Punto crítico

El discurso del miedo

El discurso del miedo

El discurso del miedo

EL miedo es infligido. No existe. Es de esas cosas educacionales que se van adquiriendo debido a los satélites que pululan en órbita a nuestro alrededor y que vamos interiorizando sin darnos cuenta a lo largo de toda nuestra la vida. Hombres con un saco, gente que nos cede caramelos de pronto, encapuchados sin rostro en medio de un callejón sin salida o islamistas, sin entender bien los matices. Es un concepto conformado que crece dando a hazañas inconexas, significados absurdos que en su mayoría nacen del sentimentalismo exagerado y de la pertenencia. El nosotros o el ellos. El aquí o el allí. Una atmósfera caliente que cede a las presiones de quienes nos gobiernan y escogen bien las palabras ante un micrófono, al son de la coyuntura.

Un caldo de cultivo donde opinadores de diversa índole aprovechan para hacer sus balances e insertar sus ideas en una sociedad indefensa, escudo a los pies y agotada ya de luchas. El miedo es periodístico y político y lo usan en nuestra contra casi a diario. A modo de bálsamo, a modo de broquel. A veces, cogiendo como baza una historia que, aunque bella de principio a fin, no es en absoluto un asunto de estado. Héroes, medallas, coraje, llenan las páginas y también las columnas (además de ésta, aunque la mueva un resorte distinto). Pechos, banderas, gobiernos, familias.

Un anónimo que une a un país, una historia que es un triunfo o, visto a sus ojos, un duro golpe que asestar al miedo. Terror, como en otras épocas de cierto eco francés, que es la consecuencia de una guerra injusta, envuelta en los intereses del que puede, de una división metódica, del aplastamiento cultural evidente, de la falta de empatía y de la cordialidad intergubernamental.

Que es más un escrito conformado de primeras que un hecho real o tangible, que es más sensacionalista que veraz. De ese modo crece y se hace eterno un concepto que no existe, pero en el que creemos. Infunda el caos allí donde antes no había nada, siembra odio en los corazones del doliente, asienta sentimientos en el que es incapaz de pensar por sí mismo y se deja guiar por la realidad segmentada de la que dispone, y no le culpo.

Con eso juegan, como el que juega con un monopatín y de pronto, no exento de miedo, sin contradicción, defiende a alguien indefenso que está tendido al otro lado de la calle. Solo unas cuantas líneas, sin metáforas, sin interpretaciones que a todo esto sobra. Sin hacer de algo tan valiente; un gesto que es único, individual y propio, un abanderamiento colectivo. Sin usarlo para nada más que mandar un mensaje positivo, a la contra de lo que esperan. Porque el miedo no existe, aunque lo impongan. El miedo es mentira, aunque lo propaguen. Porque los hombres que tienen miedo sin que haya peligro, inventan el peligro para justificar su miedo. ============Normal(54266465)============

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