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Día 13: Amigos

  • Hay una cosa que triunfa en la madurez: la amistad

Fachada de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor.

Fachada de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor. / R. G.

Hay días que todo sonríe. Te levantas dispuesto a mirar de frente el día. Un buen café, un olor a pan de tostadora, y… un rato con los amigos. Si algo bueno tiene el confinamiento es eso, los amigos. Recuperar a muchos, conservar a otros. Quizá por ellos nos quede un poco más de razón y cordura para llegar a buen puerto con nuestras familias. Me gustaría nombrarlos a todos, pero sé que no les gustaría ni tan siquiera verse de alguna forma identificados en este artículo. Es justo reconocer el valor de la amistad sin fecha de caducidad. Sentir que alguien aporta lo que tú no tienes. Sentir que se ofrecen y hacen más llevadero este tiempo sin pausa. Hacía meses que intentaba hablar de mis amigos. Pero a última hora, después de romper varias páginas, abandoné la idea por si mis palabras no estaban a la altura de ellos.

Es verdad que cuando eres joven, los amigos pasan por tu vida un poco por casualidad: entran, salen de tu vida, se pierden, vuelven, y pocos, muy pocos, permanecen en un cercano recuerdo que siempre quieres rememorar. Con la madurez (cada uno ponga la primera cifra que quiera), te das cuenta que no todo vale. Que la vida se va desmembrando de cosas. Que por más que te empeñes en sacudir y esprintar en la bici estática, nada como cuando jugabas partidos de dos horas. O cuando te levantabas y te comías el mundo, mientras ahora andas con cuidado por si se olvidan las pastillas y la tensión, el colesterol, o todo junto, se disparan. O que ya comienzas a subir al cementerio a despedir amigos más de las veces que quisieras. Y que cada vez aprecias más la vida, pero como el que percibe que se trata de un bien escaso.

Propuesta de la Colegiata de Santos Justo y Pastor. Propuesta de la Colegiata de Santos Justo y Pastor.

Propuesta de la Colegiata de Santos Justo y Pastor.

Pero hay una cosa que triunfa en la madurez: la amistad. Compartir con testigos tu biografía, la esencia de tu vida, envejecer con los que te quieren, con los que te apoyan y se interesan en los momentos delicados de tu vida, los que viven en la generosidad sin límite, en el afecto más profundo. Con los que acuden a tu rescate, los que te salvan la vida y un poco más. Con los grandes. Con los grandes amigos. Su modestia lo impedirá, y mi mala memoria para proponer nombres sin olvidar, también. Déjenme hablarles de mi grupo de amigos. Mis amigos de la Tertulia. Saben quién son. No tengo que nombrarlos. Dicen que la verdadera amistad es la que te hace sentir en deuda con quienes permanecen a tu lado. Sí. Quizás sea eso mi tertulia. Quizá sea eso nuestra amistad, que profesa distintos credos, colores, maneras de ver las cosas.  Pero siempre amistad. Sólo amistad. Todos al servicio de todos, ¿habrá mejor manera de envejecer?

Mañana, otro amigo de nuestra familia y de muchas familias de Granada: Jose Antonio Villena. Todos los domingos a las una, nos reúne en su parroquia de San Justo Pastor. Y nuestros hijos ven, conocen y admiran a Jesús a través de él. Desde hace algunas semanas, sólo a través de instagram.   @ja.ville    Estaremos. Y nuestros amigos con sus hijos, también.

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