Editorial

Una campaña que no se tendría que haber celebrado

Ante todo, los políticos deben evitar hacer o decir cosas que impidan futuros pactos. El tiempo de los incendiarios ha pasado

Ayer comenzó una campaña electoral que no se habría celebrado si los políticos españoles hubiesen actuado con un mínimo de responsabilidad y altura de miras. El cansancio que los españoles muestran ante la cuestión política es evidente. No en vano, el 10-N será la cuarta vez que acudirán a las urnas en cuatro años para elegir un presidente del Gobierno. Los candidatos deben tener muy en cuenta este cansancio y aprovechar estos días de campaña para lanzar sus mensajes de la forma más clara posible, pero sin cerrar el paso a futuros pactos que, en un momento dado, puedan garantizar la gobernabilidad de España. Si algo deberían haber aprendido del fracaso de la última legislatura es que intentar generar cordones sanitarios a partidos plenamente democráticos es un inmenso error que se termina pagando. El caso de Ciudadanos es paradigmático y, ahora, todas las encuestas le auguran un fuerte retroceso. Si se cumplen las encuestas, su absurdo veto al PSOE, que dejaba al Gobierno en manos de los independentistas y la izquierda más radical, será castigado duramente por los electores.

Durante esta campaña los políticos deben hacer un esfuerzo por recuperar el debate sobre los temas que más preocupan a los ciudadanos: empleo, pensiones, dependencia, educación, etcétera. Nadie duda de que Cataluña es un asunto primordial en la España actual, pero ni es el único ni el más importante. En general hay que evitar que, en el fragor de la campaña, se digan cosas que luego sean verdaderas losas que impidan el entendimiento. España requiere en estos momentos políticos con convicciones y capacidad de gestión, pero también flexibles y con mano izquierda para la negociación y el acuerdo. El momento de los incendiarios y los demagogos ha pasado.

Durante estos días la política volverá a colarse en las casas, a estar presente en almuerzos familiares y en reuniones de amigos. Esto no es preocupante, pues en una democracia es importante la participación y el debate de los ciudadanos, no sólo el de los profesionales de los partidos. Pero los candidatos deben tener muy en cuenta que, como se dice popularmente, llueve sobre mojado, y que su obligación es no crispar más a la sociedad ni ser el vehículo de la discordia, sino presentar alternativas serias y templadas que le permitan al electorado ejercer su derecho al sufragio tras un proceso de reflexión. En sus manos está. No deberían defraudar de nuevo a los ciudadanos.

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