Cultura

'Tout est pardonné': La medida del hombre

Agazapada en una sección marginal de este fatigoso festival y sujeta a un único pase, se enseñó Tout est pardonné, el primer largometraje de la actriz, crítica y escritora Mia Hansen-Løve, uno de los mejores títulos de 2007. Relato herido por un agujero de tiempo pero que esconde en sus pliegues un mensaje de futuro, estamos aquí ante una sutil experiencia sobre el eco. La historia, entre Viena y París, es seca. Primero se habla de cómo una frágil pareja se va a pique: él consume heroína y esquiva responsabilidades; ella lleva todo adelante y su droga sólo parece ser él; la pequeña Pamela, la niña en común, asiste a la imparable degradación. Los primeros ecos son cinéfilos, los cuerpos de pesada gravedad y las particulares corrientes de amor del cine postnouvelle vague: el hijo como revelador, motor de un cambio que no dura y que pronto se vuelve en mercancia emocional con la que asegurarse el techo, el reposo del guerrero alérgico a las realidades (El nacimiento del amor, J'entends plus la guitare..., el universo de Philippe Garrel); la figura paterna, por tanto, desautorizada, pero renacida en la forma de un atractivo y en apariencia eterno adolescente (La chica de quince años, La mujer que llora..., el universo de Jacques Doillon).

Después viajamos en el tiempo once años, Pamela es ya una bella adolescente que vive en un renovado ambiente familiar. Nada sabe del padre hasta que su tía la pone de nuevo en contacto con él. Y aquí el eco es entre presentes filmados, más allá de la estructura del relato, al margen de todo lenguaje. Es ahí donde Hansen-Løve confía en el cine (y en el que mira desde la butaca) y la máquina le recompensa su habilidad de observadora de detalles: en el paisaje de un rostro, en el silencio de un paseo, en una conversación en la que vergüenza y pudor van poco a poco descongelándose. Los ecos, las repeticiones, terminan gestando un relevo, una influencia, y de eso parece hablarnos el inefable desenlace de Tout est pardonné. Pamela, ante la mirada esquiva de la madre que hizo todo lo posible por enterrar la herencia y la memoria, se encamina sin embargo a ser una paseante, partícipe de ese tipo de errancia que su padre no supo o quiso controlar mínimamente.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios