Crítica del Festival de Música y Danza de Granada

La elegancia y la maestría de Elisabeth Leonskaja

  • Resulta verdaderamente un placer para los sentidos ver y escuchar a la pianista

La elegancia y la maestría de Elisabeth Leonskaja

La elegancia y la maestría de Elisabeth Leonskaja / Diego Sevilla / Photographers (Granada)

Todo acercamiento al universo pianístico de Franz Schubert es a la vez un placer sensorial y un estímulo intelectual, pues su producción para piano nace de las fibras sensibles en las que se encuentra la inspiración, pero se desarrolla a través de un racional lenguaje en el que la técnica y el lirismo se combinan a partes iguales. La engañosa facilidad de este repertorio para el oyente, dado su carácter eminentemente melódico, encierra tras de sí una literatura tremendamente compleja no sólo por los recursos empleados, sino además por establecer entre las dos manos del pianista varios planos sonoros, cada uno deudor de una intención y una intensidad expresiva.

Elisabeth Leonskaja, una de las más clarividentes pianistas de las últimas décadas, es buena conocedora de estas cualidades de la música de Schubert, y se acerca a su repertorio con apasionada devoción y profundo respeto. En su música el oyente se siente dentro de un universo acogedor y amable, pero no carente de conflictos emocionales. En este sentido, las piezas de Schubert escogidas para su recital en Granada muestran un lenguaje personal, maduro y lleno de virtuosismo, que sin embargo en ningún momento renuncia a esa cualidad cantabile y amable que caracterizan al autor.

Leonskaja abrió su concierto con las Tres piezas para piano D. 946, escritas el último año de vida del compositor en el marco de los trabajos realizados como miembro de la Sociedad Filarmónica de Viena. Estas tres joyas de la literatura pianísticas comparten una estructura de rondó, si bien en carácter se diferencian considerablemente. La primera es un rondó apasionado y sombrío, con un recuerdo a la canción napolitana Oh, sole mio. El segundo rondó, por su parte, es más sereno y cantábile, mientras que la tercera y última pieza es un Allegro enérgico con enorme variedad rítmica. La pianista supo extrae el carácter adecuado a cada página, en una interpretación equilibrada y con un sonido de gran belleza.

Continuó el recital con la Sonata para piano en la menor D 784 op. 143, una obra que marca un momento de inflexión entre el Schubert de juventud y aquel más maduro y personal. De hecho esta sonata, con tan sólo tres movimientos, prescinde del minué o scherzo, estableciendo una terna allegro-andante-allegro en donde el compositor expone un rico abanico de recursos expresivos. Nuevamente, la pianista supo extraer la esencia misma del lenguaje schubertiano y traducirla en un elegante discurso de gran lirismo, diferenciando los motivos melódicos principales de los secundarios con la maestría y exactitud de quien entiende a la perfección la dialéctica de esta música. El pulso enérgico y la depurada técnica de Elisabeth Leonskaja se pusieron al servicio del mejor Schubert en una versión impecable de esta sonata, una de las más personales y de mayor formato del autor.

Y cerrando el programa pudimos disfrutar de una magnífica versión de la Fantasía para piano en do menor D. 760 op. 15 “Fantasía del caminante”. En ella Schubert recorre la idea del continuo caminante como metáfora de la vida a través de cuatro movimientos, recreando así el contenido de un poema de Georg Philipp Schmidt von Lübeck. Esta obra, primera con este nombre escrita por el autor, representa un paradigma de la música cíclica, ya que el motivo con el que se inicia reaparece a lo largo de toda la partitura, bien evolucionando hacia nuevos motivos, ya como cita o variación de su aspecto inicial.

Resulta verdaderamente un placer para los sentidos ver y escuchar a Elisabeth Leonskaja interpretando esta pieza al piano, ya que sus dedos recorren ágilmente el teclado sin aparente dificultad y con movimientos perfectamente coordinados; sin embargo, el resultado sonoro es tremendamente potente, cargado de fuerza y viveza, como requiere este templo de la literatura pianística para exponer con la debida claridad y presencia su complejo juego motívico. Cada nota estaba en su justo balance con respecto al resto del discurso, cada escala o sucesión de acordes tuvo la pulsación exacta, y cada línea melódica fue mimada y desarrollada hasta su máximo exponente. Particularmente bella fue la cita al lied D. 483 en el tema con variaciones central, tras el cual la pianista volvió a hacer gala de ese contenido pero enérgico temperamento para concluir esta fantasía con la exuberante y fresca decisión y fuerza que el finale requiere.

En agradecimiento a la calurosa ovación del público asistente en el Auditorio Manuel de Falla, Elisabeth Leonskaja regaló, fuera de programa, la interpretación del emotivo y conmovedor Impromptu núm. 4 en la bemol mayor D. 899 op. 90 de Schubert, una de esas páginas emanadas de la inspiración y personal sensibilidad del compositor austriaco que tan bellamente representa el alma del artista romántico. Todavía hubo dos regalos más de la pianista, en respuesta a un público que con sus aplausos se resistía a que abandonara el escenario: el meditativo y lleno de pathos Impromptu núm. 3 en sol bemol mayor D. 899 op. 90 y el íntimo Andantino de la Sonata para piano en la mayor D. 959, penúltima de su producción y verdadero testamento estético con el que el compositor se despedía de la literatura con mayúsculas para piano en los meses previos a su muerte.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios