Crítica 'Fin'

La aventurilla inaugural

Fin. Director Jorge Torregrosa. País: España. Año: 2012. Duración: 90 mins. Con: Maribel Verdú, Clara Lago, Daniel Grao.

Pasan las ediciones, cambian los directores, pero hay ciertas inercias y costumbres que no parecen corregirse nunca. Por ejemplo, inaugurar con una película mediática, fuera de tono y, por regla general, bastante floja.

Es el caso de Fin, que responde gesto a gesto a ese nuevo perfil del cine español industrial con la cara lavada y recién peinada, reparto de rostros jóvenes y guapos, un cine avalado (y diseñado) por las televisiones privadas cuya máxima aspiración pasa por pulir toda seña de identidad que no sea la del producto de género de "correcto acabado" y/o "buena factura" para el mercado global.

Con todo, y echándole muchas ganas, uno podría llegar a emparentar esta odisea existencial de un grupo de amigos cuarentones en crisis con aquella indagación en el extravío vital de La aventura de Michelangelo Antonioni, aunque me temo que los referentes del debutante Torregrosa haya que buscarlos más bien cerca de un M. Night Shyamalan (El incidente) bajo en calorías, y los parecidos y ecos razonables transiten por esa última moda de filmar o hablar del fin del mundo en clave de ciencia-ficción diluida en metafísica de autor de títulos como Take Shelter o Melancholia.

Basada en la exitosa novela de David Monteagudo, adaptada por los profesionales Sergio G. Sánchez y Jorge Guerricaechevarría, Fin se aventura a un viaje interior tras el que se adivina una demasiado pulida y banalizada versión del texto original. Y es que no quedan aquí personajes, sustancia ni tensión alguna más allá de las perchas y los rostros agradables, nada tienen éstos que decir que no sean frases hechas o solemnes que rozan el ridículo, nada que Torregrosa sepa filmar sin la socorrida muleta del after effects o sin los tics del cineasta recién salido de la escuela de cine, story-board, grúas, helicópteros, paisajes y escenarios naturales de film commission mediante.

Ni personajes, ni tensión, ni por supuesto interpretaciones, supeditadas a un ejercicio de poses serviciales en el encuadre y a algún que otro exabrupto o salida de tono que revelan aún más las limitaciones dramáticas del conjunto. Y no me refiero únicamente al modelo Andrés Velencoso.

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