Tiene narices, por decirlo de alguna manera, que con la que han liado los dirigentes independentistas en este delirante procés venido a menos se empiece a escribir el principio del fin de esos sus principios presuntamente insobornables ahora que la alargada sombra de la cárcel se les viene encima.

"Ni un paso atrás" proclamaba hace 20 días Carme Forcadell ante el hachazo del 155. Pero la inercia de su activismo al frente de la Asamblea Nacional Catalana ha cuajado en una decepción mayúscula para los que ya se están cayendo del burro. Claro que no ha retrocedido. Se ha puesto de rodillas, quizá mendazmente, ante el juez que la ha ido aclimatando a un futuro con más barrotes que barretinas.

Tiene gónadas, por decirlo de otra manera más gráfica, que los duendes de la justicia se mezclen con los de la política (el tufillo que sale del doble rasero del Supremo y la Audiencia Nacional es bastante perceptible) en la sempiterna partida de ajedrez de los nacionalistas catalanes contra el Estado español (ya van otras cuatro intentonas de ruptura: 1641, 1873, 1931 y 1934), en la que el rey comandó el jaque al ominoso -nada más alarmante que el olor a república para un monarca- proyecto de esos curiosos pacifistas que disparan balas de odio. A ráfagas desde su improvisada trinchera flamenca. El que más mandaba ahora sólo manda chorradas cual cobarde tuitero agazapado en la red. Y no se baja de su onírico caballo espoleado por esos nobles aliados de la ultraderecha europea que rellenan su escuálida cosecha de adhesiones extramuros de la estelada.

Otros traficantes de sueños han pasado -Artur Mas- de sacar pecho rompiendo la ley a sacar la hucha rompiendo a lloriquear para pagar la multa por atropellar a los que no comulgan con ellos y hacernos a todos los españoles más pobres.

Su sucesor, don Carles, como doña Carme, tampoco ha sido bendecido con el don del coraje. Ni de la coherencia. El ex president ara dic pa, ara dic coca. Ahora dice pan, ahora dice coca (un dulce similar). Último ejemplo: los "lamentables" piquetes (huelga general de 2010) ahora le resultan motivo de "orgullo" (este miércoles). Todo le vale para empacharse de pan, coca y argumentos falaces. Ni la nada sospechosa Amnistía Internacional le considerará un preso político. Será un vulgar y nada honorable político preso.

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