PP y PSOE: entre la dependencia de Vox y la falta de musculatura

Tregua táctica y frágil entre Casado y Ayuso, con Vox en el retrovisorEl PSOE federal: un partido ausente que no hace la segunda voz del GobiernoPurga en los Mossos d'esquadra para controlar las investigaciones por corrupción

No está claro que Casado y Ayuso hayan firmado la paz. Sólo parece una tregua táctica y a regañadientes. Lo comprobaremos tras las elecciones en Castilla-León. Pero sí es evidente que en su propio interés están rebajando la tensión y tratando de cortar la hemorragia. Esta especie de armisticio escenificado no ha frenado las disputas y filtraciones de los populares de Madrid contra la decisión de Génova de trasladar la fecha del congreso a marzo. Ni ha logrado que el PP apoye a Ayuso como candidata, aunque quizás no promueva un candidato alternativo. Ese tipo de batallas son las que libra una dirección nacional para no ver amenazada su autoridad aunque, como Ayuso les salió respondona, se han ido metiendo en un lío más gordo del que intuían y con peores consecuencias de las que podían prever.

Ayuso les salió respondona por el pequeño detalle de que había arrasado en las elecciones en su comunidad, mientras que Casado -que ha perdido dos veces- tiene ya el margen justo. En plena crisis por la pelea de los poscachorros del aznarismo y el aguirrismo, al presidente del PP se le plantea un problema añadido. Tanto Ayuso como Núñez Feijóo han logrado gobernar sin depender de Vox gracias a su fuerza electoral. Algo parecido puede pasar en Castilla-León con Mañueco e, incluso, no es descartable que suceda en Andalucía con Juanma Moreno.

En cambio, las encuestas nacionales más sólidas le conceden a Vox la posibilidad de hasta el 18% de los votos, lo que puede situarlo por encima de los 70 escaños. El PP podría rondar los 100. En esa situación, que hoy pertenece al mero terreno de las hipótesis, Casado tendría a Vox dentro del Gobierno y con responsabilidades relevantes, si consigue arañar los otros escaños que completarían la mayoría absoluta. Ésa es la sustancia de lo que se juega el PP -y España en lo tocante a la margen derecha- en el próximo lance nacional.

Vox arrastra al PP

La relación del PP con Vox es venenosa y arrastra al PP al juego de las guerras culturales antes que a la utilidad y la responsabilidad de un partido de Estado capaz de pactar leyes y reformas importantes o el desbloqueo de órganos fundamentales para el funcionamiento del sistema. Esa dependencia de Vox sería, se mire como se mire, un debilitamiento terrorífico para el líder popular y el principio del final. El PP tiene más opciones en el centro que en la derecha extrema que ya ocupa el partido de Santiago Abascal. Se trata de tenerlo claro: la CDU no quiere tener relación alguna con los populistas de ultraderecha de Alternativa por Alemania, por poner un ejemplo homologable. Si la estrategia era conseguir una mayoría lo más amplia posible y limitar a Vox al rol de socio puntual y no determinante, las encuestas dicen que están fracasando en el intento.

PSOE: el reto de muscular a la organización

Durante mucho tiempo el PSOE fue una máquina engrasada que ganaba elecciones, pastoreaba con eficacia los territorios allende la capital del reino y, cuando gobernaba, como es el caso de hoy, llevaba la segunda voz. Esa segunda voz marcaba las posiciones de acompañamiento al Ejecutivo e iba más allá. Decía cosas que desde Moncloa no se podían decir. Era un juego sencillo, pero eficaz. Hubo un día en el que incluso existía aquello que se llamaban los críticos. De eso ya ni hablamos. No existen voces discrepantes. Y, por lo que cuentan, ni siquiera se debate. Aquello acabó tras los sucesos -crónica negra, no política- del ataque mediático, social y económico coordinado contra Pedro Sánchez antes de que éste se quedara el partido. Aquello pasó y, en efecto, se quedó el partido. Es una forma de entender el funcionamiento orgánico.

Los dos o tres presidentes autonómicos levantiscos han sacado la cabeza ahora para arremeter contra el ministro de Consumo, aunque en realidad lo que hacían era cargar la suerte contra el Gobierno de coalición, que a Lambán y Page por ejemplo, no les gusta nada de nada. Eso sí, el propio presidente de Castilla-La Mancha, un ejemplo de coherencia, aprobaba el jueves la prohibición de construir más macrogranjas en su territorio hasta al menos 2025.

Sin segunda voz

En cualquier caso, ése no es el problema. Lo que resulta más confuso es que el PSOE no tiene ahora ni una primera ni una segunda voz. No hay un portavoz empoderado y reconocible que haga ese trabajo. Se entiende que cuando los partidos llegan al poder el partido se vacía y pasa a segundo plano. El asunto es que no está ni en segundo plano. Por ejemplo, en esta crisis provocada de las macrogranjas Ferraz podría haber estado más activo. Silencio total. Ni siquiera un pequeño juego de equilibrios.

El PSOE tampoco se observa especialmente activo en las coyunturas territoriales. No está desplegado, no percute. Ni siquiera en la defensa del propio Gobierno. Le falta pulso, estrategia y decisión. Sale más en los titulares por el esfuerzo de los responsables de finanzas del partido de devolver la deuda de 20 millones que por sus posiciones políticas. Un partido posmoderno, sin eco en la sociedad, sin ejercer de contrapeso, sin marcar posiciones reconocibles más allá de la labor de Gobierno. O quizás es que lo hacen con tanta finura que no se aprecia.

Purga independentista: el separatismo se blinda

El Gobierno catalán está haciendo una purga en el cuerpo de los Mossos d'esquadra. Ni les tiembla la mano ni disimulan ni dan demasiadas explicaciones, tal es el blindaje social y mediático que tienen. No se sienten ni interpelados. En diciembre se cargaron a Josep Lluis Trapero, el antiguo responsable del cuerpo, ese Policía que a veces parece cómplice de muchas trapacerías del independentismo y otras una especie de héroe desamparado. Recientemente se apiolaron al jefe de investigación de la Policía autonómica, Toni Rodríguez, un profesional considerado independiente y sin afinidades políticas conocidas, quien investigaba a antiguos cargos de Convergencia que ahora militan en Junts y a otros que entraron en política directamente en el partido del fugado Puigdemont. Josep María Estela, quien sustituyó a Trapero, se ventiló a Rodríguez sólo 24 horas después de ser nombrado al frente de los Mossos. Lo ha enviado a la comisaría de Rubí, una localidad de 80.000 habitantes en el Vallés occidental: una especie de Siberia para un cargo de su experiencia. Estela ha removido ya a 31 responsables de la estructura. Es lo que hay. El balón es de ellos y lo pinchan cuando quieren. Si la mitad de la mitad de lo que están haciendo en Cataluña lo hicieran PSOE o PP en algunos de los cuerpos de seguridad del Estado el escándalo sería mayúsculo.

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