Regeneración institucional o papel para envolver pescado

La propuesta de Feijóo acierta en cuanto a la necesidad de nombrar a los mejores para las empresas públicas y no convence en su pretensión de que gobierne la lista más votada

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Barcelona.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en Barcelona. / Quique García (Efe)

EL tiempo dirá si la propuesta de Alberto Núñez Feijóo para la regeneración institucional es el aldabonazo que necesita España y la pone en práctica él mismo como presidente o sólo es papel para envolver el pescado de mañana. De momento, huele. El documento presentado con boato en el Oratorio de San Felipe Neri, donde se promulgó la primera Constitución española, en 1812, y por lo tanto un emplazamiento de un simbolismo profundo, acierta en lo relevante en algunos aspectos: el funcionamiento de las instituciones, los mecanismos de nombramiento de los responsables de las empresas públicas más importantes o de los órganos judiciales está gripado. Las cosas se gripan por exceso de temperatura, falta de refrigeración o de lubricación. Es decir, por mal uso o mantenimiento. Hay que recordar que las instituciones españolas están diseñadas con mecanismos, límites, regulaciones, contrapesos y cautelas que, de respetarse con sentido de Estado y si no les metieran un palanquetazo con asiduidad, habrían evitado llegar hasta aquí. Por lo que no se trata tanto de la definición de los límites y de nuevas reglas como de su uso, no apela tan directamente a las alambradas legales como a la voluntad política.

La lista más votada, ¿y ahora qué?

Si la política española nos diera motivos para creer en ella más de lo que necesitamos creer por pura supervivencia, podríamos ignorar esta pregunta. Casi daría igual el por qué ahora y lo importante sería el qué; un qué al cuál, cándidos y desarmados, acudiríamos mansos y crédulos. Pero, desgraciadamente, aislar esa célula del resto de la reflexión imposibilitaría entender las motivaciones y juzgar la propuesta. Es recurrente que los dos grandes partidos, no sólo el PP, lancen la regeneradora idea de dejar que gobierne la lista más votada cada vez que están en la oposición. Se desliza como una opción para los ayuntamientos, aunque el plan es elevarlo a los gobiernos autónomos y al Gobierno de la nación. El plan de Feijóo lleva trampas cosidas en sus entretelas. Todas las encuestas salvo la del CIS le pone virtualmente el gobierno en la mano como partido más votado. Respetando a la lista más votada Feijóo se evitaría el dolor de cabeza que se quiere evitar y que posiblemente no va a poder evitarse y que cuando ha tenido la oportunidad (Castilla y León) no se ha evitado y que lleva por nombre Vox. Con la propuesta, tan utilitaria e interesada como cuando la presenta cíclicamente el partido que va en cabeza en las encuestas, no sólo evitaría a Vox en caso de ganar aun sin mayoría absoluta sino que se fábrica una coartada a medida para explicar que debido al rechazo del PSOE a su propuesta se ve abocado a apoyarse en Vox para gobernar. En este caso, nadie podría considerar el suyo un Gobierno ilegítimo, como el PP viene tildando al de Pedro Sánchez desde el principio.

Plenos de juguete

La propuesta, además, podría ser inconstitucional en lo referente a los ayuntamientos, a los que pretende dejar en manos del más votado sin garantizar la gobernabilidad de la plaza ya que, de facto, anula cualquier coalición alternativa. Pero es más grave su intención de amordazar a los plenarios municipales, hurtándoles la voz y el voto en cualquier asunto "de naturaleza gestora". ¿Ignora Feijóo que en un ayuntamiento todos los asuntos son de naturaleza gestora y que los que no lo son no tienen mayor trascendencia porque suelen ser brindis al sol a favor, por ejemplo, de la carrera espacial o en contra del Mundial en Qatar? El artículo 140 de la Constitución blinda la autonomía municipal y establece que los vecinos eligen a los concejales y los concejales al alcalde, lo cual lleva implícito el juego de pactos, mayorías y minorías en la cámara municipal.

Presidencialismo vs parlamentarismo

La misma idea para elevarla al Gobierno de la nación incurre además en cuestionar la dinámica parlamentaria y representativa que permite pactar a las fuerzas capaces de sumar más votos que el candidato contrario, lo que caracteriza al sistema democrático español. En definitiva, planteado así, deslegitimaría a la monarquía parlamentaria, al sistema constitucional e impondría algo parecido a un régimen presidencialista en el que al Parlamento se le reserva el papel de comparsa y se confina a galeras a la pluralidad y la diversidad política. De facto, un presidente elegido por sufragio universal y no por el Parlamento. Los papeles, en campaña electoral, los carga el diablo.

PP y PSOE: Houston tenemos un problema

Es obvio que el PP tiene problemas para sumar aliados y necesita a Vox, que es un incordio, discrepa del PP en materias sensibles y resulta contraproducente para el pretendido giro centrista. Sólo hace falta mirar hacia Castilla y León y elevarlo al cubo si las circunstancias aritméticas animan al PP a repetirlo en el conjunto de España. Y resulta igual de evidente que aunque el PSOE haya sido capaz de pactar con fuerzas dispares y sacar adelante con ellos tres presupuestos y un nutrido conjunto de leyes, el resultado de ese pacto multibanda heterogéneo es desastroso para sus expectativas electorales y ha supuesto, más allá de su legitimidad, el blanqueo de Bildu y un gran beneficio directo para ERC y sus dirigentes encarcelados y condenados.

Muchos países tienen resuelto estos nudos con diversos sistemas, sea con una segunda y clarificadora segunda vuelta o primando hasta con medio centenar de escaños al más votado para garantizar la gobernabilidad. En cualquier caso, hay alternativas y deberían estudiarse. Pero no cuela la pretensión de embaucar a la opinión pública con una propuesta de ese tipo a las puertas de un ciclo electoral y como ansiolítico de urgencia para sus propios problemas.

El discurso ayuda, pero el ejemplo arrastra

La realidad política es tozuda: en sólo 48 horas el plan Feijóo comenzó a hacer aguas por la falta de entusiasmo de los propios dirigentes del PP, sobre todo los que se juegan autonomías y ayuntamientos en mayo. La música le suena a todos pero la letra es horrible, vienen a decir. Regenerar, sí claro; pero ceder el poder… eso ya es otra cosa. Partiendo del principio de que el PSOE no va a negociar nada parecido a lo que propone el PP, estarían condenados a acudir a las elecciones con una mano atada a la espalda y dejar en bandeja un buen bocado de poder a la izquierda. Pero eso no va a ocurrir. Y como no va a ocurrir, a la propuesta de Feijóo se le está poniendo aspecto de papel de envolver pescado.

Pero la regeneración de la democracia y el respeto institucional se puede practicar a diario. Podría empezar el PP por desbloquear el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que lleva cuatro años caducado. Feijóo no ha hecho hasta ahora para sí nada de lo que predica para los demás. No ha colaborado precisamente a fortalecer las instituciones ni a que resplandezca la Constitución. Tampoco ha renunciado a Vox. Obras son amores.

El mundo, en llamas

La necesidad de recuperar la institucionalidad es un desafío global. En España se trata de imponer buenas prácticas y respetar las leyes, porque el sistema está lejos de caerse y la Constitución está a salvo -pese a los incumplimientos conocidos- por mucho que exageren los profetas del fin del mundo. Pero el mundo está en llamas. La crisis de las instituciones, la credibilidad de los partidos tradicionales y la confianza en el sistema está bajo mínimos. La confianza ciudadana tiene aluminosis y va a derrumbarse del todo de no hacer nada. El Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, con sede en Estocolmo, recoge un dato escalofriante en su informe de 2022: la mitad de los gobiernos democráticos del mundo están cuestionados, afectados directamente por la desconfianza ciudadana sobre los procesos electorales, los recortes a la libertad de expresión, por la corrupción y por la falta de solidez que destilan los partidos tradicionales, con un descreimiento agudo por los jóvenes. Más de dos tercios de la población mundial padece democracias dañadas y en retroceso, regímenes autoritarios o híbridos. En Europa casi la mitad de las democracias (17) han experimentado serios retrocesos en los últimos cinco años. Los informes de los expertos recomiendan básicamente dos acciones urgentes: la firma de nuevos contratos sociales con la ciudadanía (condiciones más justas, equitativas y sostenibles y el compromiso de la ética y el trabajo por el interés público) y la reforma de las instituciones, reforzándolas frente a los retrocesos democráticos. Hay demasiada tarea para andar con trampantojos de ocasión.

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