadanos vascos apuestan por la estabilidad que les sugiere la reedición de una coalición que ya funcionó desde 1986 (cuando, bajo la batuta de Txiki Benegas, el PSE fue la fuerza con más escaños, aunque cedió la presidencia a Ardanza, el más votado) hasta 1998, cuando Nicolás Redondo Terreros dio el portazo al ver las orejas al lobo feroz de Lizarra.

De todos modos, con las apreturas demoscópicas que hay ahora en danza, las quinielas están muy abiertas y nada resulta descabellado: que la vida siga igual, con el tripartito en vigor (PNV-EA-EB), o que PNV o PSE-EE gobiernen en minoría, o un pacto a la catalana (PSE-EA-EB), o que los socialistas se apoyen en la muleta del tercero en discordia, ese nuevo PP de Basagoiti, que se empeña en recalcar que PNV y PSE "son lo mismo" y ya se los imagina colgados del brazo tras el 1-M. No obstante, la número dos del PP, María Dolores de Cospedal, ya ha espantado las dudas peregrinas al anunciar que su partido "hará todo lo posible" para enviar a los nacionalistas a la oposición.

Si ya lo decía el turco.

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