Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

Pablo Berger. Director

"El cine no es sólo un negocio, también es la memoria visual de un país"

  • El responsable de 'Torremolinos 73' y 'Blancanieves' recibió este sábado el Premio Eloy de la Iglesia, una oportunidad para conversar sobre arte e industria.

La filmografía de Pablo Berger (Bilbao, 1963) se reduce a un cortometraje, Mamá, y dos largometrajes, Torremolinos 73 (que ya ganó la Biznaga de Oro en Málaga en 2003) y Blancanieves (2012), con la que ganó diez premios Goya. Sin embargo, pocas obras han hecho gala de una calidad tan fundacional como la suya, especialmente desde el éxito internacional de su segunda película. Así que pocos como Berger pueden aportar un diagnóstico más certero para el cine español. Este sábado regresó al Festival de Málaga para recibir el Premio Eloy de la Iglesia, con lo que la ocasión la pintaban calva.

-Su Blancanieves fue celebrada como una mirada a cierta tradición cultural, literaria, e iconográfica española. Pero, ¿existe realmente un cine español, o al menos un denominador común?

-En el cine español, casi todos los directores somos francotiradores. Cada uno vamos a lo nuestro. Si te fijas, la mayoría somos también guionistas. En España no se puede hablar de industria, sino de artesanía. Pero sí es verdad que puede haber pequeñas tendencias. Hay un grupo de directores y un público para la comedia más costumbrista, por ejemplo; también lo hay desde hace unos pocos años para un cine low-cost, ése que encaja tan bien en festivales como el de Locarno, o el de Rotterdam. Hay directores que miran a Hollywood y ruedan en inglés. Pero si observamos a los realizadores que tienen una trayectoria más destacada, como Amenábar, De la Iglesia, Almodóvar, Trueba, Coixet, Bollaín o Bayona, por ponerte unos ejemplos, resulta que cada uno son de su padre y de su madre. Pero creo que es la variedad lo que hace que el cine español, a pesar de cómo es percibido en España, sea reconocido como una etiqueta muy atractiva internacionalmente. Yo he presentado mis películas en Francia, en Japón y en EEUU, entre otros países; y en todas partes he visto cómo el cine español se percibe como algo diferente, arriesgado, personal, sexy...

-¿Jugaría entonces un crecimiento de la industria en contra de esa singularidad?

-Los que tiramos del carro somos los directores-guionistas. Somos muy cabezotas a la hora de sacar adelante nuestros proyectos. Pero también es muy interesante que existan proyectos que por su envergadura, como Lo imposible, podamos considerar comerciales. Digamos que las dos tendencias conviven muy bien. Pero lo que no puede faltar son películas que estén hechas con el corazón en la mano, ni creadores que cuenten historias únicas, personales. En este sentido, creo que el cine de Juan Antonio Bayona puede ser tan personal como el mío.

-¿Y qué falta para que el cine español sea reconocido en España?

-La industria del cine español lleva años mirando a Francia como referencia. Y sí, hay que mirar a Francia, porque su cine está muy bien mirado en su propio país. El 50% de la taquilla corresponde al cine francés, mientras que en España varía entre un 15% y un 18%. Esto tiene mucho que ver con la educación. En los colegios franceses los alumnos estudian cine, tanto francés como universal. Eso no ocurre aquí. Los jóvenes no estudian a Berlanga, ni a Erice, ni a Fernán-Gómez. Hay que empezar por los colegios e institutos antes que por otro sitio, porque el desprecio al cine español tiene mucho que ver con el desconocimiento. Nuestra cinematografía ha producido grandes películas que son grandes desconocidas de su público.

-Francia ejerce un proteccionismo beligerante con su cine. ¿Habría que imitarlo también?

-Sí. Habría que imitar a los franceses también a la hora de impedir que nuestro cine tenga que competir con ciertas películas en condiciones injustas. El cine es la memoria visual de un país. Si no tuviésemos nuestro cine, ¿qué sabrían nuestros hijos de la España de hace sólo unas décadas? El cine no es sólo una industria. No podemos hablar sólo de beneficios y de negocios. Hay que hablar de memoria, casi en términos antropológicos. Y del placer, claro, que supone ver una película.

-En cuanto a su obra, ¿cómo influyeron en un proyecto tan extraño como Blancanieves los diez años que transcurrieron desde Torremolinos 73?

-No fue una decisión personal, sólo ocurrió. Cuando los productores vieron el guión de una película en blanco y negro y muda se asustaron y dijeron que nunca se haría. Sólo encontrar el productor adecuado y los apoyos necesarios costó mucho tiempo, y mientras tanto me dediqué a la docencia. Blancanieves fue un embarazo muy largo, se coció todo a fuego lento. El guión fue muy reescrito, muy documentado. La película es la punta del iceberg del mucho trabajo que había detrás.

-¿Condicionará su éxito su siguiente proyecto?

-Sí, pero para bien. Sería inmoral quejarme del éxito cuando es tan difícil levantar una película. Yo ya tengo una cierta edad y he conocido el éxito y el fracaso, los premios y la imposibilidad de llevar a cabo un proyecto. Lo que espero es que Blancanieves me permita hacer otra película. Si es un fracaso, tocará aprender de él y levantarme para el siguiente. Así es como funciona esto. Por eso me planteo cada película como si fuese la única.

-¿Y en lo artistico? ¿Considera posible rizar más el rizo?

-Cada historia te lleva a un sitio, y lo que me interesa es contar una historia. Ahora estoy escribiendo un guión que me lleva a un territorio desconocido para mí, pero también manejo otros proyectos que me resultan más cómodos. No sé, no me autoanalizo demasiado. Tampoco tengo especial interés en hacer una película que sea bien recibida por la crítica y que sea artística. Quiero contar una historia, y hacerlo lo mejor que pueda. Sin olvidar nunca la conexión con el público, por más que haga las películas que yo quiero ver como espectador.

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