España

La fuerza de la gravedad

  • La aceleración de Rivera aumenta ahora en las cercanías del astro Rajoy. Un agujero negro amenaza al PSOE en la colisión de la investidura.

"Las manzanas no son peras. Si se suman una manzana y una pera nunca puede dar dos manzanas". Palabra de Ana Botella, esa inolvidable alcaldesa de Madrid, aunque su fructífera sentencia para alimentar la homofobia palidece si entran en danza en la suma las naranjas; por lo menos, las de Albert Rivera, que ya no ve un gusano en la manzana reineta al brindar su apoyo a su candidata para presidir el Congreso.

Las matemáticas son insobornables. Otra cosa son los números. Bien lo sabe, Mariano Rajoy, cuya actitud desde el 26 de junio nada tiene que ver con la que adoptó tras el 20 de diciembre. Las urnas le dieron en ambas ocasiones la supremacía, pero ese candidato de aire pacato y pusilánime que tiró la toalla de antemano, rendido ante unos números que no le daban y que prefirió ceder (con cierto punto diabólico y certero, como se ha visto) el testigo de la investidura a Pedro Sánchez, ha mutado en un intrépido aspirante que ha perdido el miedo al vacío y que tiene decidido presentarse el 2 de agosto ante los leones del Congreso para dar el bocado de gracia a la travesía del desierto que nos ha traído la fragmentación del Parlamento al derretirse los dos polos seculares.

Es que hoy ya se cumplen 214 días sin Gobierno, una marca con la que España goza de una nueva distinción planetaria con la que nos codeamos con Bélgica (541), Moldavia (528), Camboya (352) e Iraq (289). Newton descubrió que la gravedad la origina la aceleración que experimenta un cuerpo físico en las cercanías de un objeto astronómico. Einstein matizó que cuando cierta cantidad de materia ocupa una región del espacio-tiempo, provoca que éste se deforme. Visto así, la fuerza gravitatoria no es ya una "misteriosa fuerza que atrae", sino el efecto que produce la deformación del espacio-tiempo. Una deformación de 214 días con un candidato que ha ganado fuerza, a costa de su satélite y costalero in pectore, Albert Rivera, que está defraudando a todos los que se creyeron que no iba a cambiar sillones a cambio de cuotas de poder.

La fuerza de la gravedad es fiel a la lógica matemática, que catapulta pasito a pasito a Rajoy a la Presidencia del Gobierno: ostenta una notable diferencia de escaños (52 al PSOE, 66 aUnidos Podemos), y lanza por tierra, mar y aire la especie de que la única alternativa al caballero de la triste figura de los SMS cómplices con Bárcenas sería una tercera vuelta de turca electoral.

La lectura es tan lógica como interesada y responde a la fuerza de otra gravedad, mucho más prosaica que la que descubrió Newton. Se trata de la gravedad del pensamiento único, consolidado y deificado en los medios, indiscutible, de que la alternativa política a Rajoy es poco menos que una cosa roja (bueno, esto es impepinable) con cuernos y que echa fuego por la boca. Un diablo que siempre está en los matices, como esos titulares que matizan que Rajoy accede a gobernar en minoría. Como si le quedara otra.

El miedo a Podemos, espoleado con saña por numerosos barones socialistas, ha dado alas al presidente en funciones. Como ese pacto del que no quieren acordarse y que con tanta solemnidad y gravedad sellaron Rivera y Sánchez el 24 de febrero, hace cinco meses, aunque parezca una eternidad. La gravedad de Rajoy, con su peso en el Congreso y sus alertas sobre los "extremistas" y "radicales, se impondrá, aunque antes deberá defaudarnos Rivera un poquito más y consumar su corte de mangas a su pacto con Sánchez dándole el sí al antaño gusano de la manzana, a ese astro irresistible para los guardianes de la razón de Estado.

Entre tanta gravedad, el PSOE atisba un agujero negro. Si se acaba absteniendo y posibilitara la investidura de Rajoy, su estabilidad se resentirá, pero si se liara la manta a la cabeza y se tirara al monte, se partiría de todas todas.

Pase lo que pase hasta que se forme el Gobierno de Rajoy, consuélense pensando que en Bélgica, durante sus 541 días de desgobierno, bajó el paro y la economía creció. Pan para hoy y hambre para mañana, como ese afán por el poder, que pasará factura a todo quisque. A los que van al sol que más calienta, como a los que sólo ven la cara oculta de la luna y unos peligrosos marcianitos morados que nos quieren invadir.

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