Cultura

Una dudosa mirada europea al (peor) cine europeo: la coproducción era esto

  • El realizador polaco Jacek Borcuch presenta la irregular 'Indeleble'

Indeleble, la película presentada ayer en la sección Málaga Premiere, cuenta muchísimas historias. Quiere tener tantos matices que cada uno de ellos debe constituir un detalle fácil de percibir, un cuento dentro de una película que, para bien o para mal, debe permitir leer entre líneas un guión dentro de otro guión. De hecho, toda la cinta se basa en el lanzamiento de reflexiones acerca de la inestabilidad emocional de esa juventud moderna, de su presunta tendencia a la irresponsabilidad y el pasmo que arrastra consigo. Ahora bien, lo más interesante de esta cinta del polaco Jacek Borcuch, y con un reparto también en su mayoría polaco en el que participan Ángela Molina y Juan José Ballesta, es lo que hay detrás: el malabarismo de influencias. Resulta un homenaje de lo más completito a lo peor del cine de Michael Haneke y de Gus Van Sant, incluso podría decirse que presenta similitudes estéticas con Lars Von Trier, pero esto ya es más presuntuoso. Lo escatológico de Indeleble es que escoge el odioso manierismo de Haneke a la hora de cebarse en secuencias que no representan nada, salvo pequeños detalles insustanciales y, por momentos, insultantes, por el mero de hecho de darle tiempo a la cinta a que se recree en ellos. Llama la atención una secuencia en la que la pareja protagonista yace sobre la cama, mientras ambos se despiertan ( en realidad el novio no ha dormido). A ella (la novia) le da el gusto de masturbar al novio, y al director, a grabarlo todo, absolutamente todo. Aproximadamente dos minutos (sí, dos minutos) de cinta desperdiciados en ver como un chaval llega al éxtasis sexual. Dos minutos, eso sí, descacharrantes por ser una escena que pretende aparentar una seriedad y una profundidad algo complicados de obtener con el material con el que se está trabajando. Ahí es donde está el Gus Van Sant de principios de carrera.

Por lo demás, la cinta está repleta de detalles alargados, de planos insufribles y secuencias horriblemente inverosímiles, y para colmo, dolorosamente largas (esto es muy de Haneke, que conste). Una imitación europea de uno de los mejores modelos europeos. A Borcush, el desafío, le venía grande. Una obviedad.

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