Elecciones 10-N

La cofradía del santo reproche

  • La última sesión de control al Gobierno de la XIII legislatura muta en oficioso pistoletazo de salida de la campaña electoral del 10-N 

Pedro Sánchez y Carmen Calvo

Pedro Sánchez y Carmen Calvo / Efe

La noche había sido larga, un duermevela de penosa resaca tras el empacho de frustración con el que se acostaron muchos españoles después de que la formación de un Gobierno progresista se le escurriera entre los dedos a la izquierda por sumideros varios (tacticismos, egos, presiones) hasta el naufragio total de las ilusiones de unos cuantos millones de desencantados. Y cabreados, claro.

Sus señorías parecían un poco más autómatas de lo habitual esta mañana en el pleno del Congreso, programadas en modo reproche, aferradas a sus lacerantes guiones de campaña/negociación, víctimas de una mala noche, como si no hubieran digerido bien la pesada cena de la claudicación del rey Felipe VI ante la incapacidad para formar un Gobierno y que los españoles vamos a ir a unas elecciones generales por cuarta vez en cuatro años. Por culpa de ellas. De sus señorías. De todas todas. Desde Pedro Sánchez hasta José María Mazón, el diputado del Partido Regionalista de Cantabria, el único respaldo diáfano que había cosechado el PSOE en estos cinco meses de travesía del desierto, este fatal interregno entre el 28 de abril y el 10 de noviembre, en el que los españoles, todos sin distinción, hemos perdido tiempo y dinero en calidad de rehenes de las ansias de los que manejan nuestros votos a su antojo y que sacan sus vergüenzas electoralistas al aire sin el menor sonrojo, con pose de torero satisfecho tras hundir sus estoques en la nada. Cada autómata iba a lo suyo en este aciago día después del desaguisado pactista, en el que sus señorías han vuelto a representar a la perfección sus respectivos papeles sin atisbo de autocrítica, faltaba más.

El gran damnificado

Pedro Sánchez ha ejercido esta mañana de gran damnificado del bloqueo, de impepinable ganador de las elecciones generales  del 28 de abril al que a derecha e izquierda le han derrotado poniéndole palos en las ruedas. De la moto que nos quiere vender, dicen   por ahí. Se ha revuelto muy indignado contra sus rivales, a los que ha acusado de falta de sentido de Estado (Pablo Casado), irresponsabilidad (Albert Rivera) y dogmatismo (Pablo Iglesias). Con aire afligido, el jefe del Ejecutivo en funciones se ha permitido el lujo con la resaca del mal trago de pedir a los españoles una mayoría "rotunda" el 10-N, que impida a PP, Cs y Unidas Podemos "bloquear" de nuevo la formación de Gobierno. Si eso no es el arranque de la campaña electoral del PSOE que venga Messi, digo Dios, y lo vea.

Casado se ha desempeñado como feroz ariete y ha vuelto por sus fueros, desterrando de golpe el comedimiento contrito que venía arrastrando desde su desplome electoral el 28-A por sus devaneos extremosos. Jaleado por su bancada, siempre animosa y vocinglera hasta abuchear para hacer casi inaudibles por momentos las intervenciones de sus rivales, el líder del PP ha arremetido contra Sánchez reprochándole su "inacción solemne", su "incapacidad" para llegar a acuerdos y su "humillación" a Unidas Podemos. Lo cierto es que ha sido el único que se ha mantenido estos cinco últimos tortuosos meses al margen del vano tira y afloja con su invariable no a Sánchez por montera, sin que se le moviera una hoja de su planteamiento de gran alternativa venida a menos al PSOE, esa "amenaza para España, que le queda grande", y al que ha alertado de que "las elecciones las carga el diablo". Aviso para el intrépido navegante.

Siempre desconcertante

El siempre imprevisible y desconcertante Albert Rivera, que corrió a última hora del martes por la banda en busca del gol a la indomable vuelta a las urnas con su oferta de abstención conjunta a cambio de ciertas exigencias y a la que tanto el PP como Sánchez respondieron con desdén, se ha mostrado risueño en su escaño. "Sánchez ha cerrado la puerta a un Gobierno constitucionalista", ha proclamado luego en rueda de prensa, ennobleciendo su apañada ocurrencia para recuperar el paso tras las luchas cainitas en la formación naranja y unos sondeos que le pintan vastos bastos. 

Ione Belarra ha bordado el papel de personaje humillado y ofendido, de cornudo y apaleado, acusando a los socialistas de haberse plegado a las presiones del Banco de Santander, la CEOE y el Círculo de Empresarios. Con su exigencia de coalición colgando de los palos del sombrajo en la playa del desencuentro Unidas Podemos-PSOE desde julio, ese caramelo que les puso Sánchez en la boca y que escupieron. "Bastó un solo segundo para que su líder dijera que no a un Gobierno de coalición", le reprochó pétrea la vicepresidenta Carmen Calvo, que le recordó que llamaban "floreros" y "sin sustancia" a esos ministerios (vivienda, sanidad, infraestructuras) por los que luego suspiraban.

En la bancada morada se echaba de menos a Pablo Iglesias. Llegó media hora tarde a la sesión por culpa de un atasco. Sánchez se ha marchado en cuanto su ex socio preferente ha entrado en el hemiciclo. Perfecta escenificación y resumen del desencuentro de los dos gallitos de la izquierda: uno llega tarde (a la oferta de julio)y el otro se marcha en cuanto aparece el uno  (no puede ni verse). Y sus electorados, con los ojos como platos.    

Para completar esta escenificación de la cofradía del santo reproche en la sesión de control al Gobierno en el Congreso, la última de la XIII legislatura, el martes 24 se disolverán las Cortes, el siempre didáctico, sincopado e hiriente  Gabriel Rufián. Entre sus habituales fanfarronadas independentistas, ha deslizado un certero y conciso análisis de la situación. "La gente está hasta los bemoles , hasta las narices" de la flagrante incapacidad que reina en el hemiciclo para llegar a acuerdos. "El PSOE es a la negociación lo que Vox al feminismo". Al refractario Sánchez le ha recriminado que haya intentado pactar con la derecha (a la que decía que había que frenar) y le ha reprochado que ahora presuma de que ha intentado pactar su investidura "por todos lo medios". Y gol por la escuadra del portavoz de ERC: "Si dice la verdad, es un incompetente; si miente, es un negligente, un irresponsable". ¿O no?   

 

  

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