Cristóbal Balenciaga era un hombre refinado, sobrio, perfeccionista y discreto que hubiera disfrutado ayer de un homenaje como el que le brindó su ciudad natal, Getaria (Guipúzcoa), y el mundo de la moda en el que tan a gusto se movió y por el que tanto sacrificio hizo. El padre de la alta costura ya tiene un museo dedicado a él. Ayer la Reina Doña Sofía presidió un acto de inauguración que pone punto y final a los diez tortuosos años transcurridos desde que se puso la primera piedra. 375 invitados ilustres se dieron cita para recordar al costurero, modisto y creador.

Vestida con un traje de chaqueta y falda rosa palo, la Reina asistió a una ceremonia que ha arrancado con el descubrimiento de la característica placa inaugural, ubicada en el atrio del museo, tras ser recibida a la entrada por un aurresku interpretado por el Orfeón Donostiarra. Posteriormente realizó un recorrido por las seis salas (Comienzos, Día, Cóctel,Novias, Esencial y Noche) en las que se exponen por temas los vestidos del modisto, parte de la colección de 1.200 piezas de la Fundación Balenciaga. Su vicepresidenta, Sonsoles Díez de Rivera, ejerció de maestra de ceremonias ataviada con un Balenciaga de 1965, y mostrándose muy satisfecha. "No me lo puedo creer. Estoy muy emocionada. No sé si le habría gustado o no (a Balenciaga), pero lo he hecho por cariño hacia él y hacia mi madre", ha añadido la hija de la maestra de Llanzol, que ha cedido algunos de los vestidos que el modisto creó para ambas.

Entre las asistentas se vieron algunos balenciagas también. Aunque otras invitadas, como por ejemplo la ministra de Cultura, Ángeles Gonzalez-Sinde, optaron por diseños más actuales, como en su caso un vestido negro de Nihil Obstat.