Festival de Cine Sevilla

Guerin reivindica "la seducción de la palabra" con 'La academia de las musas'

  • El director plantea "una obra de ficción, no un documental" con un profesor y unas alumnas reales como protagonistas del proyecto.

José Luis Guerin (Barcelona, 1960) ha logrado con La academia de las musas un milagro casi imposible: una película en la que se debate sobre cuestiones tan trascendentes como la necesidad de la poesía, la sugestión de la palabra, los mecanismos del deseo y las trampas del amor, pero que fluye ante el espectador como un relato liviano pese a su hondura, no exento de humor, delicioso. El director de Tren de sombras y En construcción presentó ayer en el SEFF, dentro de la Sección Oficial, su último largometraje, protagonizado por personas reales -el profesor Raffaele Pinto, sus alumnas, Emanuela Forgetta y Mireia Iniesta, su esposa Rosa Delor- pero que transita por los derroteros de la ficción. "He rechazado ir a festivales muy valiosos de documentales porque no quería que se creara ninguna ambigüedad al respecto. Me parecería abyecto que se confundiera", advierte sobre un trabajo en el que plantea "hipótesis" para sus personajes "pero las emociones son reales".

Guerin empezó a filmar las clases de Pinto, cuya edición de la Vida nueva de Dante ya aparecía en su película En la ciudad de Sylvia, sin tener una conciencia clara de lo que le depararían aquellas jornadas. "Iba a ser una experiencia, me di cuenta de que era una película muy tarde", revela Guerin sobre un proyecto que desarrolló como "un work in progress. Era excitante no saber hacia dónde me iba a llevar". El cineasta sucumbió a una idea que le pareció "un disparate", la creación de una academia de las musas, en la que se reflexionara sobre la inspiración y la poesía, alrededor de Pinto. En el montaje, que se tomó como un proceso de escritura, quedó atrapado por "la seducción de la palabra, por los diálogos tan bellos" que entablaban los protagonistas. En la película, una reivindicación de la poesía y el pensamiento hablada en castellano, catalán e italiano, "hay frases de bolero, de trovadores, que no podríamos encontrar en una ficción".

En el montaje, Guerin se dio cuenta de que filmando las clases prestaba atención únicamente "a un discurso unidireccional, y sentí la necesidad de cuestionarlo. Me dije: Vamos al ámbito doméstico. Me parecía una obligación moral como cineasta mostrar perspectivas distintas", explica sobre la decisión de incorporar a la esposa de Pinto, Rosa Delor, que pone el contrapunto de sensatez y humor a las divagaciones del profesor y las estudiantes. Aunque Pinto es una especie de "demiurgo", Guerin favorece "el punto de vista de las mujeres. Él es el personaje que más queda en entredicho, que parece más patético". Aunque, claro, Guerin retrata las flaquezas de su protagonista sin hacer juicios morales, desde su habitual sutileza. "Cuando haces énfasis en condenar a un personaje, estás entrando casi en la propaganda", opina el autor, para quien uno de los problemas del cine español radica en la falta de matices a la hora de esbozar a los villanos. "En algunas películas te encuentras con guardias civiles gritones, con curas malísimos, malos de opereta. Hitchcock decía que el interés de una película aumentaba si el villano tenía capacidad de seducción. Me irrita cuando en una película no hay un posicionamiento sino directamente se le quita el espacio al espectador".

Guerin se muestra pudoroso a la hora de filmar algunas conversaciones de sus personajes, y lo hace desde el exterior de un café o de un automóvil, dejando que en el reflejo de los cristales se vislumbre la ciudad. "Esa técnica me parecía menos invasiva, más respetuosa", reconoce, "sobre todo tratándose de actores no profesionales". Es parte del despojamiento de una cinta que siempre busca la esencia, en la que "no hay planos de transición ni música de fondo".

Sin calcularlo, Guerin parece desandar el camino recorrido con cada proyecto que hace. Alguien le hizo ver que sus películas "impares eran de silencio y de ficción, mientras que las pares eran muy parlanchinas y recogían la verdad", cuenta divertido el director, a quien la presentadora de una sesión de La academia de las musas en Locarno le definió la cinta como "el contraplano de En la ciudad de Sylvia: allí se presentaba el tema de la musa, pero no se hablaba una palabra".

De la mano de Guerin, Raffaele Pinto, el profesor convertido en protagonista de esta película, afirma haber descubierto "el poder que tiene el cine" con "este viaje a lo desconocido. Al poner la cámara en el aula se liberan tensiones y energías que estaban inhibidas. Con esto he aprendido que el misterio está dentro de la realidad, que no hay que construirlo artificialmente. Hoy, muchas películas son productos enlatados".

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