Perfil de Soraya Sáenz de Santamaría

El superpoder de la retentiva

  • La ex vicepresidenta ha ostentado el mando supremo gracias a una virtud que ha sido su luz y su sombra

Caricatura de Soraya Sáenz de Santamaría Caricatura de Soraya Sáenz de Santamaría

Caricatura de Soraya Sáenz de Santamaría / Rosell

Si hay una cualidad de Soraya Sáenz de Santamaría (Valladolid, 1971) en la que coinciden tanto sus fieles como sus rivales es la memoria. De su capacidad de retentiva, la ex vicepresidenta llegó a erigir un vasto imperio en el que no se ponía el sol. Mientras los demás dormían, ella alargaba las horas de la madrugada hasta el amanecer, periodos de estudio extraordinarios que aprovechaba para obtener con honores la plaza de abogada del Estado a los 27 años, para examinar al detalle las debilidades del Gobierno de Rodríguez Zapatero, del que se convirtió en azote, y para rastrear los puntos y las comas necesarios en la aplicación en Cataluña del inédito e incierto artículo 155 de la Constitución.

Otra cosa es que la memoria, como resulta del caso de la energía atómica, sea más un medio que un fin, más una herramienta que un beneficio en sí mismo, por mucho que haya quienes asocien la mera capacidad de retener datos y citas a unas supuestas dotes de inteligencia. Igual que de la energía nuclear se arman las bombas atómicas, la memoria puede producir los más terribles monstruos. Que se lo comenten, si no, al comando antisorayo, nacido como oposición al sorayismo que habitó durante seis años de Gobierno del PP en una especie de cuartel general adosado a la Moncloa de Mariano Rajoy.

El hoy registrador de la propiedad de Santa Pola quedó embelesado tan pronto como la vio aparecer. Era el año 2000. A su despacho había llegado el currículo de una brillante abogada del Estado que trabajaba en León y de quien Rajoy presintió como idónea compañera de viaje por su juventud, arrojo y memoria, todo lo que él creía de sí mismo pero con una apreciable condición femenina. Los tiempos de renovación que empezaban a correr en la escena política española así lo recomendaban.

Azote del Gobierno de Zapatero

De aquellos primeros años en el partido fueron registradas varias iniciativas con su firma que proporcionaron al equipo de Rajoy una pátina centrista, modelando así un contrapeso moderado en el PP durante su etapa en la oposición al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero. Tras un breve paso por la estructura orgánica del partido como secretaria de Política Autonómica y Local, Sáenz de Santamaría dio el salto a la portavocía parlamentaria para pesadilla de la entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. La ahora presidenta del Consejo de Estado aún se despierta sobresaltada con alguna perla oratoria de la que sería su sucesora.

Desde el escaño, junto al gran jefe, Sáenz de Santamaría fue construyendo un equipo de colaboradores que ha mantenido hasta la fecha, ahora como candidata a la presidencia del Partido Popular. Entre los sorayos hay andaluces de postín como el actual presidente del PP-A, Juanma Moreno; el presidente del partido en Cádiz y ex delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz; y el presidente de la Diputación de Málaga, Elías Bendodo. Los tres, junto al eterno Javier Arenas y la ex ministra onubense Fátima Báñez, han ejercido de guardia de corps de la ex vicepresidenta en la militancia más numerosa de todas las comunidades autónomas.

Las críticas de los 'antisorayos'

Enfrente, como rival acérrimo, ha figurado en los últimos años, y hasta hoy, el ex alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, quien se unió desde Interior al grupo de ministros que conspiraba contra la omnipotente vicepresidenta y que lideró en los años recientes María Dolores de Cospedal, su más rabiosa antítesis.

Las mismas trincheras de los tiempos de vino y rosas en el Gobierno se han reproducido en las primarias. Y los argumentos de la artillería antisorayesca se han fundamentado principalmente en el sonrojo catalán del 1-O y en su tendencia a comprender la política como un compendio del Derecho Administrativo, Código Civil y del Código Penal, desdeñando la ideología.

La candidata Santamaría ha confiado en su retentiva sin entrar a valorar que, como la energía nuclear, puede contraer tantas bondades como maldades. Su virtud ha sido transformada por los críticos en defecto. Es como aquel personaje de Borges, Funes el memorioso, quien, incapaz de olvidar imagen o matiz alguno de la cotidianidad, acabó muriendo por una congestión. Son las luces y las sombras del superpoder de quien aspira a ser la más poderosa.

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