Elecciones

El PSOE pone en juego su hegemonía

  • El PP aspira a romper el histórico liderazgo socialista en la provincia apelando, sobre todo, a su avance en las últimas municipales · La capital y la Costa se antojan claves para decidir el triunfo

Muchos políticos lo han dicho en las últimas semanas: la única encuesta que interesa es la del 9 de marzo. Ese día ha llegado y todos los que se presentan a las elecciones generales y autonómicas están expectantes.

Aunque algunos lo están más que otros, porque son los que se presentan con la intención de ganar. Y esto, en definitiva, es un juego de dos. PSOE y PP se disputan la hegemonía en la provincia y el papel que puedan jugar los demás es casi residual. O al menos es lo que han dicho las encuestas. Las que se hacen antes, se entiende.

Si no se recurre a esos sondeos, al menos puede recordar la historia reciente, que viene a ser como ese vaso que unos ven medio lleno y otros medio vacío. Porque, de tomar como referencia lo que ocurrió hace cuatro años, el PSOE parte con ventaja tanto en las generales como en las autonómicas. Eso, sin mencionar que es el partido que se ha impuesto consecutivamente en siete consultas para las generales, la primera de ellas en 1982, y que, salvo en 1994, también fueron siempre los más votados en las autonómicas.

Pero si se prefiere partir de una base más reciente, las municipales de 2007, el escenario experimenta un cierto cambio. Trasladando los resultados obtenidos entonces, socialistas y populares empatarían en las elecciones andaluzas, con lo que se repetiría la historia de 2000, cuando cada uno sacó seis diputados. Por lo demás, y ciñéndose también a esa extrapolación de las municipales, el PSOE mantendría una ligera ventaja en las generales.

A ese vuelco aspira el PP, que hace diez meses obtuvo los mejores resultados de su historia en la capital -traducidos en una mayoría absoluta- y avanzó significativamente en zonas importantes como Motril -gracias en parte a eso ahora gobierna en la Mancomunidad de Municipios de la Costa Tropical-, Baza, Huéscar y Guadix, alcaldía que arrebató al PSOE.

Los socialistas, no obstante, siguen manteniendo una holgada hegemonía en bastantes puntos de la provincia, como el Poniente, el norte o la Alpujarra. En el Área Metropolitana de la capital también dominaron los seguidores de Chaves y Zapatero, especialmente en núcleos como Armilla, Maracena, Huétor Vega, Monachil o Atarfe, mientras que los partidarios de Rajoy y Arenas vencieron en Albolote o Pinos Genil.

De todo lo anterior se deduce que las estrategias de unos y otros han sido casi idénticas en la extenuante campaña electoral: reafirmar el dominio donde se tiene y tratar de arañar votos en aquellos sitios en los que aún se está en minoría.

La Costa es, en principio, para los populares, que ganaron las elecciones en Motril y Salobreña. Hay una incógnita, sin embargo, y es saber para quién irán los votos que en las últimas municipales se llevó Juan Carlos Benavides en Almuñécar.

Hay un tercer foro para el que elegir componentes: el Senado, el único para el que hay listas abiertas. Ahí, históricamente, se han impuesto en Granada los socialistas, que en nueve de las once elecciones han logrado tres representantes, por uno del PP.

Aunque, como se ha dicho al principio, estas elecciones son en esencia un juego de dos, no ha de olvidarse que hay más partidos en la línea de salida y que a alguno se le debe dar incluso un amplio margen de posibilidades de obtener representación. Es lo que invita a pensar tanto la historia como, de nuevo, las encuestas previas al encuentro de hoy con las urnas.

Izquierda Unida, de hecho, figura en casi todas las quinielas como beneficiario de un escaño en las autonómicas. Podrían considerarlo un triunfo, sobre todo después de quejarse tan a menudo de que ha sido una campaña claramente bipartidista y de advertir una y otra vez que el voto útil al PSOE podría terminar beneficiando, paradójicamente, al PP.

Pero un escaño tampoco constituiría ninguna novedad. Al fin y al cabo, siempre han obtenido un acta, menos en los comicios de 1986 y 1994, en los que lograron dos. Sus perspectivas para la cita nacional no son tan halagüeñas. Hay que remontarse a 1979 para encontrar las primeras elecciones en las que lograron en Granada un diputado nacional, por entonces con las siglas del PCE. En 1989 y 1996 también ganaron un escaño, ya como IU.

Los demás tienen todos los antecedentes en contra. Ninguna otra fuerza política, aparte de las tres citadas, ha alcanzado nunca desde Granada el Parlamento andaluz. En esa eventual carrera, en todo caso, partiría con ventaja la Coalición Andalucista, donde se unen PA y PSA, pero ni siquiera sus dirigentes confían mucho en la campanada. Y estar en el Congreso sería algo que celebrarían durante semanas, algo que ya sería el colmo de la felicidad para los demás contendientes.

Que los planes de unos y otros se cumplan dependerá, en cierta medida, del índice de participación. Las previsiones apuntan a que será alto y en ello puede influir un hecho tan terrible como el asesinato, el viernes, del ex concejal socialista Isaías Carrasco en Mondragón (Guipúzcoa) a manos de los terroristas etarras. Si ellos, los sanguinarios, quieren aguar la que de forma tan tópica se ha dado en llamar la fiesta de la democracia, la respuesta más previsible -y positiva- es una masiva irrupción de votantes en los colegios.

Algo que sucedió hace cuatro años, cuando la conmoción general provocada por el terror islamista en Atocha -y también, en buena medida, el ansia de muchos de castigar a los gobernantes que quisieron hurtarles la verdad- hizo que hasta muchos que nunca habían votado en su vida se animaran por fin a acercarse a las urnas. Triste consuelo, de todas formas, para una ciudadanía que ha vuelto a ver una vez más cómo se teñía de duelo el país.

Por lo demás, a la vista de cómo se ha desarrollado la campaña en Granada, se va a votar más por las propuestas de los líderes nacionales que por las que se han esgrimido en los mítines realizados en la provincia. Sí, ha habido debates y se han lanzado tímidas propuestas de futuro, pero los partidos se han mirado más en el espejo de sus dirigentes en Madrid o Sevilla, que han marcado un ritmo más emocional que pragmático.

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