Opinión. Punto crítico

La tercera España

Antonio Machado

Antonio Machado

Hay una España que está extirpada de famosos versos de Machado que la dividió en dos mitades. Los corazones helados de una tercera que también convivía con ellas y que se quedó vagando entre la una y la otra sin llegar a decantarse nunca. Es difícil pensar que esta no fuera posible, teniendo en cuenta que la posición fuera impuesta y que el estar a un lado o al otro describiera a a la totalidad de los que vivieron aquel verano complejo que abría las puertas a una nueva década. Así seguimos, herederos de aquella historia veraz, de unos versos que no entendemos bien, siendo incapaces de aplicarle lógica, dejando que lo que fue y ya no es, dictamine un presente que no puede modificarse. Pero es que hoy un voto no significa pertenencia eterna. Debe fluctuar en un racional equilibrio entre aquello que te define y que no estarías dispuesto a cambiar por nada y aquello que ahora te conviene sin saber si será lo mismo que mañana.Todo queda lejos ya y suena a día de la marmota. Otra vez el destierro de unos valores que no fueron nuestros y que no sabemos si los entendemos con la complejidad que ello requiere. Otra vez la horda de ofendidos que desde todos los frentes no consienten que se aplique una visión aséptica. Pero eso solo pasa en este país. Hace poco estuve en Berlín y la evolución es bien distinta. La capital de Alemania es una de las ciudades europeas más impactantes con las que me he encontrado. Una ciudad que no mira a su pasado redundantemente, que lo asume, entonando un me ha culpa que ya todos conocemos, pero sin sentirse eternamente en deuda por ello. Hasta la Guerra Fría ha pasado de puntillas por una de las urbes que más sufrió con el enfrentamiento ideológico, dividida por un gran mazacote de hormigón. No sé si es que el gobierno no quiere fomentar el sector servicios o es que simplemente lo han superado. Así de crudo. Tanto que ya no necesita deleitarse con lo que fue para avanzar, tanto que su distribución urbanística es una muestra más de la personalidad evidente del europeísmo central en la que ser los primeros en algo es una premisa indiscutible, grabada en el adn. El caso es que no está. Por ninguna parte, en ningún lugar, esa recurrencia constante a los errores de quienes se equivocaron en el pasado. Ni siquiera en la cantidad de monumentos que salpican una ciudad vanguardista y que sirven solo para el pobre deleite de los turistas. Porque puestos a recordar y a mover, como decía Indira Gandhi, “un hombre con el puño cerrado no puede darte la mano” y a lo mejor se trata de eso.

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