Crítica 'A escondidas'

Buenas intenciones

A escondidas. Sección Oficial.Drama, España, 2014. Dirección y guión: Mikel Rueda. Intérpretes: Germán Alcarazu, AdilKoukouh, Álex Angulo, Ana Wagener.

Ibrahim (Adil Koukouh), un joven inmigrante de 15 años, hace autoestop al borde de la carretera. Al corte, la cámara nos muestra el asfalto atravesado a gran velocidad, separado en sus dos carriles; hecho del que él no participa. En estas se encuentra cuando le sorprende una lluvia torrencial que le obliga a buscar techo.

Esta metáfora, simple pero honesta, de lo que se le viene encima al protagonista es el punto de partida y clave de sol de A escondidas, el segundo largometraje del bilbaíno Mikel Rueda, que presenta una historia de amor homosexual entre dos adolescentes, y la presión que sobre ellos ejerce el descubrimiento -propio y ajeno- de sus sentimientos.

Sin embargo, lo que habría dado para una película correcta, bien intencionada -como lo son su predecesora Estrellas que alcanzar (Izarren Argia, 2010) o su cortometraje Agua! (2012), con el que sería sencillo establecer ciertos lazos- queda lastrado por una puesta en escena dubitativa y un montaje no lineal que da al traste con el crescendo interpretativo de los actores y que, lejos de integrar al espectador en la confusión de los personajes, le estorba y expulsa del engranaje dramático.

A ello contribuye la falta de relieve de los entornos: padres, asistentes y grupos de amigos -de un lado y otro- se mueven como bloques, exactamente como se espera de ellos, y sólo el ramalazo quinqui de alguno de los quinceañeros ofrece algún contrapunto.

Las apariciones de Álex Angulo y Ana Wagener no levantan una película que sólo alza el vuelo cuando Ibrahim y Rafa (Germán Alcarazu) quedan a solas en largas secuencias en las que el tiempo se detiene. Es ahí donde surge una cierta poética de recursos visuales e interpretativa: al lado de Koukouh -intuitivo, convincente, puntualmente brillante-, es cuando la inseguridad de Alcarazu se nos revela tierna, empática, humana.

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