Atlantis | Festival de Cine de Sevilla

Los crímenes contra el cine

Caminando entre las ruinas de la posguerra y las del cine

Caminando entre las ruinas de la posguerra y las del cine

El carrerón de Valentyn Vasyanovych antes de llegar a esta Atlantis no hacía presagiar nada bueno pese al premio menor en Venecia, festival desde hace años (concretamente desde el abandono de Marco Müller) a la deriva. Que además, en su habitual subidón de autoría, Vasyanovych fuera el director, guionista, productor, director de fotografía y montador lo colocaban de entrada en una posición ideal para no poder escurrir el bulto.

Atlantis abre con unas imágenes nocturnas cenitales filmadas con cámaras térmicas, esas que aquí consiguen que una ejecución sumarísima a sangre fría parezca un dibujo animado de La pantera rosa. Lo que sigue no es mucho más esperanzador, un rótulo nos sitúa en Ucrania en 2025, recién finalizada la guerra. ¿Cuál guerra? ¿Con quién? ¿Por qué? Aunque sea muy fácil suponerlo, Vasyanovich no suelta prenda en su reconocible distopía futurista, a caballo entre el relato de ex combatiente traumatizado y la denuncia de los crímenes de guerra, con fosas comunes llenas de soldados ucranianos y rusos juntos y revueltos (¿?), levantamiento de cadáveres y autopsias en vivo y en directo.

Para su viaje al infierno el director se sirve mayoritariamente del plano (secuencia) fijo frontal y simétrico de larga duración para, a partir de ahí, e instalado en la nadería y la molicie, esperar que ocurra el milagro, cosa que aún debe de estar aguardando. Otras veces opta por la steadicam, tras anuncio previo por megafonía. La cámara se torna así en artefacto gratuitamente movedizo y groseramente exhibicionista, reclamando su cuota de gloria en el desatino. Ya puestos, hasta los actores se sienten tentados de unirse al festín con diálogos que invitan a taparse los oídos. Eso sí, aparecen unos fotogramas maravillosos de Entusiasmo, del gran Dziga Vertov.