Ha luchado como gato panza arriba hasta el final, pero la película a mayor gloria propia que se montó Pedro Sánchez en junio ha acabado rompiéndose a los ocho meses en la fuente de los despropósitos, aunque el cántaro ya parecía vacío desde el minuto uno.

La heterogénea mayoría que dio la puntilla a Mariano Rajoy se ha ido este miércoles al garete y ya están rugiendo los tres tristes tigres de la derecha (el casadoriverismo, en feliz acuñación del PNV, y su llavero -por ahora- de Vox, que no tienen un plan mejor para aplacar el furor independentista que el palo y tentetieso con un 155 elevado al cubo), que huelen un pantagruélico festín electoral.

Desde que Mariano Rajoy fuera arrumbado en el cajón de la historia entre efluvios de corrupción y colocaran con calzador a Pedro Sánchez en Moncloa, los independentistas se han sentido imprescindibles y se han valido de la debilidad del precario Gobierno socialista para arrancarle gestos y concesiones.

Nada más poner sus pies en palacio, el autoproclamado (librito de la negra Irene Lozano mediante) referente de la resiliencia patria levantó, para empezar, la supervisión de las cuentas de la Generalitat, luego se mostró favorable a acercar a los presos independentistas (y lo hizo), sus ministros defendieron una reforma federal de la Constitución que reconociera el "sentimiento nacional" de los territorios, coqueteó con los indultos, transigió con una pseudo cumbre entre Gobierno y Generalitat en Pedralbes, se mostró receptivo (que no sumiso, tal como rugieron los felinos al que llaman felón en Colón el domingo) a un comunicado sin -por exigencia del Govern- referencia alguna a la Constitución... Y la traca final la encendió la asunción del mediador-coordinador-relator-verificador-apuntador-negociador-notario... Es que la película de Sánchez ya arrasaba las líneas rojas y la cosa ya no tenía nombre.

El sañudo tira y afloja permitía a los independentistas mantener su ensoñación, y al presidente -que le gusta La Moncloa más que a un tonto un lápiz-, seguir en el machito. Los primeros pensaban que su respaldo a los Presupuestos sería el salvoconducto al referéndum de autodeterminación; pero el segundo, con medio PSOE en llamas (sobre todo por la vieja planta noble) tampoco está tan desesperado por conservar su parcela en la historia a costa de un suicidio colectivo del partido y quemarse a lo bonzo entre humos de tragaderas.

Ahora bien, con este nuevo escenario panelectoral, Sánchez intentará resurgir una vez más de sus cenizas y recomponerse como inflexible ante el trágala soberanista, la parte que se expone a un Gobierno (Dios nos pillé confesados, pensamos más de 4, y de 45.000, por cierto) que no piense ni borracho en indultos y que intervenga en Cataluña con mano y puño de hierro, no precisamente al rojo vivo

El único que saldrá de rositas con toda seguridad, para variar, será el soldadito de plomo (más plomo que soldado), que seguirá dando lecciones bizarras, aunque sea un cobarde de cine, como se ha visto en Berlín. Lo mejor para todos (ERC incluida) va a ser independizarse de ese pájaro que vuela solo. Uno, pequeño... y libre.

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