Las claves

El año que nos cambió la vida

  • La crisis del coronavirus ha sido la gran protagonista de un 2020 difícil para la Monarquía y en el que también se ha legalizado la eutanasia y aprobado la ley Celaá.

El año que nos cambió la vida

El año que nos cambió la vida / Zipi (Efe)

CORONAVIRUS. Covid-19. Términos que en 2020 se incrustaron en nuestra vida como una maldición. Siempre se piensa que las desgracias ocurren a otros, en otras partes del planeta, pero este año llegaron a todos los puntos de la Tierra y España no fue una excepción.

En marzo, los españoles conocimos el significado de la palabra confinamiento, como también que en los malos momentos es indispensable estar en las mejores manos profesionales. Ese encierro llegó tarde porque miembros del Gobierno se resistieron a desconvocar las manifestaciones del 8 de marzo, pese a las voces que alertaban del peligro. La vicepresidenta Carmen Calvo y la ministra Irene Montero fueron víctimas del coronavirus. El confinamiento tuvo su himno, el Resistiré, que se escuchaba a las ocho desde ventanas y balcones para dar paso a los aplausos a los sanitarios, que tuvieron un comportamiento heróico. Y tuvo también sus dos personajes, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, que a diario comparecían para ofrecer las novedades sobre la lucha contra la pandemia. No tuvieron mucha fortuna en su labor, con importante déficit de credibilidad en sus pronósticos y con cifras sobre fallecidos que desmentían sistemáticamente organismos sanitarios, incluidos alguno oficial como el Instituto Carlos III.

Se conoció este 2020 el horror sufrido en las residencias de ancianos y la falta de material y personal sanitarios. España salió del confinamiento muy herida, aunque Pedro Sánchez, que decidió que la pandemia era competencia del Gobierno central y por tanto marcaba las pautas, ante la desazón de los ejecutivos autonómicos, al finalizar el confinamiento no dudó en declarar que España había salido fortalecida de esa lucha y se había vencido al virus. No era cierto. La segunda ola golpeó de lleno y aún se sufren sus trágicas consecuencias.

El coronavirus ha marcado 2020, pero también el Gobierno, el mal Gobierno. La experiencia del primer Ejecutivo de coalición de la democracia ha encendido las alertas, incluidas las de personas destacadas del socialismo, que ven cómo con Sánchez el PSOE ha dejado de ser un partido de Estado. El presidente se ha dejado comer el terreno por Pablo Iglesias, que ha llevado adelante su programa sin que Sánchez se contrariara porque le importaba aprobar los Presupuestos Generales del Estado que le garantizaban la permanencia en el poder.

Con la bandera de que España tenía un Gobierno de gran sensibilidad social, se han aprobado medidas y leyes que han provocado fuertes tensiones en el Ejecutivo, en algunos casos imposibles de asumir desde el punto de vista económico.

La cruda realidad

España se ha convertido en el sexto país en legalizar la eutanasia, ha aprobado una ley que elimina el castellano como lengua vehicular y arremete contra la educación concertada, un Ingreso Mínimo Vital que ha conllevado grandes esperanzas y mayores decepciones por la falta de medios para atender todas las demandas, y con la presión de Podemos se pretende subir el salario mínimo, aunque la vicepresidenta Calviño alerta sobre sus consecuencias en la economía. El coronavirus ha desplomado el sector hotelero y la hostelería, el Brexit es letal para la agricultura y la pesca españolas, aunque el acuerdo de última hora puede aliviar sus consecuencias, y los confinamientos y medidas antiCovid han obligado al cierre de negocios por la imposibilidad de sobrevivir a pesar de los créditos ICO y los ERTE. España ha incrementado de forma alarmante sus cifras de parados y no hay organismo que no prevenga sobre la crisis de empleo que se avecina.

La oposición no ha tenido su mejor año. Casado provocó grandes expectativas al romper duramente con Vox en la moción de censura. Pero después se mantiene en su línea de confrontación total con el Gobierno, estrategia que no convence a todos en el PP, pues se inclinarían por la política habitual de un partido en la oposición: firme ante decisiones que no comparten y flexible para negociar cuestiones de Estado. Vox se sitúa cada vez más a la derecha, lo que previsiblemente le hará perder algunos votos que irán al PP, y Arrimadas ha capitaneado una política inteligente: demostrar que Sánchez miente cuando dice que no ha tenido más remedio que echarse en brazos de Podemos, Bildu y ERC. Cs sí le ha tendido la mano... que Sánchez ha rechazado.

Sánchez ha aprobado sus PGE con un coste político y social que se advierte en los sondeos, porque lo ha hecho gracias a Bildu y ERC, aportados por Iglesias. El círculo del presidente afirma que una vez aprobadas las cuentas se verá menos la influencia de Podemos, pero es difícil creer ya las palabras del presidente. Un político que ha entrado a saco en las instituciones, donde ha colocado a personas de su confianza para tenerlas bajo control. En este año no ha llevado ninguna consulta al Consejo de Estado.Pretende también hacerse con el control del Poder Judicial, al no poder renovarlo porque el PP pone como condición que Podemos no entre en las negociaciones y mucho menos cuele vocales en el órgano de gobierno de la Justicia. Sánchez e Iglesias decidieron entonces rebajar el porcentaje de votos necesarios para nombrar a los nuevos miembros del CGPJ, pero se toparon con Bruselas, que les afeó que trataban de injerir en la independencia de la Justicia. Y no se puede gobernar en contra de la UE porque llegarán los fondos de reconstrucción indispensables para superar la crisis.

El emérito en la mirilla

En ese clima inquietante, tenso, con discrepancias en el Gobierno, y con amenazas de Iglesias para sacar adelante sus objetivos, irrumpe una gravísima crisis que envenena la política y que ha provocado decepción en muchos españoles: las informaciones sobre la donación que recibió don Juan Carlos hace 12 años del rey saudí y las operaciones financieras que hizo con ese dinero, que no declaró a la Agencia Tributaria y que según las informaciones publicadas y las declaraciones de quien fue su amante varios años, Corinna Larsen, estaban en paraísos fiscales.

Felipe VI no dudó en marcar distancias con su padre, renunció a la herencia y le retiró su asignación de ex Jefe del Estado. En agosto, tras un debate público muy bronco, que alentó Iglesias proponiendo el advenimiento de la república, la Casa del Rey, a petición del Gobierno, pidió al Emérito que abandonara La Zarzuela. Don Juan Carlos se fue a Abu Dhabi, desterrado, no huido como dice Iglesias, y a mediados de diciembre regularizó con Hacienda la polémica donación recibida, con la intención de regresar en Navidad. No ha podido y su idea es hacerlo en enero, pero siempre que lo acepte el Rey, que a su vez está obligado a asumir las decisiones del Gobierno.

Ha sido un año difícil para la Monarquía, en el que Felipe VI ha dado muestras de su capacidad de reaccionar ante las dificultades, y no se ha dejado amilanar por las declaraciones a veces amenazantes de personas que se sientan en el Ejecutivo o representan en el Congreso al partido que forma parte del Gobierno. La Reina ha potenciado su perfil más solidario, y se ha producido también en 2020 una mayor presencia de la Princesa de Asturias y de la infanta Sofía.

Se despide el año con un informe que presentará la semana que viene un comité que ha analizado el trabajo del Gobierno. Un comité creado en y desde La Moncloa, lo que hace escasamente creíbles sus conclusiones. Al finalizar el año, los sondeos -salvo el CIS- auguran bajada del PSOE y Podemos, partidos con dos dirigentes que han provocado el dicho: "El peor Gobierno en el peor momento".

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